Ayer el foro se vio agitado por tres noticias de grueso calibre cada una
de las cuales provocó un tumulto y entre las tres poblaron el
escenario, el cuadro. El pacto entre PP y PSOE soliviantó a las bases
del último. El barómetro del CIS cargó más de razón a los soliviantados
que ya ven otro sondeo posterior de desplome estilo PASOK. Además elevó a
Podemos a la condición de segundo beneficiario del fementido
bipartidismo, causando seguramente alarma en las cancillerías
extranjeras.
Por último, la ruptura de Tania Sánchez que, como una nueva
Clelia, cruza las líneas para reunirse con los suyos, podrá leerse de
muchas maneras y se hará. Pero una es segura: los comunistas parecen a
punto del ansiado sorpasso, de ganar el viejo contencioso con los
socialdemócratas por el apoyo de la gente, pero a costa de dejar de ser
o llamarse comunistas. Incluso izquierdistas.
Todo
eso está muy bien y es muy entretenido, pero no nos deja ver por encima
de nuestras narices, nos oculta el punto de fuga del cuadro, allí en
donde de verdad se deciden los destinos de nuestro país. Más
concretamente, en Grecia. Y aun más concretamente, entre Bruselas,
Berlín, Frankfurt y París. Un lío, sí, sobre todo para gente poco ducha
en lenguas. Pero un lío más importante para nosotros que los nuestros.
En un post del 31 de enero, La vorágine,
Palinuro decía que las fortunas electorales de Podemos dependerán de
cómo resulten las negociaciones de la Troika, o la UE o la señora Merkel
con Grecia. No se olvidará que Pablo Iglesias (y no sé si los mismos
griegos) planteó las elecciones griegas como una opción entre Syriza, la
soberanía, y Merkel, subyugación. Nueva Democracia no contaba. Después, en la manifa del 31 de enero, sacó a relucir repetidas veces la Patria, la Patria española. A Palinuro esto le suena un poco a la Gran nación de Rajoy y le da más o menos el mismo valor, aunque reconoce que las motivaciones son distintas.
Lo
primero que ha hecho Syriza, sin duda, ha sido poner en práctica tres o
cuatro medidas de justicia social de urgencia para los más necesitados
y, a continuación, ha ido a negociar con la UE, el BCE, Alemania, o sea
con Merkel, que le dejen gobernar. Según el simil anterior, el partido
victorioso pide condiciones al partido derrotado. En realidad, Syriza,
Grecia, depende de la UE como el rey Yugurta de Roma y, aunque no sea de
esperar que acabe ejecutada en la cárcel Mamertina, tampoco lo es que
vaya a conseguir facilidades.
De la Gran nación
de Rajoy, compatible con todo tipo de subalternidad, cabe esperar poco.
Pero si en la izquierda y entre el pueblo prende la reivindicación de
la Patria y, al final, la Patria consiste en negociar otro rescate, habrá una generalizada sensación de frustración. Entre el inmovilismo de la Gran nación, que manejará sin tapujos el discurso del miedo, y la ilusión encendida de la Patria, sobre el trasfondo cárdeno de la crisis griega, ¿qué votará la gente, llegado el momento?
Ese
es el punto de fuga, el punto al que nadie mira porque los pactos, los
sondeos, las broncas, el frente judaico de Palestina y el efecto sifón
de Podemos lo ocultan. Como si, efectivamente, fuéramos soberanos.
Y
el que menos mira, el PSOE que, sin embargo, tiene la posibilidad de
instalarse en el punto de fuga. En otro post de ayer, titulado Esto es lo que hay,
Palinuro veía al PSOE ante otra disyuntiva, tirar hacia el centro o
tirar hacia la izquierda como posibles vías para remontar los malos
augurios de los sondeos y ganar las elecciones. En cierto modo, puede
hasta combinarlas: tirar hacia la izquierda lo suficiente para frenar el
efecto sifón de Podemos, mucho más débil que en IU, y sin dejarse
absorber por él; y tirar hacia el centro lo suficiente para garantizar
la estabilidad pero poner coto a los desmanes de corrupción y
desmantelamiento del Estado del bienestar. Esto de garantizar la
estabilidad suena algo extraño, pero se entiende: ¿cuál es el sentido de
la alianza de Syriza con un partido nacionalista medio xenófobo
pudiendo haberla hecho con otro de izquierda? Lanzar un mensaje de amor a
la estabilidad. Cierto, con un componente patriótico, pero
probablemente irrelevante.
Para
ganar las elecciones se precisa convencer a la gente. El PSOE dispone
de dos mecanismos para conseguirlo que puede poner en práctica tanto si
opta por tirar hacia el centro como a la derecha.
El
primero es la moción de censura que Palinuro no deja de reclamar. Se
perderá. Pero dará una ocasión única y legítima al PSOE de aparecer como
un partido recuperado, serio, con un proyecto concreto y viable que se
expondrá ante la opinión pública española y sin duda será seguido con
atención en el extranjero. Pedro Sánchez es el líder de un partido
parlamentario. Está bien que vaya por la agrupaciones los fines de
semana, pero en donde tiene que hablar es el Parlamento, en donde tiene
que exponer su política, su proyecto, su programa, es en el Parlamento.
Y, si no le dejan, que no le dejan, hágalo por la vía de la moción de
censura.
El
segundo mecanismo, nada desdeñable, es el hecho de que, si es necesario
negociar o renegociar con la UE, el PSOE está en buena posición por
cuanto es también partido de gobierno en Alemania a través del SPD, que
tiene seis ministros en el gabinete. Los dos son miembros del Partido de
los Socialistas Europeos en donde ambos deben acordar políticas que
puedan defender en sus respectivos países.
Y ahí es donde el PSOE tendrá que demostrar que no es igual al PP.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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