MURCIA/CÓRDOBA.- El que fuera gobernador civil de Murcia en los años 1974, 1975 y
1976 y fiscal de carrera, José Aparicio Calvo-Rubio, falleció el pasado día 6 a los
84 años en Madrid, donde residía, y hoy a mediodía fue oficiado un funeral en su localidad natal, Aguilar de la Frontera (Córdoba), según la esquela publicada ayer en el diario 'Abc'.
Aparicio
Calvo-Rubio llegó a Murcia en 1974 desde Lérida, donde había
desempeñado el mismo cargo, y permaneció en tierras murcianas hasta
agosto de 1976, en que pasó al Gobierno Civil de Asturias, del que también tomó posesión con camisa blanca en vez de la azul falangista propia de un jefe provincial del Movimiento Nacional.
Su
estancia en Murcia coincidió con la muerte del dictador Francisco
Franco y con los primeros meses del postfranquismo, unos tiempos de gran
tensión política. Le sucedió el periodista catalán, licenciado en Derecho, Federico Gallo.
Los murcianos que tuvieron oportunidad de tratarlo durante su tiempo de estancia entre nosotros coinciden en que era todo un caballero y para nada una persona autoritaria, dogmática o sectaria.
Paradójicamente la ONU becó a Aparicio para que estudiara e investigara en Roma sobre los derechos humanos antes de ser nombrado gobernador civil de Lérida.
Los murcianos que tuvieron oportunidad de tratarlo durante su tiempo de estancia entre nosotros coinciden en que era todo un caballero y para nada una persona autoritaria, dogmática o sectaria.
Paradójicamente la ONU becó a Aparicio para que estudiara e investigara en Roma sobre los derechos humanos antes de ser nombrado gobernador civil de Lérida.
Terminó su carrera profesional como fiscal ante el Tribunal Constitucional tras ejercer como teniente fiscal en el Tribunal Supremo. Y luego concluyó siendo magistrado en la Sala Segunda (de lo Penal), también del Supremo.
Pero en 1997 llegó a ser el número dos de la Fiscalía General del Estado. Su pasado como gobernador civil del franquismo le invalidó políticamente para el cargo titular pese a su capacidad, diplomacia y habilidad reconocidas hasta por la izquierda demócratica.
Pero en 1997 llegó a ser el número dos de la Fiscalía General del Estado. Su pasado como gobernador civil del franquismo le invalidó políticamente para el cargo titular pese a su capacidad, diplomacia y habilidad reconocidas hasta por la izquierda demócratica.
Varios de sus colaboradores de entonces han destacado su
talante aperturista, dentro de las limitaciones que imponía aquel
régimen político. Era "una persona abierta y centrista", en
palabras de Jesús Bernal Valls, que fue fiscal del Supremo. "A
pesar de proceder del anterior régimen, tenía un talante democrático
muy consolidado. Era de los que querían ir
abriendo el Régimen", añade.
Tras su permanencia en Asturias, se reincorporó a su
carrera profesional, ocupando, entre otros puestos, el de fiscal
especial contra la Droga, el primero de España, bajo cuyo mandato se establecieron las delegaciones territoriales.
De profundas raíces monárquicas, fue miembro del consejo privado de don Juan de Borbón y luego consejero de su hijo, el rey don Juan Carlos. Se le vinculaba al ex ministro franquista y dirigente de Alianza Popular, Gonzalo Fernández de la Mora.
Dotado de una inteligencia sobresaliente y de una prodigiosa memoria, en él confluían pasiones a las que ha entregado sus energías.
La primera de ellas, el Derecho. Formado en la Universidad de Granada, ingresó muy joven en la carrera fiscal, ejerciendo puestos en Badajoz, Sevilla y luego en la Audiencia Provincial de Madrid, alcanzando posteriormente los más altos cargos, convirtiéndose en uno de los grandes teóricos del ministerio fiscal y ocupando durante muchos años la presidencia de la Asociación Española de Fiscales.
Por su trayectoria profesional, recibió innumerables distinciones y reconocimientos, como, por ejemplo, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, la Gran Cruz al Mérito Militar y la Cruz al Mérito Policial.
Dotado de una inteligencia sobresaliente y de una prodigiosa memoria, en él confluían pasiones a las que ha entregado sus energías.
La primera de ellas, el Derecho. Formado en la Universidad de Granada, ingresó muy joven en la carrera fiscal, ejerciendo puestos en Badajoz, Sevilla y luego en la Audiencia Provincial de Madrid, alcanzando posteriormente los más altos cargos, convirtiéndose en uno de los grandes teóricos del ministerio fiscal y ocupando durante muchos años la presidencia de la Asociación Española de Fiscales.
Por su trayectoria profesional, recibió innumerables distinciones y reconocimientos, como, por ejemplo, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, la Gran Cruz al Mérito Militar y la Cruz al Mérito Policial.
La segunda, la política, inoculada por la rama familiar paterna, donde
sobresalieron las figuras de su abuelo Ricardo, diputado en Cortes en
1910 y uno de los grandes hombres de la Restauración monárquica cordobesa, y de su
tío Rafael, recientemente nombrado a título póstumo miembro honorario de
la Corporación aguilarense.
José Aparicio fue desde su juventud también un
ferviente monárquico y a la defensa de don Juan y de su hijo don Juan Carlos dedicó
buena parte de sus esfuerzos.
A
pesar
de las grandes responsabilidades ejercidas, a pesar de haber residido
buena parte de su vida lejos de Aguilar, nunca se despegó de su pueblo
por el que sintió un amor profundo, apasionado, sin límites. Hacía
profesión de fe de ello, mostraba orgulloso sus orígenes por donde
quiera que fuera y ayudaba a sus paisanos cuando se lo demandaban.
Por
ello, siempre que disponía de un pequeño respiro en su agenda, buscaba
el solaz entre los muros de la casa familiar de la calle Moralejo 11-15, donde
al calor de una copa de vino, rodeado de amigos, compartía una tertulia
sin límites, apasionado, como era, de la palabra y maestro en el arte
de conversar.
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