MADRID.- Hay un titular del diario satírico El Mundo Today que decía: «La ONU declara Murcia zona catastrófica sin que haya ocurrido nada en particular». Y otro más reciente: «El Gobierno probará primero el artículo 155 en Murcia y si funciona lo aplicará a Cataluña».
Uno más: «El Gobierno da permiso a Arabia Saudí para que pruebe en
Murcia las armas que le ha vendido». Y el último: «España intenta ceder
Murcia a Reino Unido haciéndola pasar por Gibraltar», según publica hoy El Mundo.
No
seguiremos, pero puede que haya en su hemeroteca 20 o 30 chistes más
del mismo palo. ¿Otro? Venga, va. Palabra que éste es el último: «Descubre a los 20 años que vive en Murcia pero sus padres se lo ocultaban».
Acho, pijo, qué risas.
Si
usted no es murciano, seguramente se habrá reído con los chistes de
antes. Si, por contra, usted sí lo es, seguramente se habrá reído aún
más. ¿Por qué todos nos reímos de Murcia?
«Si utilizamos tanto
Murcia es porque los lectores de allí tienen muchísimo sentido del
humor. Es puro egoísmo: no sólo no se ofenden, sino que además suelen
seguir las bromas y las comparten», admite Xavi Puig, uno de los creadores de El Mundo Today.
«Si de repente hubiera muchísimas quejas se generaría un mal rollo que
sería publicidad negativa para ellos, pero pasa lo contrario si celebras
el humor. El murciano es un público muy agradecido y sabe que, desde la
sátira, lo que hacemos es denunciar el abandono de ciertas regiones».
No son ellos los únicos que se han cachondeado últimamente de Murcia,
convertida en la capital española del hazmerreír en la era de lo
intocable. A finales de 2017, el periódico regional La Opinión de Murcia
llegaba casi a editorializar sobre el asunto: «Los murcianos son el
blanco de multitud de chistes y bromas por el acento, la gastronomía y
las tradiciones. Las parodias abundan en las redes y los sketches y doblajes de escenas de películas con acento murciano se han vuelto tan populares que la única solución posible antes que luchar contra ello es aprender a reírse de uno mismo».
La realidad, admitámoslo, tampoco ayuda. Noticias descacharrantes, sucesos truculentos,
una identidad política difusa, un clima desértico que parece una broma de mal gusto, un acento indiscutiblemente cómico, un mapa con topónimos como Alcantarilla, Escombreras, Los Infiernos o El Mojón (¿en serio?) y el efecto boomerang de aquellas galas horteras bajo el lema
Murcia, qué hermosa eres hicieron el resto.
Hoy
nos preguntamos por qué nos reímos de Murcia, pero también qué se
esconde tras la caricatura. Porque quizás no deberíamos reírnos tanto. O
sí. «Detrás de estos chistes hay un 50% de intención sana de hacer
bromas y un 50% de desconocimiento», asegura el cómico Miguel Maldonado.
«Cuando la gente viene a Murcia suele alucinar bastante porque se
encuentra una ciudad agradable y con mucha vida cuando esperaba algo
parecido a un grupo de personas tirándose piedras a 50 grados de
temperatura».
Miguel Maldonado es el último exponente del humor de (o sobre) los murcianos. Un
mákenah, un titán, una pantera, el último mastodonte de la comedia reclutado por la
factoría Buenafuente. Nacido en Murcia hace 32 años, ha sabido explotar como nadie la autoparodia.
- ¿Se ha convertido Murcia en el nuevo Lepe?
- La naturaleza de los chistes no es la misma. Los
de Lepe giraban más en torno a lo poco avispados que supuestamente eran
sus habitantes, mientras que en los de Murcia, si bien hay un poco de
eso, hay un componente más de miedo. Es decir, se comenta igualmente lo paletos que pueden ser los murcianos pero diciendo: ojo, que también tienen navajas.
Decía el historietista y dibujante Pedro Vera: «La prueba de que los murcianos encajamos bien los chistes es que seguís vivos».
En estos tiempos en los que cualquier broma genera desde una avalancha de amenazas en versión trending topic
hasta una demanda en la Audiencia Nacional, las burlas sobre Murcia no
han derivado en intentos de boicot ni en manifestaciones de ofendidicos armados con pimientos a las puertas de ningún teatro. «Murcia es el oasis de los humoristas», celebra el escritor y periodista Juan Soto Ivars, nacido en Águilas hace 34 años. «Todas las coñas que se hagan sobre Murcia ya las hemos hecho nosotros antes. El murciano ve siempre su murciandad como algo cutre y risible y eso, a la vez que nos permite reírnos de nosotros mismos, nos ha ayudado a ser más creativos».
Cuenta Soto Ivars que de más joven decía que era de Tánger porque lo de ser murciano sonaba (otra vez) a chiste. «Decías
que eras de Murcia y la gente te miraba como pensando: 'Ah, pues no
pareces subnormal'. O te decía: 'Hostia, pues te ha ido bien', como si
vinieras de Mordor».
