El dictamen del Consejo de Estado sobre el caso Yak-42 actualiza una de
las tragedias mal resueltas por el Gobierno Aznar (con las trapisondas
de Federico Trillo) que se le han atragantado al gobierno Rajoy que
quiere darlo por resuelto.
El dictamen del Consejo de Estado, suscrito
por personas de reconocida solvencia (Romay, Lavilla, Ledesma, Herrero…)
coloca las piezas en su sitio y describe con claridad la cadena de
irresponsabilidades y ligerezas que dejan en muy mal lugar al mando del
Ejército por la contratación de los vuelos, y al gobierno de entonces
por la gestión tumultuosa, apresurada, del accidente y, sobre todo, de
sus secuelas.
Sostenerla y no enmendarla es un vicio típico y tópico de
muchos gobiernos que, sorprendentemente, no aprenden ni en cabeza propia
ni en la ajena. Como prueba el comentario de Rajoy, llamándose
Andana y sosteniendo que es un asunto resuelto. No es así.
El dictamen demuestra que las instituciones funcionan y que algunos
abusos y excesos sufren el escrutinio público, antes o después y colocan
las cosas en su sitio. Federico Trillo, jurista, militar, diputado,
político, embajador por enchufe… queda en entredicho por insensible,
negligente, testarudo y otros defectos que deberían inhabilitarle para
la cosa pública. Pero no pasará nada, se deja pasar hasta el olvido.
Este caso me lleva de la mano a otro caso escandaloso aunque sin
víctimas mortales. El del rector de la Universidad Rey Juan Carlos
descubierto como plagiario reincidente que se resiste a la hora de
asumir responsabilidades. No solo eso, ha movilizado a sus deudos en la
universidad (que son muchos) para defender la posición contra viento y
marea. Para mayor escarnio del defensores del plagiario argumentan que
con el principio de “libertad universitaria” para encubrir la fechoría.
Recupera vigencia la exclamación atribuida a Madame Stael con la
revolución francesa de fondo: “libertad, libertad… cuantos crímenes en
tu nombre”. Argumentar con la “libertad” para tapar al rector es
bochornoso. Como lo es el silencio de cuanto rodea esa Universidad que
bien merece una investigación a fondo de las decisiones de la etapa de
gobierno del rector plagiario por sospechoso de arbitrariedades del
semejante cuño.
Antes o después, como en el caso del Yak-42 se destaparán los asuntos
de esa Universidad madrileña. La última pública creada en la Comunidad,
que se pretendía con vocación de excelente pero que puede pasar a la
lista de los peores ejemplos.
Uno de los vicios de la democracia española es la resistencia a
reconocer los abusos, a rectificarlos, a apartar de lo público a cuantos
han abusado y la tendencia a encubrir y dejar pasar sin exigir
responsabilidades. Algo que puede cambiar, simplemente con voluntad
política y sentido de la decencia.
(*) Periodista y politólogo
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