Lo decía ayer Palinuro y lo reitera hoy: el único partido en posición de centralidad política es
el PSOE. Supongo que algo así debe de picar en Podemos, en donde llevan
dos años hablando de conseguir esa centralidad que juzgan suya por
derecho de conquista. Pero solo queda rascarse porque, a pesar de las
malas circunstancias por las que ha pasado, el PSOE sigue siendo
imprescindible en cualquier alianza de gobierno que se postule. Con el
PSOE son posibles todas las configuraciones de gobierno, (en principio);
sin el PSOE o contra él, ninguna. Envidiable posición, aunque cuajada
de dificultades y problemas.
En Podemos, fieles a su tendencia de simular un peso del que carecen, apremian a los socialistas a elegir entre aliarse con el PP o formar un gobierno de izquierdas,
es decir, aliarse con ellos. Un dilema inexistente, pues el PSOE
rechaza de plano la primera opción. No importa, Anguita, el profeta que
más veces ha tomado sus deseos por realidades, sostiene que se dará la gran coalición. O sea, el PSOE ya ha elegido y solo queda ir al sorpasso,
si no ahora, en las próximas elecciones. Pura clarividencia. Que
Podemos esté fragmentado ya antes de comenzar la legislatura al parecer
no preocupa. Pero el hecho es que se configuran cinco tendencias:
Podemos-vieja-guardia, realquilados de IU, comuneros catalanes con
exigencias referendarias, valencianos de Compromís y, quizá las Mareas.
En esa situación -en la que ya se preanuncian enfrentamientos al estilo
de la Vida de Bryan- los morados ganarían más con una actitud más realista.
A
su vez Rajoy, a quien ya ve todo el mundo como el primer y principal
obstáculo a un desenlace de este bloqueo, ha tardado veinte días en
entender que no cuenta con apoyo alguno en el Parlamento. Innecesario
decir que ser incapaz de encontrar aliados es la prueba más clara de la
ineptitud política. En otros veinte días habrá digerido el dato y tirará
la toalla como hizo el 20 de diciembre, por incomparecencia. El que ha
gobernado autocráticamente durante cuatro años y lleva medio en
funciones, quiere seguir siendo presidente pero no está dispuesto a
mover un dedo para lograrlo. En el fondo, lo que quiere son terceras
elecciones porque dicen los arúspices que, de producirse, le darían
mayoría absoluta, esa sin la cual las derechas no saben gobernar. En
breve: no está dispuesto a irse salvo con los alguaciles.
El
discurso de C's se ha hecho inaudible. Mantienen el "no" al PP en
primer vuelta y pasan a la abstención en segunda. Quieren hacerse a un
lado, pero facilitando las cosas al PP.
A
la inversa, los indepes catalanes, por boca de Tardá, han dejado
meridianamente claro que no apoyarán gobierno alguno de Madrid que no
sea de izquierdas y por tal ha de entenderse, en la lengua de Ausiàs
March, uno partidario del referéndum.
Es
grande la responsabilidad del PSOE, el de la centralidad política con
los resultados peores de toda su historia en la segunda restauración. La
situación es complicada, pero no imposible de resolver. Depende de la
capacidad de negociación de las partes. El peor adversario lo tiene el
PSOE dentro de sí mismo o en sus aledaños. Los barones de las marcas
periféricas, los jarrones chinos, ahora acompañados de teteras y
bandejas de Sèvres, los grandes comunicadores bien avenidos con el
gobierno, tratan de forzar la mano de Sánchez, convenciéndolo de la
necesidad de abstenerse y dar paso a un gobierno del PP. Argumentan
asimismo que aquellos resultados electorales no legitiman al PSOE para
gobernar. Ese criterio solivianta a la militancia y al electorado, las
bases sobre las que Sánchez debe apoyarse para mantener su negativa al
PP en cualesquiera circunstancias.
Es posible evitar terceras elecciones y licenciar al gobierno del PP. Depende del PSOE.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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