Según el periodista, el talento
murciano que ha emergido en los últimos tiempos nace, precisamente, de
todo eso de lo que nos burlamos en el resto de España. «Los murcianos
nos hemos aburrido mucho. En Alcantarilla no teníamos cine, la
biblioteca la abrieron cuando yo tenía 12 años y lo más parecido a un
centro cultural que teníamos era el videoclub Manila. Nos moríamos del asco y lo único que podíamos hacer era drogarnos o ser creativos:
hacer cómics, montar una editorial, rodar un corto... Si hoy hay tanto
escritor, tanto artista y creador de aquí, es porque nos hemos aburrido
de cojones».
Si Murcia es el averno en la tierra, ¿por qué pasaron casi seis millones de turistas por allí el año pasado? ¿Pero no decía El Mundo Today que la CNN había utilizado imágenes de Murcia para mostrar la devastación del huracán Irma? ¿Realmente existe una escena cultural emergente en la región?
«La
Murcia que yo conozco siempre me ha parecido un centro de producción
cultural muy potente a varios niveles», asegura el escritor catalán Eloy Fernández Porta.
«En el momento épico de la crisis, en los años 2009 o 2010, Murcia supo
sostener, a diferencia de otras regiones, sus proyectos culturales
pensando en los distintos públicos nacionales, con un tamaño razonable y
una gestión asumible, y sin caer en los delirios de otras ciudades como
Valencia, por ejemplo».
Habla del Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo (Cendeac), de la Universidad, de las galerías de arte, del festival de música Warm Up (antes SOS) o del trabajo de escritores como Miguel Ángel Hernández, que ha triunfado con su novela El dolor de los demás, ambientada en la huerta murciana, y que hace apenas tres años abrió junto a Leonardo Cano
la primera escuela de escritura creativa en la ciudad, el Club
Renacimiento. «Cuando nosotros empezamos a escribir, aquí no había nada y
tenías que irte fuera», cuenta Cano. «Montamos la escuela para dar
respuesta a un ímpetu cultural que era patente pero no tenía forma de
canalizarse».
Según Miguel Ángel Hernández, ensayista, novelista y
Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Murcia, con la
cultura de la región ha pasado como con los chistes. «Se ha ido
generando un ambiente que se contamina. Hace 10 o 15 años se empezó a
vislumbrar una escena musical con grupos como Second o Neuman
que acabaron contaminando a otros grupos. Y algunos escritores
empezaron a ganar premios y a publicar con editoriales nacionales y la
gente de Murcia empezó a creer que era posible. Es una bola de nieve que
va creciendo. Esto no es Madrid ni Barcelona, pero para el tamaño que tiene Murcia la actividad cultural es frenética. Es imposible que una tarde no te estés perdiendo algo. Siempre hay que elegir dónde ir y eso antes no pasaba».
Para ordenar la agenda han surgido proyectos como
Murcia Inspira,
una iniciativa para mostrar el talento de los nuevos creadores
murcianos y celebrar la riqueza artística y patrimonial de la ciudad a
través de disciplinas como la fotografía, el diseño o la arquitectura; o
espacios como
Murcia Mola, una idea de dos profesionales de la comunicación para romper con los estereotipos. "Queríamos
acabar con la imagen de que los murcianos somos unos garrulos o que
esto es un sitio de segunda en el que hace mucho calor y, si te pierdes,
reza para conseguir salir de aquí. Queríamos mostrar lo que la
gente no conoce, que aquí hay mucha gente con ganas de moverse y hacer
cosas, que éste es un lugar pequeño en el que es fácil establecer
conexiones culturales y que Murcia puede molar tanto como Madrid o
Barcelona", cuenta Carlos Quevedo, uno de sus impulsores.
- ¿Cómo se explica la explosión cultural de los últimos tiempos?
-
Mucha gente que se había ido a Madrid o a Barcelona porque aquí no
había tanta oferta volvió a casa con la crisis y se encontró con que en Murcia estaba todo por hacer.
La gente empezó a aplicar aquí lo que había visto fuera y de repente
teníamos cafeterías librerías, editoriales, galerías de arte, estudios
de diseño o nuevas bandas de música... Mira, por ejemplo, Viva Suecia.
La banda Viva Suecia, nacida en un garaje de Murcia y premiada el año
pasado por la MTV como mejor artista español por delante de Love of
Lesbian o la mismísima Rosalía, actúa esta semana en Madrid y, por
segunda vez este año, ha agotado las entradas. "Hay una especie de bulo
que dice que en Murcia no hay nada. Ellos se lo pierden... En el terreno
musical, Murcia lleva décadas aportando bandas de calidad al panorama
internacional", reivindican desde el grupo.
- ¿Entonces por qué todavía nos reímos de Murcia?
- Quizás la clave es que nosotros hemos gastado más tiempo en cultura que en aparentar ser cultos.