Sigo pensando que el programa
independentista republicano catalán es la verdadera oposición al
gobierno y al Estado. Conviene distinguir para entender lo que está
pasando.
Una
mentalidad mecanicista dirá que, pues es oposición, debe alinearse con
la oposición en el congreso. Pero esa idea ignora la vertiente de
oposición al Estado, para la cual el gobierno es un medio, pero no un
fin en sí mismo. El gobierno catalán tiene su propia hoja de ruta y le
es indiferente (hasta cierto punto) quién le haga el contrapunto en
España.
La
composición de la mesa del Congreso fue un vodevil, casi una comedia de
enredo, entreverada de resonantes propósitos y despropósitos. Según
versión nacionalista catalana, estando en negociaciones con el PSOE,
Iglesias terció a las escondidas, proponiendo el nombre de Domènech en
detrimento de López. Preguntado Errejón -a su vez en negociaciones sobre
López-, al parecer, no sabía nada. Es portavoz, pero portavoz
desafinada. De ser esto así (que también puede tratarse de una fábula
del PDC y ERC para justificarse ante la crítica de haber facilitado las
cosas al PP), cabe entenderlo en tres claves distintas, pero
complementarias.
Según
la primera: en Podemos alienta una fuerte inclinación anti-PSOE que
viene de la antigüedad comunista con la vieja ambición del sorpasso
anguitiano. El enfrentamiento a gritos entre el diputado Zaragoza
(PSOE) y el diputado Monereo (UP), sacándose a relucir mutuamente las
parejas de la vergüenza (Anguita/Aznar y Vera/Barrionuevo) ya vaticina
lo que nos espera de bronca en la legislatura en la que el PP y C's
harán lo que quieran mientras las izquierdas se zahieren.
Según
la segunda clave, Podemos no cumple sus promesas. La de la nueva
política con la crítica implícita al parlamentarismo ("no nos
representan") se ha transformado en un frenético cabildeo a la usanza de
la más vieja política, con reuniones secretas, ambigüedades,
falseamientos. Y todo eso mientras se acentúa la política de gestos para
la audiencia, normalmente vacíos, pero con intención de construir un
ambiente simbólico de ruptura que se proclama pero no se practica.
Según
la tercera clave, Podemos no es serio en su acción política en
conjunto. En su dirección y no solo en su líder, hay una confusión
permanente entre las instituciones y los medios. En realidad, se
instrumentalizan las instituciones al servicio de los medios. Porque se
confunde a los medios (de comunicación) con los fines. Podemos hace una
política espectáculo que ya permite prever que seguirá haciéndola
durante la legislatura: grandes, ampulosos, gestos mientras la grisácea
tarea de gobernar el día a día, de legislar y organizar la vida
corresponderá a la derecha.
Tenía
que ser un vodevil y lo fue. Los de Podemos quedaron de villanos de la
obra, veletas tornadizas sin sentido de la lealtad y los socialistas
como bobalicones a los que se engaña como a los niños. Ahora, por
despecho, dicen que la composición de la mesa -facilitada por los
nacionalistas- ya preanuncia que el PP podrá formar gobierno y lo animan
a buscar los apoyos que le faltan porque suponen, con escasa
justificación, que los nacionalistas no favorecerán un gobierno del PP.
Pero pueden hacerlo, como han propiciado la composición de la mesa, ¿por
qué no?
Si
hay un gobierno del PP en minoría, será igual al existente y procederá
de idéntico modo. Hay quien dice que, al estar en minoría, tendrá que
moderarse. Es lo que argumentan los socialistas más conservadores para
provocar la abstención del PSOE. Pero es obvio: si el PSOE se abstiene,
se hunde. Apoyar el gobierno más desprestigiado, inepto y corrupto de la
democracia no es un acierto. Además, no es verdad que, al estar en
minoría el gobierno se modere. No le hará falta porque jugará con las
divisiones y enfrentamientos de la oposición que es más oposición hacia
dentro de sí misma que hacia fuera.
