Realmente o el calor produce ensoñaciones o vivimos en el país del
realismo mágico que yo solo he conocido en Cádiz, en donde suceden las
historias más increíbles que se cuentan cuando el atardecer trae la
brisa fresca de poniente y asienta la polvareda levantada durante el día
con el azote del viento de levante.
En Cádiz el alcalde, Kichi, da reconocimiento en el Ayuntamiento a
dos travestis, “la Dolores” y “la Petróleo” -así conocida la última
porque trabaja en la Campsa. Y no objeto nada a los honores, sino que
alabo la gracia del apodo con el que la ciudad las nombraba.
Si se quiere sentir con intensidad el realismo mágico hay dos
estaciones que no son de penitencia y que hay que cumplir. La Venta de
Vargas en San Fernando, lugar de culto a Camarón, en el que tomando un
pescado de estero te pueden contar como el artista que había sido
nombrado para la cabalgata de los Reyes Magos, junto con el admirado
Pepe Oneto, no apareció y hubo que sustituirle de prisa y corriendo.
El otro lugar es “la plaza”, lo que en otras ciudades se llama el
mercado, recorrer los puestos y ver como las gaditanas piden “cuarto y
mitad bien despachao” que es una medida que solo existe en la plaza de
Cádiz.
La política española después de las elecciones vive en un estado de realismo mágico que no puedo describir más que con ejemplos. Para definirlo hay que acudir a Fernando de Santiago, cronista insigne de la ciudad y la provincia de Cádiz.
Albert Rivera le ofrece entre dientes a Rajoy apoyar su investidura
por dos años, una especie de voto temporal, condicional y sujeto a
prórroga, forzado por la declaración de los fundadores históricos que
han reaccionado con claridad critica ante sus primeras declaraciones que
reiteraba el veto.
Este apoyo de cuarto y mitad es absurdo, sobre todo después de
pretender que las negociaciones empezaran con una mesa de tres, PP, PSOE
y C's, exigencia que carecía de cualquier sentido político dada la
importante diferencia en escaños de los tres partidos.
Pedro Sánchez mientras tanto está recibiendo una ducha escocesa de
realismo con las declaraciones de sus compañeros Fernández Vara y Susana
Díaz, los presidentes de las Comunidades de Extremadura y Andalucía.
La entrevista a la Presidenta andaluza en la cadena SER no tiene desperdicio en el análisis del resultado electoral de su partido y su afirmación, “yo no fui la candidata pero me he dejado la piel”, es la rotunda y cabal atribución de la responsabilidad del desastre electoral a Pedro Sánchez.
Los tres ejes de su declaración se entienden con absoluta claridad.
El PSOE tiene que pasar a la oposición. El Partido Popular ha ganado las
elecciones. Y la Presidenta tiene una cierta idea de España que se basa
en la igualdad entre todos los españoles y el rechazo de los
independentistas por insolidarios.
El PSOE está reflejando dos acervos y dos culturas políticas en su
seno. La de quienes protagonizaron la transición y contribuyeron a la
modernización de España y la de quienes están conformando un partido
irrelevante que está perdiendo el sentido de Estado y de la realidad. Un
partido al que los electores han colocado frente a una responsabilidad
histórica- favorecer la formación de gobierno con la intensidad que
consideren adecuada y ejercer el control político- reto que si se aborda
inteligentemente les debe permitir recuperar los votantes que le dieron
la hegemonía en la izquierda y durante 22 años el Gobierno de España.
No hay otra hoja de ruta y las reformas que necesitamos exigen un
apoyo mayoritario en la sociedad que solo pueden aportar los
socialistas. La agenda básica de reformas que desde La Moncloa se
traslada es generosa e incluye incluso ajustes en la reforma laboral que
deberían tener un consenso previo de empresarios y trabajadores. Pedro
Sánchez realiza por segunda vez una lectura equivocada de los resultados
electorales lo que acredita una cierta patología crónica muy negativa e
inmadura.
La metodología de los Pactos de La Moncloa que estabilizaron con
Adolfo Suarez en la Presidencia del Gobierno no solo la economía del
país sino las estructuras políticas y sociales, es una experiencia que
hay que recuperar sin ninguna reserva ni complejo.
Los ciudadanos quieren acuerdos entre los dos grandes partidos, una
agenda de reformas y consolidar la recuperación. Y es lo que han votado
sin miedo los electores con la finalidad de fijar un escenario de
estabilidad en esta legislatura.
A Albert Rivera hay que recordarle que los apoyos de cuarto y mitad no se despachan en política, al menos en este momento.
(*) Abogado y Registrador de la Propiedad
http://www.republica.com/el-observatorio/2016/07/01/cuarto-y-mitad-de-apoyo/
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