En los
últimos días han salido del entorno de Rusia y su periferia noticias muy
heterogéneas pero con una raíz común: un empeoramiento general de los
indicadores económicos y un incremento, en lo que llevamos de agosto, de
las tensiones en Ucrania oriental, hasta el punto de que el secretario
de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, expresó a su colega ruso,
Sergei Lavrov, el pasado jueves, “su grave preocupación” por lo que allí
sucedía.
Los indicadores económicos
El
número de pasajeros de vuelos internacionales que transitaron
por los aeropuertos rusos en los seis primeros meses de 2015 se
redujo un 22,6%, o 1,1 millones plazas menos que en el mismo periodo
de 2014, según datos de la Agencia Federal de Transporte Aéreo
publicados en julio pasado. Numerosas compañías occidentales y de
Oriente Medio han reducido el número de sus vuelos a destinos
rusos. y/o vuelan con aviones de menor capacidad.
La
estadística refleja el doble efecto de la devaluación del rublo y
la caída del PIB, con una reducción correlativa en el número de
empleos bien remunerados como para financiar vacaciones en el
extranjero o ir de negocios. A su vez, esos dos efectos tienen por
causa original el régimen de sanciones occidentales contra Rusia
por sus acciones en Ucrania y otros lugares de su periferia, y por
el drástico descenso de los ingresos por venta de petróleo.
Fenómenos
coincidentes con los anteriores son la fuga de $151.000 millones
de capital y la reducción del 50 % en el volumen de las
inversiones extranjeras, en 2014.
La imposición, este 5 de
agosto, de un bando contra la importación de productos de consumo
europeos de calidad es otro indicador interesante. Desde
primeros de año operaba una prohibición de productos europeos
frescos, pero empresarios bielorrusos y kazajos los
reexportaban a Rusia con documentación falsificada,
beneficiándose de la unión aduanera de sus países con Rusia.
Hace
pocos días, para dejar sentado que todo coladero está cerrado, el
gobierno ordenó la destrucción de toneladas de alimentos de
marcas europeas, causando la indignación de parte de la
población, sobre todo de las familias que apenas llegan a fin de
mes.
Antes incluso de que estallase la crisis de Ucrania, a
principios de 2014 - la cual tuvo como consecuencia la imposición
de sanciones económicas y políticas a Rusia-, Moscú ya estaba en
aprietos. Entre 2008 y 2009 el país estuvo en recesión. Apenas
recuperado a partir de 2010, la economía volvió a la recesión en
2013. Luego vino (principios de 2014) la anexión de Crimea y el aumento
del gasto militar y de los subsidios a las milicias prorusas de
la región de Donestk, con las consiguientes sanciones
occidentales. Para mayor escarnio, a mediados del pasado año los
precios de la energía comenzaron a descender. El petróleo se
cotiza actualmente a menos del 50% de su precio el año anterior.
El
gobierno ha reaccionado por dos vías: reduciendo el presupuesto
en un 10%, excepto los gastos de defensa, y trasladando la mayor
carga de los recortes a las 83 regiones federales de que se compone
el estado ruso. Se considera que el número de regiones en
dificultades económicas significativas es superior a 60,
reduciendo su capacidad de mantener su nivel de contribución al
gobierno federal. Estas contribuciones se acercan a los dos
tercios de sus ingresos internos, aunque luego el gobierno les
devuelve una media del 20% de lo recibido por el tesoro.
Las
recesiones de los últimos años forzaron a las regiones a
endeudarse. Si en 2010 tenían deudas por $35.000 millones, las
actuales se estiman en $103.000 millones. La contribución del
gobierno federal a las regiones se han reducido drásticamente:
$56.000 millones en 2012 y sólo $28.000 en 2014. Consciente de que los
problemas regionales se airearán políticamente de cara a las
elecciones de ese nivel, del próximo septiembre, el gobierno ha
pedido a la banca estatal Sberbank y VTB que aumenten su
financiación a las regiones. No es seguro que el primero esté en
condiciones de atender el requerimiento, porque su propia
situación “es complicada”, según declaró su presidente.
Indicadores de seguridad
Putin,
a pesar de todo, ha venido gozando de un alto nivel de popularidad
desde su enfrentamiento con Occidente por Ucrania. Si las sanciones
acaban obligando o no a los rusos a apretarse aún más el cinturón,
esa popularidad se pondrá a prueba.
La estrategia de Putin
ante las crecientes estrecheces es no ceder hasta que vea una
amenaza cierta de protesta en la calle o revueltas en las
provincias. Sólo entonces echaría mano de parte de las reservas
federales, de unos $540.000 millones. En realidad, necesita
todos los recursos disponibles, para su uso de cara a las
elecciones generales de final del próximo año, cuando las protestas
por las estrecheces pueden reducir su nivel de apoyo.
Las
reservas son tanto más críticas cuanto que este año el crecimiento
económico será de -3,2%, y un triste 0,7% en 2016, según prevé el
ministerio de Economía y Desarrollo.
En cuanto a los
indicadores de riesgo militar, todos se dan en relación con la
crisis de Ucrania. Desde primeros de mes se observa un incremento en
la rotación de efectivos secesionistas entrenados en Rusia, que
pasan a ocupar posiciones en la parte oriental del país,
coincidiendo con ataques contra el ejército ucraniano. Éste último
denunció que el pasado lunes hubo 127 ataques, que mataron al menos
tres de sus soldados.
Las regiones rebeldes de Ucrania
oriental se proponen llevar a cabo, entre octubre y noviembre, unas
elecciones que el gobierno de Kiev rechaza de plano. La OTAN mira
estos cambios políticos y militares con preocupación, y a
finales de agosto tendrá sus Unidades de Fuerzas Integradas
preparadas para su despliegue en los países de la periferia
occidental de Rusia.
Como se ve, no hay en perspectiva alivio
para los desvelos del presidente Putin por el bienestar y
seguridad de su pueblo y los de sus aliados.
(*) Periodista
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