Falangito llaman a Rivera en las
redes, que son como corralas de maledicencia tecnológica. Según parece,
el líder de C's se irrita con el apelativo, no sé si por lo que tiene de
Falange o lo de Naranjito, también relacionado con el color de su
partido. Hay quien dice que esa irritación explica por qué el hombre
propone legislar la posibilidad de bloquear el acceso a internet en
estado de excepción. Como en Cuba o en China, según dicen. Bloquear
internet. Como el que clausura una sala de fiestas. En fin. No puede
evitarlo. Lo lleva en su educación, su experiencia, su forma de ser.
Bien claro quedó en el Intermedio,
cuando admitió a regañadientes que hay que hacer justicia a los
asesinados y enterrados en cunetas por todo el país pero que el asunto
de eliminar placas y otras señas e iconografías del franquismo no es
necesario. Eso provocó una respuesta de Wyoming de antología. Rivera no hará nada contra el franquismo, ni lo condenará (ya evitó hacerlo en el Parlament catalán) porque lo lleva en los tuétanos, porque es un producto del franquismo pasado por el escaparate neoliberal.
El
espectacular ascenso de C's viene impulsado por un lanzamiento
mediático que solo cede al que disfruta Podemos, aunque con menor
fortuna electoral. Rivera capitaliza en votos cada minuto de televisión,
mientras que Iglesias pierde mucha fuerza en las discordias internas de
su partido que cada vez se parece más a IU por las reyertas y
venganzas. Ventaja inconmesurable para Rivera, al frente de un partido
unido como una piña, con unos líderes sacados de castings, réplicas
desvaídas del jefe y en el que todo es misterioso, desde su
organización y funcionamiento hasta su financiación. Solo se sabe que el
control de Rivera es férreo y que nadie discrepa. Puro estilo
movimiento y movimiento nacional.
Carlos Delgado acaba de publicar un libro que lleva el muy gráfico título de Albert Rivera es un lagarto de V
con una portada en que aparece el interesado con medio rostro suyo y
medio de uno de los lagartos de una vieja serie de televisión en donde,
si no recuerdo mal, los lagartos se comían las ratas vivas, cogiéndolas
por el rabo. La imagen es bastante repulsiva y casa poco con la de
broker vivaz y expeditivo que Rivera cultiva por los platós. Pero vale, y
mucho, la idea subyacente de la personalidad ambigua, doble, del
candidato. Es catalán y es español. Es de derechas y de izquierdas por
transversalidad. Es liberal y es ordenancista. Es distante y cercano.
Frío como un lagarto y cálido al modo de los testigos de Jehová. Todo lo
que es, es doble.
La política de Dios
Ya están los curas otra vez en danza,
metiéndose en política con la orientación de siempre. Ahora la toman con
el independentismo catalán y convierten la unidad de España poco menos que en dogma de fe.
En realidad, la iglesia española no ha dejado de ser nacionalcatólica
nunca. Y sigue en cruzada. Rouco Varela, de la tierra del glorioso manco
de barbas de chivo, es un cruzado de la causa, un cura trabucaire en
defensa del trono y el altar. Es inútil explicar a los prelados
españoles que el clero catalán ve la cuestión desde un punto de vista
muy distinto que cabe considerar favorable al independentismo. ¿Van a
excomulgar a los curas catalanistas? No parece ni remotamente posible.
Así que esta es una batalla que los españoles podían haberse ahorrado.
Pero
no lo harán. Es un clero hirsuto, montaraz. Trae causa de la cruzada
que arrancó un glorioso 18 de julio. Por eso, según parece, mañana, 40
aniversario del fallecimiento del Caudillo que la Iglesia llevaba bajo
palio, se celebrarán quince misas en su memoria
y, supongo, por el eterno descanso de su alma. Amén, que descanse, sí,
eternamente. Se dirá que son los franquistas, los excombatientes, los
veteranos de la División Azul, los que organizan los actos. Pero, para
que haya misas, tiene que haber curas que se presten voluntariamente
porque, que yo sepa, los servicios de los curas no son como los de los
taxis. Y, con los curas, la Iglesia entera honra la memoria del
caudillo.
Y
no solo honra la memoria del Caudillo sino que sigue su obra. Allí
donde Franco había combatido a los homosexuales con la Ley de Vagos y
Maleantes, el obispo Reig, de Alcalá de Henares, los considera enfermos y
se ofrece a curarlos. Porque está muy puesto en razón que la sexualidad
de cada cual solo pueda vivirse según las ordenanzas de uno que no sabe
lo que es o, si lo sabe, que todo es posible en este pícaro mundo,
debiera callarse.
La
Iglesia está en política en España siempre, y del lado de la derecha,
de la más tradicional oligarquía. Hace un trabajo espléndido en
garantizar la obediencia y sumisión del pueblo controlando el sistema
educativo, interviniendo activamente en la organización de la vida
cotidiana colectiva organizando las festividades, los ritos, los
símbolos y propagando su doctrina a través de medios de comunicación
audiovisuales financiados con cargo a las aportaciones que todos los
ciudadanos hemos de hacer a su caja.
Con
esta intensa actividad política, la Iglesia defiende sus intereses,
amplios y muy diversos, como corresponde a una organización que en
España es un Estado dentro del Estado, con abundancia de ingresos
procedentes de transferencias públicas directas, subvenciones,
exenciones de todo tipo y de actividades mercantiles privadas todas
ellas acogidas a un sistema de privilegios por el que la Iglesia no paga
impuestos de ningún tipo. Eso es lo que la derecha (y el PSOE hasta la
fecha) ha conservado y lo que las izquierdas (ahora también con el PSOE
en algunas partes) pretenden quitarle.
Vamos,
que ganan las izquierdas y empiezan a pedir que la Iglesia pague el
IBI. Ganan las izquierdas y empiezan a pedir que la Iglesia devuelva la
Mezquita.
La Iglesia en España, ¡qué tema!
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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