Desde la perplejidad política a la inseguridad jurídica, pasando por la
reiteración sostenida de las manifestaciones de protesta en las cuatro
últimas jornadas de la pasada semana – que expresan una evidente quiebra
generacional en el electorado estadounidense, sustanciada
mayoritariamente por los jóvenes anudados a las minorías de hispanos y
afroamericanos, además de la disidencia femenina-; desde el sentimiento
de inseguridad entre propios y extraños sobre qué llegará a partir del
20 de enero, una vez traspasados los poderes presidenciales en la Casa
Blanca, y en tanto desde ahora mismo ya se advierte el impacto de las
protestas en el ánimo del presidente electo, también se establece la
evidencia de que el diseño global de lo propuesto por él mismo en la
campaña, compone un horizonte de colisión normativa con la propia
constitucionalidad federal de Estados Unidos y con la concreción
jurídica de los compromisos internacionales suscritos por EEUU en todo
el ya el denso y complejo ciclo histórico de la postguerra.
Así, por ejemplo la Alianza Atlántica y la misma Organización de
Naciones Unidas. De esta singular manera, lo que prevalece en el
arranque de esta nueva Administración norteamericana es tanto la
radicalidad de los cambios políticos enunciados por Donald Trump, como
el propio hecho de que tanto el Senado como la Cámara de Representantes
se encuentran en manos del Partido Republicano. El cuadro se
corresponde, si se añade la cierta dependencia ejecutiva del Tribunal
Supremo, con el modelo aquel de la Unidad de Poder y Coordinación de
Funciones.
Sólo el establecimiento de un principio de rectificación en los énfasis, de apertura a una idea de pacto o de renuncia en los máximos, daría salida y factibilidad a la revolución reaccionaria que Donald Trump lleva debajo del brazo todavía camino de la Casa Blanca. El estado de protesta al que deriva la sociedad estadounidense no cabe sostenerlo indefinidamente. Todo populismo es un fraude a la democracia, tanto si es de derecha como si se propone desde la izquierda. O desde la ignorancia, que es el caso de Donald Trump.
(*) Periodista
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