Es
tal la seguridad de la derecha en este salida que Rajoy cuenta con que
el Rey pida a Sánchez la abstención. Nadie en España se ha tomado nunca
muy en serio la Constitución, pero esta descarada pretensión de la
derecha de instrumentalizar al monarca, rebosa la imaginable. ¿No son
estos los que predican la neutralidad política de la corona? Para el PP,
la monarquía no es un fin en sí mismo sino un medio para el
mantenimiento de su poder de partido.
Entre
tanto, llegará septiembre, se verá cuánta gente sale a la calle el día
once en Cataluña y se iniciará la etapa final del proceso. En realidad,
ya ha empezado pues el Parlament tendrá que responder a la petición de
Tribunal Constitucional de que suspenda la tramitación de la legislación
de desconexión. Ahí se dará la primera escaramuza. Luego llegará la
cuestión de confianza a Puigdemont. La CUP puede votar que no o que sí.
Si vota que no se convocarán nuevas elecciones y el resultado puede ser
terriblemente variado. Y el proceso habrá sufrido un retroceso. Si vota
que sí, el proceso seguirá a toda velocidad, con independencia del
gobierno que haya en España.
A
partir de ese momento se entrará en una dinámica de conflicto que no
tiene por qué ser muy distinto con un gobierno de derechas o de
izquierdas ya que ambas corrientes españolas son dinásticas, incluido
por omisión sedicentemente astuta, Podemos. Y ahí es donde se verá si
las concesiones en la composición de la mesa del Congreso son meras
maniobras tácticas que no afectan a la voluntad de llevar adelante el
proceso constituyente republicano o si son claudicaciones en mayor o
menor medida. Todo pronunciamiento anterior en pro o en contra será un
juicio de intenciones.
Intenciones
¿respecto a qué? Respecto a un panorama político español tan
deteriorado que la opción con mayores posibilidades es la confirmación
en el poder del mismo gobierno que ha traído al país a este desgobierno y
presidido por el principal responsable de todo ello que se niega a
admitir responsabilidad alguna por sus actos.
La
dirección del PSOE es incapaz de gestionar la posición de absoluta
centralidad que le ha correspondido. Igual que el asno de Buridán, no
puede pronunciarse por ninguna de sus dos opciones. Su concepción
"uninacional" de España lo acerca al PP, justo el partido con el que no
quiere saber nada. Su inclinación al reformismo socialdemócrata y a la
izquierda en general lo empuja hacia Podemos, un partido cuyo objetivo
esencial es acabar con el PSOE. Abstenerse es no decidirse y, como el
asno de Buridán, perecer por inanición.
En ese panorama, ¿de dónde saca el personal que los indepes catalanes están claudicando en su objetivo propio?
Primer aviso
La declaración de Homs de que el PDC
está dispuesto a propiciar un gobierno de izquierda en Madrid sin poner
el referéndum como condición inexcusable, provoca desconcierto en el
campo independentista. Lógico. A primera vista parece un frenazo en el
proceso.
No obstante, tiene
fácil defensa si se aplica un criterio práctico. El primero de todos es
dejar claro que no poner el referéndum como condición sine qua non para
la constitución de un gobierno en España no significa renunciar a él. Al
contrario, la colaboración en la puesta en marcha del gobierno español
no obsta para que el catalán siga con la hoja de ruta en los términos
que especifique el Parlamento.
Muchos
defienden que, en el fondo, a los indepes les es indiferente el
gobierno de Madrid y esta consideración tiene su base. Las izquierdas
españolas son antes españolas que izquierdas mientras que las derechas
son antes derechas que españolas, por muchos gritos patrióticos que
vayan dando. Pero algo es hoy innegable: el desgobierno de la derecha
está destrozando el país.
La
cuestión táctica es muy clara. Su único problema es su verosimilitud.
Eso es algo que solo se mide a la luz del cumplimiento de la estrategia.
