El tiro del golpe está saliendo por la
culata. Los conjurados no se esperaban esta reacción de las bases y esta
sí que es espontánea y tiene un aire impecablemente democrático.
Negarse a escucharlas, como hace la señora Díaz, no es buena práctica y
pone más de relieve el autoritarismo que traspira toda la operación.
Dice Díaz que es tan capaz de defender los intereses de España como los
de Andalucía. Es un lenguaje caudillista. Nadie le pide tanto. Basta con
que no estorbe y deje de hacer dislates, como ese de favorecer los
intereses de España y los de Andalucía cargándose el PSOE.
No
es exageración. Las colectividades, las asociaciones, y el PSOE es una,
procuran siempre sobrevivir y se preparan para hacer frente a los
peligros previsibles. Los imprevisibles son otra cosa. Que el PSOE
dinamitara desde dentro su posición de relativa fuerza y mandara al
ostracismo a su líder en mitad de la batalla era algo imprevisible. El
desconcierto que reina ahora mismo en el partido es buena prueba de
ello. Nadie sabe con certeza qué pueda hacerse. La comisión gestora, o
sea, la junta de alzados, trae una misión a modo de mandato: el PSOE
debe abstenerse y permitir un gobierno de Rajoy. Lo que no se sabe es
quién le ha dado ese mandato, aunque se supone en dónde se ha urdido.
Pero
la oposición interna está siendo muy fuerte y cuestiona la legitimidad
de la gestora para negociar nada con el gobierno y menos que nada, la
abstención. Esto pone de los nervios a los gestores que no saben cómo
salir airosos. Por eso desbarran al reciente estilo andalusí y el
presidente de ese dudoso órgano aclara para las almas cándidas que El PSOE podrá consentir la investidura, pero no va a proporcionar estabilidad.
Es un modo tan inepto de plantearlo que cabe dudar de si hemos oído
bien. Parte el señor Fernández de que el PSOE (o sea, él y sus amigos)
podrá "consentir la investidura", un modo disimulado de darla por
supuesta. Abstenerse, pero anunciar que no habrá estabilidad es algo
incomprensible. Si no se quiere la inestabilidad solo hay dos
posibilidades: o se abstiene uno y, si lo hace, obedece luego todo lo
que se le ordene o bien no se abstiene uno, vota en contra porque NO es
NO y vamos a terceras elecciones.
Sin embargo, no será así. A pesar de la Gürtel, las black, la Púnica y demás tropelías, el PSOE dará el gobierno al PP porque la operación de salvación nacional
está ya en marcha. Rajoy estaba informado de la operación tramada por
PRISA, Felipe González y la taifa sevillana. La clase dominante, las
empresas, la banca, la Iglesia o alguna de sus órdenes metementodo, como
el Opus, han decidido cortar el proceso independentista catalán antes
de que la situación se ponga peor. Hay un interés de Estado y este exige
que se acabe con la ingobernabilidad, con el vacío de poder, con la
inestabilidad y que se forme un gobierno compuesto por los dos partidos
dinásticos y, si no es posible, por uno con el apoyo del otro.
Innecesario decir los nombres. Esa es la finalidad verdadera del golpe:
unir los dos nacionalismos españoles como han hecho los nacionalistas
catalanes y para combatir a estos.
En
ese sentido debe interpretarse el impulso que se acaba de dar a la
política represiva frente al independentismo catalán: se procesará a
Homs por supuesta prevaricación y se pide el encausamiento de Carme
Forcadell, presidenta del Parlament por desobedecer al Tribunal
Constitucional. La nación española reacciona valiéndose de su Estado.
Se
entiende que los nacionalistas españoles, habiendo comprendido que no
están los tiempos para bombardear Barcelona, busquen otras vías para
obstaculizar o impedir el proceso independentista. Y que recurran a las
vías legales y las ilegales como, al parecer, hacen. De las últimas hay
poco que decir si no es en los tribunales. De las legales, en cambio,
cabe discutir. Legal es, sin duda, procesar a las autoridades catalanas
de todo tipo y condición, parlamentarias, consejeras, expresidentes y lo
que venga detrás, con pinta de ser bastante si la desobediencia se
extiende.
Pero que sea legal no quiere decir que sea inteligente. Europa
está acostumbrada a ver en las cárceles de unos u otros países a
delincuentes terroristas, muchos de los cuales invocan causas políticas.
A lo que no está acostumbrada es a ver dirigentes políticos
democráticos y pacíficos presos por sus convicciones. Será digno de ver
cómo explicarán las autoridades en las cancillerías europeas la
existencia de presos políticos en España. Cómo lo harán los socialistas
que prefieren un gobierno del PP a cualquier otra opción.
El
acuerdo bajo cuerda de salvación nacional insufla tal ánimo al
mortecino patriotismo que el ministro de Exteriores se apresta a
conquistar el Peñón. Por si alguien dudaba de las esencias de la raza.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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