Se llama Fernando Suárez Bilbao (1964), y funge de catedrático e hijo
de catedrático, historiador medievalista y rector electo de la 6ª
Universidad pública de Madrid, la Rey Juan Carlos, desde 2013. Tres
veces licenciado (Geografía e Historia, Filosofía y Letras y Derecho),
dos veces doctor, y académico correspondiente de dos Academias (Historia
y Jurisprudencia y Legislación) y exhibe una obra publicada típica en
los ámbitos universitarios españoles. Tiene un problema, es plagiario
compulsivo, con reiteración, al menos en siete de sus trabajos se ha
apropiado del trabajo de otros sin citar la procedencia; un pecado
mortal que conduce al suspenso automático, al cero pelotero.
Los plagios están acreditados, el desprecio de la comunidad académica
(al menos la ajena a su universidad) es palmario, tanto que el
sedicente rector no asistió a la última reunión de la Conferencia de
rectores, de la que es vocal ante la amenaza de destitución inmediata.
Pero nada de eso le ha llevado a dimitir de su cargo de Rector
Magnífico, a renunciar a su cátedra y demás cargos, empleos u honores y a
quedarse en casa abochornado por una temporada.
Todo lo cual se puede entender en una persona tan carente de ética y
de principios. Lo que llama la atención es el silencio, la parálisis de
su Universidad, de sus órganos de gobierno, incluido el Consejo
Económico Social, de la superioridad administrativa tanto a nivel
autonómico, Consejería de Universidades, como del propio Ministerio de
Educación. También de las Reales Academias a las que pertenece como
“correspondiente”.
Al margen de cómo estén atribuidas las competencias inspectoras y
sancionadoras de los rectores, queda el derecho/deber de expresión ante
lo irregular y nada ejemplar. Que el rector se atrinchere en su despacho
y cargo es asombroso, pero más lo es el silencio (cómplice) del resto
de la comunidad universitaria.
La Universidad Rey Juan Carlos es una Universidad joven, alentada por
el gobierno de Ruiz Gallardón, y por ello calificada, quizá
injustamente, de universidad del PP; como la Carlos III se calificada de
socialista. Ambas están bien dotadas económicamente (más de cien
millones al año) y tienen a favor carencia de historia y peso muerto;
deben aspirar a ser universidades excelentes. La Universidad Rey Juan
Carlos no lo va a ser, con un rector de esta catadura queda manchada
definitivamente y las acusaciones acumuladas de arbitrariedad,
clientelismo y chapucería ganan muchos enteros.
¿Qué puede tener en la cabeza un personaje como Suárez Bilbao para
aguantar a pie firme y sobrellevar una acusación tan grave como la de
plagiario? Un caso de estudio que bien merecería una comisión de
investigación de la Asamblea de Madrid para analizar las entretelas de
la universidad y de su sedicente rector.
(*) Periodista y politólogo
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