Pero aquí estamos ya en el medio plazo, en donde se acumulan promesas,
engaños, desengaños. El modo de hacerlo es sencillo: se apoya un
gobierno de izquierdas en Madrid mientras se sigue impertérrito con la
hoja de ruta en Cataluña. En Madrid se debate sobre la reforma de la
Constitución mientras en Cataluña se discute sobre el RUI o la DUI y se
adoptan las medidas precisas.
Si
en España se constituye un gobierno de izquierdas, la Generalitat
tendrá un interlocutor distinto del don Tancredo hasta la fecha. No se
sabe si mejor o peor, pero distinto; lo cual ya es algo. No creo que
haya alguien a quien parezca una buena idea que el actual gobierno en
funciones prolongue su desgobierno. Unas terceras elecciones generales
no benefician a nadie.
Pero
tampoco lo hacen unas catalanas. Y es la cuestión que se planteará en
Cataluña, a la vuelta del verano y después de la Diada. Exactamente,
¿votará la CUP a favor de Puigdemont o este perderá la cuestión de
confianza y será preciso convocar nuevas elecciones?
La
perspectiva de una nueva consulta catalana introduce un poderoso factor
de incertidumbre. El eje izquierda/derecha se cruza ahora con el
independentista/no independentista y permite vislumbrar posibles cambios
en las tendencias de voto. En Comú Podem y CSQEP pueden llegar a
confluir en una operación de lanzamiento de Ada Colau como candidata a
la presidencia de la Generalitat con un programa nacional confuso que no
augura nada bueno para el voto independentista. Y todos los vaticinios
predicen un resultado también malo a la CUP.
En
definitiva, todo son imponderables que solo pueden conjurarse
garantizando la confianza a Puigdemont y colaborando a desarrollar y
aplicar la hoja de ruta. Sin imposiciones y sin complacencias.
Un
gobierno de izquierdas tendrá una actitud menos hostil hacia Cataluña
que uno de derecha. En último término, la petición de un referéndum es
muy razonable e inevitable. En la izquierda española probablemente así
se considera, aunque mucho menos en el PSOE. En este punto, los
socialistas necesitan algo de pedagogía . Si, a pesar de todo, no se
consiguiera la consulta, los indepes pueden dejar de apoyar el gobierno.
Es decir, tienen cierta fuerza a la hora de presionar. No para imponer,
pero sí para bloquear.
Y eso
siempre es una garantía. Sobre todo teniendo en cuenta que el no al
referéndum ya lo tenían de antemano. Una subsiguiente negativa de las
izquierdas españolas equivaldría a una especie de terremoto en Cataluña,
en donde las fortunas electorales de los partidos que quieren mantener
la vinculación con España se hacen más problemáticas.
El
referéndum es todo en Cataluña, pero es nada en España. Sacrificar la
nada para conseguir el todo es inteligente, aunque sea complicado de
entender.
El franquismo sociológico
Con motivo del 18 de julio, exaltación
del golpismo militar delictivo español, los de TeleSUR me hicieron una
entrevista que van a ir poniendo por fases. Según me vayan llegando, las
iré subiendo. En este caso se trataba de ver si podíamos identificar
eso que llamamos el franquismo sociológico,
es decir ese veinticinco o treinta por ciento de la población directa
indirectamente beneficiados por la dictadura, su arbitrariedad, su
corrupción, su favoritismo. Más o menos, el pocentaje de votantes fieles
del PP, partido franquista, fundado por un ministro de Franco y poblado
hasta las tejas de nostálgicos del franquismo, herederos ideológicos y
biológicos de la dictadura. Cuando se dice dictadura se dice un régimen
ignominioso, tiránico, brutal, que infantilizó a la población, sometida
al terror y el sistemático lavado de cerebro de los falangistas, los
medios de comunicación, la Iglesia, el sistema educativo, etc. Se dice
una población despojada de sus derechos fundamentales, acobardada,
imposibilitada de protestar y, en buena medida -en la medida de este
"franquismo sociológico"- feliz de intercambiar libertad y dignidad
humana por la aparente seguridad del paternalismo más despreciable.
Volveremos sobre todo ello llegado el momento.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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