A medida que pasan los días está más
claro que el resultado de las elecciones del 26J es tan endemoniado como
el de las del 20 de diciembre, si no más. Ningún partido alcanza la
mayoría absoluta, y solo lo logra la combinación del PP y el PSOE, la Grosse Koalition
de la que ningún socialista quiere oír hablar. Todas las demás posibles
coaliciones necesitan un tercer partido o, cuando menos, su abstención.
Peculiaridades del multipartidismo frente al paralizante y corrupto
bipartidismo que todo dios quería quitarse de encima y ahora todos
añoran porque empiezan a ver con espanto que la opción terceras
elecciones no es tan descabellada. Nadie dice quererlas y todos aseguran
estar dispuestos a dejarse la piel para que no se repitan. Nuestros
políticos son como algunos reptiles: cambian de piel de cuando en cuando
y no solo de camisa o chaqueta.
Eso
es lo que dicen, pero no lo que piensan. Las elecciones son como los
juegos de cartas para los ludópatas. Todo jugador empedernido que ha
perdido una mano quiere que se reparta juego de nuevo porque la adicción
lo impulsa a creer que esta vez sí ganará la votación, la apuesta, el
monte, lo que sea y, de esta forma, acaba saliendo del casino en una
barrica de amontillado.
No
obstante, dos factores les retienen a la hora de hacer públicos sus
anhelos: a) el temor a que la opinión pública, cabreada con la
reiteración, reaccione con virulencia y, relacionado con el anterior, b)
que se exija cambiar los líderes dos veces fracasados por otros. Es
decir, en el fondo quieren elecciones pero no quieren aparecer como los
causantes y pretenden seguir presentando sus candidaturas por
inverosímil que parezca.
Nos
esperan pues dos meses con el habitual baile antes de la convocatoria
en los que las distintas opciones irán fracasando. La primera de todas,
la del PP que, no pudiendo convencer al PSOE de que se suicide en el sidecar
de su moto, agumenta la peregrina teoría de que debe gobernar el
partido más votado, o sea el suyo, por no otra razón que porque es el
suyo ya que ni el sentido común ni la Constitución auspician en modo
alguno semejante derecho en un regimen parlamentario. Finalmente quizá
intente un gobierno en minoría si consigue convencer al joven flecha
Rivera de que sume fuerzas con él. Esto le da 169 diputados pero, como
el PNV afirma no sumarse, sus posibilidades de superar alguna votación
que no sea la del reparto de prebendas en un parlamento muy hostil son
nulas. En consecuencia, terceras elecciones.
Terceras
elecciones quieren en realidad el PSOE y UP pero, lo dicho, no se
atreven a pedirlas, de forma que harán lo posible para hacerlas
inevitables a la chita callando, ya que les va en ello el prurito de la
hegemonía en la izquierda. La alternativa que Palinuro ha visto siempre
con mayor simpatía, esto es, PSOE+UP+ERC+CDC (ahora con PNV), que da 178
escaños, no es viable a causa del referéndum catalán que el PSOE
considera tan inaceptable como un retrato de Pablo Iglesias Posse
soplando un matasuegras.
La suma PSOE+Podemos+C's, que daría una cómoda
mayoría de 188 diputados y presentaría la indudable ventaja de limpiar
los establos de La Moncloa de una barrida, aunque dejaría pendiente el
referéndum catalán, tampoco es posible porque la combinación de Podemos
con C's es tan exotérmica como la del potasio con el agua. Queda la idea
de un acuerdo del PP con el independentismo catalán. Si este aplica un
criterio pragmatico y don Pelayo concede el referéndum catalán, sería
factible. Solo que antes quizá fuera necesario convencer a Rivera de que
se hiciera el hara-kiri y no consta entre sus costumbres.
De
este modo solo un milagro nos salvará de las terceras elecciones. Y
¿por qué son el PSOE y Podemos los más interesados en ellas? Porque un
"a la tercera va la vencida" es el único modo de que una legislatura
calentando la silla de la oposición no acabe con los dos tambaleantes
liderazgos de Sánchez e Iglesias, cada uno por un motivo distinto.
Cuatro
años más de gobierno del PP en minoría con apoyos asimétricos
permitiría a Susana Díaz articular una base de operaciones suficiente
para desbancar de la secretaría general a un Sánchez a quien ya ha
prohibido que entre en una gran coalición con el PP que pudiera
fortalecerlo.
En
el caso de Podemos, la campaña de ejercicios espirituales en que se ha
embarcado para oscurecer científicamente las razones de su derrota, deja
bien claro que no tienen la menor intención de entender la realidad ni
de asumir responsabilidades por una línea política tan incompetente como
arrogante e insensata. El segundo escrito que Echenique ha remitido a las bases con ánimo indagatorio,
aun más inenarrable que el primero (el de"cañones y mantequilla") no
permite abrigar dudas acerca del absurdo de un planteamiento que parece
sacado de una encuesta de un mundo feliz a fin de armar un argumentario de urgencia para epsilones, de forma que sus portavoces en los medios
(sic) tengan algo que decir y sea siempre lo mismo.
Afirma este buen
hombre con no excesiva originalidad que el resultado de las elecciones
del 26J "ha sorprendido a propios y extraños". Será a sus propios y sus
extraños porque otros lo veníamos anunciando desde tiempo atrás.
Igualmente afirma que en Podemos tienen una "inteligencia colectiva"
como si los militantes de los círculos fueran corales de un arrecife o
industriosas abejas de una colmena y no seres humanos plenos en los que
la inteligencia es (y solo puede ser) un atributo individual. Termina
este escrito casi dadaísta con una enumeración de 12 factores que a su
juicio puedan haber sido causa de la derrota de sus muy justas
aspiraciones a asaltar los cielos y, de paso, gobernar este país. Su
lectura deja claro a cualquiera con algo de sentido crítico que falta el
decisivo, el décimotercero: dirigentes capaces de redactar estas
bobadas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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