El diccionario de la Real Academia Española define la palabra
alboroque como «regalo o convite que se hace para recompensar un
servicio o por cualquier motivo de alegría», aunque para los murcianos
tiene ese sentido que todos conocemos de convite que se celebra en
memoria de una persona después de su entierro en la taberna más cercana,
con la intención de que el difunto suba más alto; como dicen por la Huerta: cuanto más alboroque, más alto sube.
Este fin de semana hemos
acudido al alboroque de Pedro Antonio, a ese convite de elevación a lo
más alto, celebrando que esta comunidad autónoma cuenta con el
presidente que mayor desprestigio político ha causado a cualquier región
de España.
Una celebración para elevar a los altares de la
política la falta de ejemplaridad, la ausencia de la palabra dada, el
circunloquio del cumplimiento de las leyes o la ausencia de ética
pública. Y ahí se ha dado un primer convite de alboroque. La celebración
también ha ido acompañada de un agasajo de palmas (de las que se dan con
las manos, vamos) ofrecido por un ejército organizado hasta ahora pero
que, ante el entierro del difunto, ya están empezando a repartirse las
herencias, discutiendo qué es lo que le toca a cada uno de lo poco o
mucho que el difunto les ofrezca en su testamento.
Ese
testamento, que lo discuten en vida, pasa por ser un culebrón novelesco
con intento de parecer normales y transmitiendo tranquilidad mientras
que de puertas para adentro no saben cómo salir de una situación que
ellos mismos han provocado y que Pedro Antonio Sánchez se niega a
resolver con su dimisión. El problema puede ser probablemente el que
Pedro Antonio Sánchez sólo es la punta del iceberg, la cara visible de
un modelo de corrupción endémica.
Lo visto este fin de semana en
el congreso del Partido Popular no es ni de lejos un cierre de filas, es
sólo la manera de aparentar una normalidad inexistente. Nadie se quiere
mover porque nadie quiere perder su sillón, su sueldo, su único
trabajo. Porque el PP es eso para los que salen defendiendo a Pedro
Antonio Sánchez, una agencia de empleo para afiliados y buenos chicos
que protegen a su amado líder.
Esos mismos son los que se
atreven a insultar a quienes buscamos que la Región de Murcia sea una
Comunidad digna, a la altura de sus gentes, de su historia, sus recursos
y sus posibilidades. La culpa de que se hable sólo en los medios de la
corrupción no es de la prensa, sino de un presidente obsesionado con su
sillón y que no recuerda que la Presidencia es de todos los murcianos y
murcianas, y no le pertenece.
Los aplausos y la uniformidad no
son propios de una época en la que se necesita debate, reflexión y
diversidad en las ideas. Pero que nadie se engañe, esos aplausos,
sonrisas y hasta pose en la manera de sujetarse las manos es solamente
la hipocresía de quien prefiere mantener cargos a solucionar el bloqueo
que ha provocado Pedro Antonio Sánchez.
Ahora es presidente del
PP. Es el partido liderado por un imputado por cuatro delitos de
corrupción. Su presidente es el presidente también de la Comunidad
Autónoma. De momento.
(*) Portavoz del PSRM y diputado regional en la Asamblea
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/03/20/alboroque-pedro-antonio/814925.html
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