Me sugiere un lector mallorquín
independentista y partidario de la CUP que trate la corrupción de CDC y,
en concreto, la figura de Mas. No tengo inconveniente y quizá convenga
precisar algunos puntos.
En
alguna ocasión he comparado a Mas con Rajoy para señalar la distancia
casi sideral entre ambos en cuanto a capacidad, formación, categoría
intelectual y otras virtudes a favor de Mas. El catalán es un político
de nivel europeo; el pontevedrés no llega ni a político. Es un maula de
poca monta. Ahora bien, ese juicio no implica valoración positiva alguna
en el orden público para Mas o para su partido, Convergència
Democratica de Catalunya, hasta hace poco maridada con los
democristianos de Unió Democratica de Catalunya. No comulgo con la
visión neoliberal del mundo, que es la de Mas, y tampoco con las
prácticas corruptas que han afectado a la organización de su partido. El
escandalazo de Pujol, padre de la patria, ha dejado el prestigio del
nacionalismo burgués por los suelos. Pero al mismo tiempo el intento de pujolizar
el independentismo ha fracasado. El caso Pujol se ha quedado en los
límites de la familia y no ha deslegitimado el proyecto soberanista.
Una
prueba más de que este asunto del soberanismo catalán se articula en
otro horizonte conceptual. Romeva, en la entrevista de hoy de El País subraya que la situación en Cataluña es excepcional. Sin duda, por eso él es cabeza de lista de Juntos por el Sí, en la que Mas ocupa la cuarta posición. La excepcionalidad surge del momento que puede llamarse el birth of a nation
si prescindimos de la intencionalidad agresiva y reaccionaria de
Griffith. En el instante del nacimiento, cuando todas las baterías del
sistema consagrado y gran parte de las que se supone son oposición están
en contra, parte de los independentistas llama a la union sagrada de
todos, con olvido de otras consideraciones. Igualmente, otra parte de
los independentistas se negará a ese olvido. Pedirá el voto por la
independencia, pero sin mezclarse con el "enemigo de clase". Es el caso
de las CUP. Los otros, los de Juntos por el Sí anteponen el eje nacional al social.
Llegados
aquí no faltará quien diga que Mas se ha puesto al frente del
movimiento independentista para esconder sus vergüenzas. Son los
descendientes del escéptico Samuel Johnson, el de "el patriotismo es el
último refugio de un canalla." Podría ser el caso, desde luego, pero no
daría para mucho porque el hecho es que hay un movimiento y que Mas ha
estado hasta ahora a su frente. Podría ser otro, sin duda, pero ha sido
él y él ha aceptado el reto. Si sus motivos no son santos es asunto
irrelevante. Y esto sin contar con que muchos de quienes quieren
desautorizar el nacionalismo catalán subrayando la presunta corrupción
de Mas son los que jamás protestan de que las grandes proclamas de
patriotismo nacional español suelan estr formulads por ladrones y
sinvergüenzas.
Lo
que el movimiento soberanista ha hecho hasta la fecha es correcto y más
que correcto si se tiene en cuenta que corresponde a un proyecto nuevo,
obligado a abrirse camino en terreno ignoto y a mantener una actitud de
vigilancia permanente para no ser destruido por una fuerza hostil ajena
dispuesta a valerse del pretexto más nimio para intervenir.
Los franquistas no dimiten
Pedro Sánchez está desolado porque el
santero Fernández no dimite después del esperpento que protagonizó en
sede parlamentaria, contando un par de patrañas y riéndose de sus
colegas diputados de la Cámara. Es verdad, en cualquier país de Europa,
este hombre ya no sería ministro. Sospecho que, en realidad, en ningún
país de Europa hubiera sido ministro ya en un primer momento. Pero eso
es otro asunto. En ningún país de Europa tampoco llegaría a presidente
del gobierno alguien como Rajoy. Efectivamente, es otro asunto.
Volviendo
al nuestro. Sánchez echa mano de la retórica. De sobra sabe él, o
debiera saber, que el santero no iba a dimitir. Precisamente por eso se
postuló enseguida para comparecer en el Congreso. En España, cuando un
ministro pide ir al Congreso es porque tiene algo que mentir. Y allí fue
el santero a contar las mentiras de los tuits, metiéndose de paso en
veinte charcos porque Rato no tiene cuenta de twitter, las amenazas
tuiteras son cotidianas, precisamente muchas de ellas vienen de su
partido, de los militantes y cargos de su partido. Además, es dudoso que
el hombre sepa de lo que está hablando.
Pero
sí de lo que no va a hablar, esto es, de su dimisión. La dimisión no
entra en los cálculos de los neofranquistas, en el poder desde 2011.
Muchos, entre ellos Pedro Sánchez, según se ve, se asombran de lo
coriáceos que son los cargos de la derecha a la hora de asumir
reponsabilidades políticas por sus innumerables meteduras de pata.
Asombro injustificado. A Franco no le dimitió nadie en cuarenta años de
gobierno, con más de un centenar de ministros. Solo al final de su
dictadura lo hizo un alto cargo que no era ministro, en solidaridad con
un ministro depuesto. Los franquistas no dimitían. Estos tampoco. Y
bastante es que den explicaciones, aunque sean un conjunto de patrañas
que echan como pasto a la chusma y a la canallesca.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario