Estase Rajoy quieto, fumando pachorro un
puro, como una panzuda araña, junto a la tela que acaba de tejer.
Espera que caigan las piezas que le den sustento a base de permitirle
formar gobierno, según el encargo que le hará el Rey o zángano mayor del
Reino (en sentido estrictamente entomológico) en cumplimiento de los
protocolos.
Las
primeras en agitar la tela, anunciando su llegada, han sido las moscas
canarias. La araña presidencial les hizo los honores y les prometió todo
lo que pidieron porque, siendo dos míseros dípteros de liviano porte,
tampoco es preciso hacerles gran caso. Su modesta pretensión es que se
las considere moscas ultraperífericas y eso no suele ser asunto que se
les discuta.
Detrás
de las moscas canarias, se espera el moscardón vasco. Este, precedido
de un zumbido característico, ya sería una presa considerable, que
incrementaría notablemente las huestes del arácnido. Lo malo es esa
pretensión de aproximar a los presos vascos a su tierra, euskal presoak euskal herrira,
que destroza la intencionalidad punitiva de la dispersión carcelaria,
algo que la araña de La Moncloa no puede vender fácilmente entre sus
apoyos electorales.
Para
cumplir con las formas, el presidente recibirá a las avispas catalanas,
insectos sociales, que vienen siempre en enjambres y son muy agresivos.
Sus planteamientos suelen ser radicales y el presidente solo puede
escucharlos cada seis meses por prescripción facultativa. Si menudearan
más podrían provocarle una crisis de identidad nacional.
Tiene
la araña puestas muchas esperanzas en la llegada de las efímeras de C's
pero sabe que es muy difícil que caigan en su red por su carácter
atropellado e inquieto y el hecho de que durando menos de un día, a
veces horas, no le sirven para nada y le dejan la tela llena de
cadáveres. La efímera mayor, riverana, ha dejado dicho que, sea cual sea
su breve sino, rechaza por entero la araña monclovita y se somete a la
guía de la cigarra del PSOE, la única que, por su tamaño, puede romper
la aciaga tela.
Por
allí ha de pasar también la mantis religiosa de Podemos, pero su visita
será meramente protocolaria. Tras haberse desposado con IU y haberla
devorado, en consecuencia, mira ahora con ojos libidofágicos al PSOE,
aunque en la duda de si, para devorarlo a su vez, tiene que casarse con
él en un gobierno "de progreso" o enfrentarse a él en la lucha por la
hegemonía.
Solo
la cigarra del PSOE, con el poderoso canto de sus élitros, puede
encabezar una turba de insectos que rompa la tela de araña y establezca
un reinado nuevo.
En
el fondo, irónicamente, esta pequeña fábula expresa una situación muy
parecida a la del pasado 20 de diciembre. Es verdad que el PP ha
reforzado ligeramente su posición. pero sigue siendo la opción que nadie
quiere y menos encabezada por el presidente de los sobresueldos. El eje
central de la situación sigue siendo el PSOE y, en último término, será
el responsable de que haya o no gobierno y de qué orientación. Esta
centralidad socialista aparece matizada por la presencia de Podemos que
no alcanza a imponer su criterio pero sí a frustrar el del vecino.
Esa
fue la situación que Podemos no fue capaz de resolver el 20 de
diciembre. Y no se ve cómo lo hará ahora cuando las circunstancias han
cambiado muy poco y a peor. La palinodia coral que los de Podemos llevan
entonando hace diez días (Iglesias, Echenique, Errejón, Garzón,
Llamazares, Montero: no paran de hablar y contradecirse) permite augurar
lo peor: una decisión no bien medida que haga inevitables nuevas
elecciones en las cuales el partido puede desaparecer sin más.
Catalanofobia estructural.
Dice
Carles Puigdemont que cuanto antes nos vayamos de España, mejor.
Presidente: eres un radical. ¿Cómo propones marchar de un país
caracterizado por una catalanofobia estructural? ¿No estás a gusto?
Recuerda que esa atinadísima definición viene de la izquierda en donde,
desde los tiempos de Lévy-Strauss, se mueren por tratar con buenas
estructuras, que son como los cimientos de la casa de sus volanderos
pensamientos.
