Los almuerzos en La Moncloa a raíz de
las elecciones del 24 de mayo demuestran que Rivera es un político
veloz. Su objetivo, según parece, era forjar un frente constitucionalista en Cataluña, eso que los soberanistas llamarán indefectiblemente frente unionista o españolista.
Su visión estaba puesta en las elecciones autonómicas catalanas de
septiembre. No habiendo obtenido ningún alcalde en Cataluña, C's
pretende volcar sobre la Comunidad el notable apoyo de que goza en
España. Quiere consolidarse en el Principado. El gobierno no se
entusiasma con la idea porque ve que C's absorbe su apoyo electoral.
Pero, al mismo tiempo, no puede rechazar una alianza nacional-española.
Conclusión: da el caso por perdido, deja la cuestión a las escasas
habilidades de Sánchez Camacho y se concentra en ganar las elecciones de
noviembre. Pero puede suceder que el resultado de estas esté
condicionado por el de las catalanas en medida que no le agrade.
Esa
idea del "frente constitucionalista", que trae efluvios del que se
articuló en el País Vasco hace años, tropieza, sin embargo, con el
rechazo del PSC. Habiendo este renunciado previamente al dret a decidir,
su marchamo español está fuera de toda duda. Si hubo un "frente
constitucionalista" en Euskadi fue porque ETA asesinaba. Pero el
independentismo catalán es pacífico y, por tanto, se responde con una
oferta de reforma constitucional. Esa opción del PSC de reforma
constitucional con modelo federal que reconozca el carácter nacional de
Cataluña es tan legítima como cualquier otra. Lo importante es ver
cuánta gente la apoya. Y cuánta gente apoya las demás. Lo importante es
que haya elecciones y todo el mundo acepte el resultado.
Luego
lo interpretaremos sin duda de formas diversas. De momento, hay un dato
llamativo: tanto C's como el PSC y Podemos se han visto obligados a
acompasar sus discursos con la peculiaridad catalana. El PP se deja por
imposible. El PSC es quien parece haberlo hecho de modo más claro y sin
alteraciones: es la versión catalana de un partido socialdemócrata
español con un avanzado programa federalizante pero no independentista.
Si esta actitud tiene mayor o menor apoyo electoral se sabrá en
septiembre. Pero algo queda claro ya: sea cual sea el resultado, tendrá
un efecto beneficioso en el empeño del PSOE de presentarse a su vez como
partido consecuentemente español en España.
Cataluña
es una china en el zapato de Podemos. Su deserción del frente del Ebro
es lógica ya que resulta impensable alianza alguna con el PP. Pero
también parece serlo con Convèrgencia. Iglesias tiene tan mala opinión
de Rajoy como de Mas. Quizá peor, porque abarca incluso a quienes lo
abrazan. Así se ve obligado a encontrar una equidistancia entre el
nacionalismo español y el catalán. Las equidistancias son malas y, en la
medida en que presentan algún rasgo positivo, alabando la centralidad,
el carácter de puente, ya está el PSC con su dorada oferta
federal-nacional. Nada de extraño que Podemos no dé con el discurso
propio en Cataluña. En especial porque descubre que su pelea es, como la
que tiene en España, con la socialdemocracia.
Algo
similar con C's. Si el frente constitucionalista no incorpora al PSC,
el partido de Rivera quizá considere menos interesante la formación de
una aliana a solas con el PP. Si C's no obtuvo ningún alcalde en
Cataluña en las pasadas municipales, el PP consiguió uno. No suena a
coalición de vencedores. El Partido Popular no es popular en Cataluña y,
verlo del brazo de C's puede redundar en un mal juicio sobre estos
especialmente a cuenta de la lucha contra la corrupción.
Si,
al final, el PP se hunde en la marca catalana, como vaticinan las
encuestas más solventes y lo hace a favor de un robusto C's, como
vaticinan otras encuestas, aunque no tan solventes, es ingenuo pensar
que ello no se hará sentir en el resultado de las elecciones de
noviembre. La lectura obvia será que trae más cuenta una derecha
neoliberal pero civilizada y decente que otra ultramontana, cerril, que
no conoce más medios que los autoritarios y represivos. Y de ahí se
seguirá un poderoso trasvase de votos del PP a C's. De hecho, la
valoración de Rivera es muy alta, incluso como candidato a la
presidencia del gobierno, mucho más que la de Rajoy. Claro que eso
tampoco tiene mérito. Mejor valoración que Rajoy tendría la momia de
Tutankamon.
Héroe y villano
Por fin se presenta en la palestra el campeón del PP, el héroe de La
Moncloa, presto a dar la batalla en las elecciones de noviembre. Viene
esgrimiendo el arma que mejor maneja: su fabulosa capacidad para no
decir nada. Adelanta la reforma del IRPF de 2016 a este año.
Dado que acabamos de hacer la declaración de la renta, la rebaja se
materializará dentro de otro año. Es decir, no es una realidad tangible,
sino una promesa. De Rajoy. Igualmente ha decidido elevar la previsión de crecimiento
unas décimas. Dado que lo que se eleva son sus previsiones, pero no el
crecimiento, resulta insólitamente moderado. Por elevar podría hacerlo
dos o tres enteros.
La
sola presencia del héroe cambia nuestra percepción de la realidad.
Bajar el IRPF dentro de un año y elevar a placer la previsión de
crecimiento sirven, entre otras cosas benéficas, para que no se hable de
que los datos del paro son malos cuando, por la estación, debían ser
buenos y que, para pagar la deuda, el gobierno ha vuelto a meter la mano
en el fondo de reserva de las pensiones. Y no en un futuro incierto
sino aquí y ahora. Decir que eso contrasta con la promesa con la que
Rajoy engañó a la gente en televisión para ganar las elecciones de 2011,
asegurando que no tocaría las pensiones, es aburrir al lector.
La
otra cara de este héroe tan cómico es la del villano. Bárcenas insiste
por escrito en el proceso que se le sigue en que el PP se financió
ilegalmente desde 1982, con Fraga, Aznar y Rajoy y acusa específicamente a Rajoy de haber recibido donativos de empresarios,
entre otras barbaridades. Realmente, de la lectura de la deposición del
extesorero se sigue no que Rajoy sea un villano, sino que es el jefe de
una partida de villanos. Cuando Rivera afrma que, si los papeles de
Bárcenas son ciertos, Rajoy queda inhabilitado como candidato a la presidencia del gobierno
se queda muy corto. Está inhabilitado para ser ahora presidente del
gobierno de España. Eso debió pasar hace mucho, de haber sido España un
país normal. Así como hace mucho que la oposición debió haber presentado
una moción de censura, de ser verdadera oposición.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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