Al parecer el gobierno francés está estudiando una iniciativa que, en síntesis, supondría parar simbólicamente el reloj de la Eurozona para después echar marcha atrás y empezar de nuevo tratando de corregir los múltiples errores acumulados desde el origen y que tantos problemas y quebrantos están causando. Evidentemente no está dicho así, reconocer todo eso sería políticamente incorrecto, pero de eso se trata.
Dos hechos a destacar. Uno, esto se pone hoy encima de la mesa por la
situación de emergencia total en la eurozona por el problema griego, no
resuelto, y sobre todo porque el ministro de Economía alemán, personaje
importante, ha puesto encima de la mesa un tabú, la salida del euro de
un país, Grecia, aunque sea temporalmente. Dos, la iniciativa francesa ,
a someter a otros países, aparte del componente político y
propagandístico de toda iniciativa francesa, supone una cosa muy
importante y también como la anterior una novedad: reconocer los graves
errores cometidos en diseñar y echar a andar una unión monetaria
incompleta y, por ello, con costes altísimos, algo que se está viendo
todos los días.
Está claro y se irá viendo en fechas inmediatas que el problema
griego no está resuelto. Un país que no crece no puede pagar la deuda
salvo que haya un radical alivio de la misma normalmente mediante una
quita, algo que se hizo con otros países como Alemania o Polonia. Pero
esto no es posible con la actual normativa de la Eurozona. Grecia,
estado semifallido con graves problemas institucionales y económicos, no
parece tener suficiente potencial de crecimiento para pagar sus deudas. Así que Grexit sigue estando ahí por mucho que se quiera ocultar.
Todo esto es el resultado de la iniciativa, según unos visionaria
según otros arbitrista, lanzada por grandes líderes europeos hace veinte
años, de construcción de una unión económica y monetaria pero sin los
elementos imprescindibles de la misma, seguramente pensando en lo de
siempre en la construcción europea: vamos adelante, ya iremos
resolviendo los problemas cuando se presenten. Pero eso, que puede valer
en temas como por ejemplo el desarme arancelario y comercial, no vale
cuando salen a escena temas que afectan al meollo de la soberanía de
cada país cuando además entre ellos hay grandes diferencias económicas e
institucionales.
Un repaso a las posibles propuestas francesas basta
para ver el enorme y muy difícil camino por recorrer. Desde elemento
imprescindibles en una unión económica (Fondo Monetario Europeo,
presupuesto propio, en suma elementos imprescindibles en un gobierno
económico común), hasta de política social (salarios mínimos similares,
seguro europeo de desempleo) pasando por políticos (parlamento de la
eurozona, unión política al fondo) y fiscales (unión fiscal auténtica y
no lo que dicen que hay ahora). En suma, “¡¡¡Es la Unión Política,
estúpido!!!”.
Seguir adelante como hasta ahora está demostrando tener unos costes
sociales altísimos sobre todo para las capas más desfavorecidas de la
población que siguen creciendo. El empecinamiento en los recortes a
ultranza, en las devaluaciones internas y en la austeridad expansiva con
el telón de fondo de una unión monetaria fallida llevan a más de lo
mismo y a la desaparición de ese famoso modelo europeo de la solidaridad
y de la Europa Social, algo que ya parece que pasó a la historia. Lo
estamos viendo con la población de la unión y con la vergonzante
política respecto de la inmigración económica y los refugiados
políticos.
La Eurozona ha llegado a una encrucijada decisiva como muestra el
caso griego. Aquí no vale lo que decía el beisbolista americano famoso
por sus frases célebres Yogi Berra:”Cuando llegues a un cruce de caminos
no lo dudes. Tómalo”. Eso no vale. Europa ha de optar. O camina
decididamente y muy rápido hacia una verdadera unión económica y
monetaria con la unión política al fondo o se decide por un desmontaje
limitado o total de esta pseudounión monetaria empezando por Grexit. No
se sabe cuáles serían sus costes pero sí se sabe, al menos en parte,
cuales son los de quedarse en la situación actual, en tierra de nadie.
Costes muy altos sociales, económicos y políticos.
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