El sapo de Soria se le tendrá que comer el señor De Guindos que es el
patrocinador del caso. Lo peor ha sido, como en tantas otras ocasiones,
las mentiras, tantas que resultan insoportables, incluso para Rajoy que
ha acreditado una resistencia de acero ante ocasiones semejantes. El
modelo de mentiras del caso Soria expuestas por cuantos miembros del
Gobierno han sido preguntados (Rajoy, Soraya, Guindos, Catalá, Cospedal,
Margallo…) se parece mucho, más burdo aún, a las explicaciones sobre la
relación de Bárcenas con el PP con el finiquito en diferido.
Soria es víctima de la arrogancia, de su propia arrogancia que es conocida, y de la de sus amigos políticos. Fue arrogante con los “papeles de Panamá”, que pudo haber explicado como un viejo asunto familiar en el que actuó como sujeto pasivo sin relevancia jurídica. Y sus amigos han sido arrogantes tratando de presentar su designación para el Banco Mundial como un concurso de méritos.
Las mentiras de patas cortas han acorralado al gobierno Rajoy desde
primera hora. Fue una mentira de patas cortas la explicación para
retrasar la presentación de los primeros Presupuestos, los de 2012,
hasta después de las elecciones andaluzas. Y desde entonces la lista en
larga, especialmente a partir de enero de 2013 cuando el tesorero
Bárcenas (los papeles de Bárcenas) cayó sobre Rajoy y el PP como un
pesado fardo del que no hay manera de deshacerse.
En cualquier otro país serio, con democracia avanzada, estos casos
son inimaginables, no tienen recorrido posible ya que se atajan y
amortizan desde el primer momento. Aquí se tratan de esconder con
pésimas consecuencias para los que lo intentan.
Lo peor es que no aprenden, que de tanto ir al cántaro a la fuente
tendrían que haber advertido que hay que cuidar las decisiones, las
formas y las explicaciones. No han aprendido y como señalé en una
artículo reciente no asumen ni la contrición ni la atrición.
Un caído colateral, aunque principal, de este caso será el ministro
De Guindos, buen amigo de Soria, que ha jugado un papel decisivo en otro
caso que puede arruinar sus aspiraciones políticas, incluida su
candidatura como alternativa tecnocrática para sustituir a Rajoy sin
merma para el PP. En los subterráneos del PP se mueven distintos grupos
de presión e interés que acumulan fuerzas para la sucesión de Rajoy.
Ninguno da la cara, aunque se nota la guerra sucia para debilitar a los
posibles adversarios, ninguno se atreve a animar a Rajoy a irse, pero
todos se preparan para cuando llegue ese día.
Mientras, Rajoy sobrevuela a esos grupos, entre los que hay personas
cercanas y leales, y no ve motivos para poner punto final a su
trayectoria, entre otras razones porque no sabe cómo hacerlo sin poner
en riesgo su propio legado, el juicio sobre su etapa de presidente del
PP y de España. Una vez más se confirma la tesis de que si llegar a la
cumbre es difícil, irse lo es tanto o más, no hay momento adecuado,
siempre hay razones para aplazar; se requieren fuerzas mayores para el
desahucio. Solo Aznar se fue por propia voluntad y no es seguro que no
se arrepintiera pronto.
Aznar dejó claro ante la junta directiva del partido que el resultado
de las elecciones de diciembre aconsejaba convocar el Congreso del PP
(aplazado sin fecha) y renovar sus cuadros de arriba abajo. No le
hicieron ni caso, pero el aviso quedó claro.
(*) Periodista y economista
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