¡Catalanofobia
estructural! ¿Qué se le va a hacer? España y yo somos así, Señora.
España es estructuralmente catalanófoba como Chile propenso a los
seísmos y Bangla Desh al monzón. Condición natural hombre, que no
conviene torcer ni manipular porque no somos dioses, aunque hablemos en
su nombre. Pretender que la gente se comporte civilizadamente cuando la
estructura impone otra cosa es pura demagogia de derechas.
Sí,
presidente, de derechas. Es como pretender que el ministro del Interior
garantice la seguridad y la libertad de todos los ciudadanos,
administrados y contribuyentes, ignorando el hecho natural y hasta
ciclópeo, de que hay una catalanofobia estructural. No, señor, el
ministro tiene que distinguir entre ciudadanos normales,
estructuralmente catalanófobos, y catalanes a la hora de saber contra
quién organiza la guerra sucia para defender a los ciudadanos de bien
que son esos que estacionan los coches con ayuda de un querubín.
¿Marcharnos
cuanto antes de España, un país moderno en el que el ministro del
Interior fabrica los delitos de acuerdo con sus esbirros y un puñado de
fiscales y gacetilleros a sueldo? Independizarnos de unos gobernantes
que fabrican pruebas delictivas falsas contra un alcalde
democráticamente elegido? ¿Dejar de pertenecer a un país en el que
antaño se fusilaba al presidente de la Generalitat y hoy, en prueba de
su modernidad, solo quiere procesarlo penalmente por haber consultado a
la población?
No
has calculado bien las ventajas que de la pertenencia a España se
siguen para Cataluña. Por ejemplo, ahora parece que el ministerio del
Interior va a abrir una nueva vía de investigación para descubrir a la
opinión pública las sórdidas maquinaciones de la gente de tu entorno y
el cúmulo de delitos que cometías en tus anteriores responsabilidades,
como alcalde de Girona. Si fueras trigo limpio, como le gusta a monseñor
Cañizares y no mala hierba, como la que extirpa monseñor Echenique,
pondrías todos tus archivos a disposición del ministerio del Interior
para que pudiera inventarse un par de delitos con que acusarte y dar
carnaza a la prensa amiga.
Una
vez que la izquierda ya ha decidido que la catalanofobia en España es
estructural, estaremos más cerca de encontrar una solución de mutuo
respeto, admiración y cariño para que los catalanes entiendan cómo, a
pesar de todo, los españoles los aman. Tómese por ejemplo otro grupo de
españoles capaces de dejarse la piel por tender puentes entre Cataluña y
España, esto es, el de los socialistas. El señor Iceta, en un alarde de
audacia, decidió volver diez casillas atrás en el juego de la oca por
el que el PSC camina hacia la irrelevancia, proponiendo ahora un
referéndum a la canadiense que previamente había rechazado y previamente
a lo previamente había solicitado. Típica inconstancia socialdemócrata.
Por fortuna tomaron la palabra los órganos catalanes de dirección de
PSOE para rechazar esa peligrosa aventura referendaria que ignora los
límites estructurales de España. Así no fue necesario esperar el
inevitable ukase que llegaría desde Ferraz en Madrid con un “no” rotundo
a las veleidades secesionistas y quizá también con un cordón de seda
para que se resuelva la molesta presencia de Iceta al modo que se hacía
antes con quienes disgustaban por sus actos a los sultanes de la Sublime
Puerta.
Debes
tener en cuenta, Presidente, que España, como nación de naciones,
también es estructura de estructuras y la catalanofóbica no es más que
una pequeña fracción de un mosaico mucho más amplio y variado en el que
todos los pueblos del Estado encontramos nuestro lugar ideal, un terreno
en el que, además de catalanofobia, hay taurofilia, fascismolatría,
monarcofagia, clérigomanía y cleptodemia.
Solo
un ingenuo iluso estaría dispuesto a vagar por los espacios siderales
en lugar de sentirse cómodamente encadenado en las mazmorras de un
Estado que vive de la luz de Trento.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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