He tenido oportunidad de cambiar estos días impresiones con algunos
destacados analistas económicos. Y en todos ellos su mensaje es de
desolación. No lo pueden creer.
El motivo de esa profunda desazón
son los nuevos episodios de corrupción que han estallado, y que vuelven a
afectar al Partido Popular e incluso al Gobierno, aunque no solo.
Las
noticias de detenidos, investigados, imputados y encarcelados, la
revelación de chanchullos, mamandurrias, extorsiones, cohechos y
mangancias, han vuelto a apoderarse de las portadas de los diarios, de
las escaletas de las televisiones y, como inevitable consecuencia, a
centrar los discursos y mensajes de los partidos y sus dirigentes. Y,
por supuesto, es de nuevo tema de conversación en oficinas, bares y
tertulias.
Sin olvidar la prensa internacional, que mira a España
con asombro. Un diario belga tituló en su portada que el presidente del
Gobierno, Mariano Rajoy, había sido procesado. Confundió la reciente
citación ante el juez, para comparecer como testigo por la financiación
irregular del PP, con una imputación en toda regla, algo que no ha
ocurrido. Pero es lo que vislumbran fuera de nuestras fronteras.
En
el zarandeado Partido Popular, al todavía no apagado escándalo de
Murcia se han sumado la detención de Ignacio González (y con él una
cohorte de parientes y colaboradores), el affaire de las cuentas en el
Canal Isabel II (un diario nacional titulaba ayer “El saqueo del
Canal”), el registro de las sedes de varias empresas en relación con la
financiación (con detención de directivos de ilustre apellido), sin
olvidar la ya comentada citación al presidente Rajoy para que declare
como testigo.
El relato de lo que ha ocurrido en torno a esa empresa llamada Canal Isabel II resulta tumbativo.
La
corrupción es otra vez el foco privilegiado de la atención del país, y
ello ocurre en circunstancias en las que ese tipo de noticias son
demoledoras. Me refiero a la economía. Y de ahí la incredulidad y la
desolación de los interlocutores a los que he citado al principio.
Porque las cosas parecían comenzar a irnos medio bien.
El
protagonismo de España empieza a ser muy destacado, sobre todo en
Europa, y se anuncian algunos importantes nombramientos en puestos
internacionales.
Organismos como el FMI confirman que nuestra
economía crecerá este año en el entorno del 3 por ciento. El turismo
registra cifras de record. Se está creando empleo con continuidad. La
construcción empieza a recuperarse.
Y, a nivel político, el
Gobierno tiene al alcance de la mano alcanzar los votos suficientes como
para aprobar en el Congreso los Presupuestos de 2016. Y la estabilidad
parecía garantizada.
Todo eso, que no es poco, vuelve a estar en peligro merced a la roña de la corrupción política.
Los
analistas económicos citados reclaman que acabe de una vez por todas el
rosario de sumarios y detenciones. Y a la justicia que sea más eficaz y
más diligente, que se dé más prisa en cerrar investigaciones y en
dictar sentencias. Porque en algunos sumarios, como ocurre con la
investigación a Rodrigo Rato, se está hablando de asuntos de hace veinte
y treinta años.
España no se merece esos escándalos, ni esos políticos, ni esos aprovechados, ni esos corruptos.
¡Desgraciada España! ¡Ahora que parecía que empezaba a irte bien, te estalla encima otro volcán de basura!
(*) Periodista y editor de El Confidencial Digital
http://www.elconfidencialdigital.com
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