Con su presencia en el Salón del Trono del Palacio Real –‘el Palacio
de todos los españoles y un símbolo de nuestra Historia’- y un mensaje
firme en el tono y los gestos, el Rey Felipe VI ha querido subrayar ‘la
grandeza de España’ y ‘el orgullo de ser español’ en este tiempo de
desánimo e incertidumbre que invade a la sociedad española. El que
conduce a una constante devaluación y relativismo de cuestiones
esenciales como lo son la Nación española, su Historia y su Cultura.
‘Ser y sentirse español, querer, admirar y respetar a España, es un
sentimiento profundo, una emoción sincera y es un orgullo muy legítimo’,
dijo el monarca. ‘Nos debe importar España’, añadió el Rey, y he aquí
el núcleo o mensaje principal del discurso del Jefe del Estado que
también subrayó la primacía de la Constitución y de la legalidad,
advirtiendo a quienes amenazan la unidad de España que hay que respetar
el orden constitucional. Y que la ruptura de la ley lleva ‘a la
decadencia, el empobrecimiento y el aislamiento’.
‘Somos una gran Nación, somos un gran Estado’ ha dicho el monarca en
su mensaje de Nochebuena que concluyó con palabras de recuerdo a la
reconciliación nacional que se abordó, ahora hace cuatro décadas, con el
inicio de la Transición. Para invitar a los españoles ‘a darse la mano y
no la espalda’.
Invitación dirigida a los ciudadanos de a pie y a los dirigentes
políticos en este tiempo de esperados pactos para lograr la
gobernabilidad del país, tras el complicado y fracturado Parlamento que
acaba de salir de las elecciones generales del pasado día 20.
De ahí la frase del Rey en la que afirma que ‘los intereses generales
deben de estar por encima de todos nosotros’. Una sola y liviana
alusion a los pactos de gobierno sobre los que el Rey no ha querido
decir nada, para no contaminar su función institucional. Lo contrario de
lo que hizo monseñor Blazquéz pidiendo al PSOE su abstención en favor
del PP y entrometiendose en los terrenos del Cesar que no son de su
incumvencia.
El discurso del Rey ha sonado a una ‘arenga’ dirigida a la conciencia
de los españoles recordándoles su ‘fuerza, carácter y talento’. Para
que recuperen la confianza en ellos mismos y en nuestro país y ello
sirva de impulso hacia un tiempo mejor.
Sin duda es un discurso novedoso donde la palabra ‘España’ figura
como el hilo conductor del mensaje real. Algo que en otras ocasiones
parecía una obviedad, pero que en este tiempo –de amenaza contra la
unidad nacional y de insultos y vejaciones contra los símbolos del
Estado- se ha convertido en una necesidad digna de subrayar.
Sobre todo para aquellos que consideran posible y sin trascendencia
alguna -para ellos y el resto de los españoles- la ruptura de la unidad
nacional, o la parcelación de la soberanía nacional a través de
inconstitucionales referéndums de autodeterminación. Porque si no hay
conciencia nacional no habrá Nación ni Estado, ni España, ni Europa.
Este discurso ha sido, sin duda, especial y seguramente inspirado en
el creciente sentimiento de desánimo de gran parte de la sociedad. Y
será criticado precisamente por quienes, desde un nacionalismo
excluyente, verán en el renacer de un ‘nacionalismo español’. E incluso
por quienes consideran que el Palacio Real no está lejos de la Puerta
del Sol.
Allá los nacionalistas excluyentes pero el origen de este impulso no
viene dado como réplica al legítimo sentimiento nacionalista de algunos
pueblos de España y a sus aspiraciones de independencia territorial,
sino que forma parte de una respuesta obligada a las mentiras que ellos
han difundido sobre España y a los ataques a nuestra dignidad nacional,
violando de paso y con el mayor desparpajo la legalidad.
Otra cosa bien distinta será el posible debate sobre el uso en este
discurso del salom del trono del Palacio Real. Quizás el Museo del Prado
hubiera sido, para el discurso de ‘la grandeza de España’, un escenario
mucho mas adecuado e imparcial.
(*) Periodista
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