La economía y el paro mejoran pero la situación política empeora. Esa
es la conclusión que enmarca el inicio de las vacaciones del verano a
cuya vuelta se prepara un auténtico zafarrancho de combate político en
un tiempo otoño-invierno en el que generalmente los datos del paro y del
crecimiento económico suelen ser peores que los del semestre inicial
del curso político. Y esta vez en coincidencia con las campañas
electorales de Cataluña y las generales españolas donde todo está por
decidir ante la incertidumbre que revelan las encuestas y la tendencia
que se desprende de los últimos comicios municipales y autonómicos del
pasado 24 de mayo.
Sin embargo y al día de hoy tenemos que subrayar que la tasa de paro
en España ha quedado establecida a finales de junio en el 22,37%, lo que
la sitúa a tan solo dos décimas de la que dejó a finales de 2011 el
Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque luego ascendió en los
dos primeros años del gobierno de Mariano Rajoy hasta el 27% a primeros
de 2013, fecha en la que empezó el descenso actual. Ahora la
recuperación del empleo en el segundo trimestre del año -de abril a
junio- fue 411.000 personas, aunque de ellos 307.000 son temporales y
solo 60.000 son fijos. El número de parados en España se sitúa pues en
los 5.147.000, y el de empleados en 17.866.000.
La noticia permite lecturas diferentes aunque en principio es buena
porque confirma una tendencia positiva en la recuperación del empleo y
la economía. Lo que constituye un triunfo del Ejecutivo de Mariano Rajoy
a quien los resultados le empiezan a dar la razón en las políticas
relativas a la reforma laboral y ajuste del déficit, del que se
desprende el crecimiento de la economía española al 3% en 2015, lo que
nos sitúa en la pista segura de despegue aunque aún no llega a los
sectores más deprimidos de la sociedad.
Se podrá decir que el Gobierno de Rajoy, después de tres años y medio
de legislatura, llevó la tasa de paro a donde se la encontró a finales
de 2011, aunque puede que en noviembre haya superado esa tan fatídica
barrera, lo que tampoco es para tirar muchos cohetes de fiesta. Pero lo
importante -si se consiguen los objetivos de déficit del 4,2 % pedidos
por la UE- es que estamos en el buen camino de la recuperación.
Con estos mimbres económico-sociales el Gobierno de Rajoy pondrá el
acento electoral en la recuperación económica y advertirá al conjunto de
los ciudadanos -como ya lo está haciendo- del riesgo de involución de
la situación económica y social del país si llegan al Gobierno otras
opciones políticas e ideológicas no comprometidas con el ajuste del
déficit. El que para el 2016 deberá situarse por debajo del 3 % según
las previsiones y compromisos pactados con la UE.
Sin embargo, desde el PSOE se dirá que después de cuatro años de PP
en el Gobierno el país está más o menos donde estaba cuando Zapatero
dejó el poder en 2011 y que se ha perdido una legislatura. Lo que no es
verdad porque las reformas estructurales que se han hecho y el control
del gasto público nacional, autonómico y local constituyen una base de
partida buena y preparada para un nuevo ciclo de crecimiento español que
no tendrá los picos de euforia de tiempos anteriores, pero que sí será
más sostenible y alejado de los riesgos de la burbuja inmobiliaria y de
la economía y las finanzas especulativas de los pasados años.
En cuanto al riesgo de la inestabilidad política, que pasa por las
crisis de Cataluña, y que se proyecta sobre un futuro gobierno de
coalición en torno al centro político, todo está por decidir. Y ahí
entran en juego -además de las secuelas de la corrupción- cuestiones
políticas de fondo que separan al PP de sus posibles futuros socios de
gobierno como son las innecesarias (mientras se hacía el duro ajuste
social del déficit) y muy conservadoras reformas legislativas que han
expulsado al PP del centro de la política y divido a la sociedad
española sobre el aborto, la Educación, la llamada ‘ley mordaza’,
reforma del Poder Judicial, etc.
Y no digamos de cara a la que se presenta como inevitable reforma de
la Constitución Española en la próxima legislatura como lo defienden los
partidos de la Oposición y a lo que se opone frontalmente el PP. La
mejora económica y las importantes divergencias políticas están sobre el
tablero del otoño donde la batalla electoral se librará en el centro de
la política y en pos de una difícil y necesaria estabilidad.
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