Naseiro, Terra Mítica,
Gürtel, Púnica o
Lezo. No es la alineación de un equipo de basquet. Son algunas de las
causas de corrupción que han salpicado al PP nacional o al valenciano. En todas ellas ha aparecido salpicado el nombre de
Eduardo Zaplana, y de todas ellas había logrado librarse el exlíder del PP valenciano. Hasta ayer. La
'Operación Erial' terminó con la leyenda de ese político valenciano que hizo del poder y
de la ambición una forma de ser en política.
Zaplana fue detenido en una
operación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. El
expresidente del Consell perdió la condición de intocable
que había exhibido durante décadas, incluso a pesar de que su nombre se
había asociado en diversas ocasiones a supuestos casos de corrupción.
A la alcaldía de Benidorm gracias a Maruja Sánchez
Zaplana
(Cartagena 1956), licenciado en Derecho por la Universidad de Alicante,
llegó al PP valenciano procedente de la UCD. En Benidorm, la ciudad en
la que se estableció, obtuvo su primer éxito político al alcanzar la
alcaldía gracias al apoyo de Maruja Sánchez, la famosa tránsfuga del
PSPV que aguardó escondida en el hotel de un casino hasta que se
materializó la operación. Zaplana alcanzó la alcaldía en noviembre de
1991 -solo unos meses después de las municipales-.
No duró ni una
legislatura porque sus ambiciones eran otras. El entonces joven
dirigente popular ya era uno de los valores en alza de un partido, el
PPCV, que se había demostrado incapaz de derrotar en las elecciones
autonómicas al PSPV que entonces lideraba Joan Lerma. En una grabación de Lezo, Zaplana retrató el «odio africano» de Aznar a Rajoy
Su predilección por el Opel Vectra 16 válvulas
Zaplana
tomó los mandos del PP de la Comunitat en 1993, en una de esas cenas
que Carlos Fabra organizaba en Platgetes de Oropesa. Con José María
Aznar como principal aval, Zaplana logró desplazar del liderazgo del
partido a Pedro Agramunt, a pesar de que con el expresidente de la patronal regional Cierval
los populares de la Comunitat ya se habían impuesto en
las generales de ese año. En su trayecto hacia la cúpula del partido, el
exlíder del PPCV ya consiguió desembarazarse del caso Naseiro, que
investigó un supuesto caso de financiación irregular de los populares
entre finales de los 80 y principios de los 90.
Una serie de grabaciones
pusieron en el foco a diversos dirigentes del partido. A Zaplana se le
ha venido atribuyendo una declaración en la que proclamaba que estaba en
política para forrarse, aunque ese comentario es del también
exdirigente del PP Vicente Sanz. La grabación que afecta a Zaplana, de
aquella época, es aquella otra en la que proclamaba su admiración por un
vehículo -el Opel Vectra de 16 válvulas- y su deseo de adquirirlo.
Terra Mítica, Julio Iglesias, las cajas de ahorro
Con
Zaplana como candidato a la presidencia de la Generalitat, el PPCV se
impuso en las elecciones autonómicas aunque no logró mayoría absoluta.
El famoso 'pacto del pollo', como lo bautizó Federico Félix, el acuerdo
parlamentario con la UV de Vicente González Lizondo, permitió al
dirigente popular convertirse en presidente de la Generalitat.
Zaplana
fue jefe del Consell desde 1995 hasta 2002. Tras los doce años de
gobierno de Lerma, y especialmente tras una última etapa marcada por la
falta de éxitos políticos, el dirigente popular apostó por una política
de 'grandes proyectos', así la bautizó él mismo, dirigida a poner en
valor el peso específico de la Comunitat Valenciana en el conjunto de
España.
De Zaplana son proyectos como la Ciudad de las Ciencias -tras
modificar la torre de telecomunicaciones que había ideado el Consell de
Lerma- el parque de Terra Mítica en Benidorm o lo que se denominó como
el Proyecto Cultural de Castellón. A Zaplana sus adversarios políticos
le reprocharon ese gasto sin control, ese «tirar de Visa y el que venga
detrás que pague», que en cierta ocasión le llegó a reprochar el
exportavoz socialista Antonio Moreno.
Por aquel entonces, el dirigente
popular ya contaba con Juan Francisco García como su jefe de gabinete y
Mitsouko Henríquez como su secretaria personal -el primero detenido y la
segunda imputada ayer-. En la sala de máquinas del Palau de la
Generalitat, nombres tan señalados como el de Rafael Blasco.
'Pacto del pollo' y absorción de UV
Alcanzada
la mayoría absoluta en 1999, gracias a una legislatura de práctica
'absorción' de Unión Valenciana -primero de muchos de sus cargos (que
aún hoy ocupan puestos de relevancia en el PPCV), y después de su
programa político), a Zaplana pronto se le vio que la Comunitat se le
quedaba pequeña. La creciente visibilidad en Madrid, los viajes para
reunirse con otros presidentes autonómicos, su presencia en la dirección
nacional, y hasta una propuesta de sistema de financiación autonómica.
De su gestión no sólo queda esa apuesta por los grandes proyectos
-alguno de los cuáles, como Terra Mítica, también acabó en los
tribunales-. Durante su etapa como presidente de la Generalitat la
plantilla y la deuda de Canal 9, dirigida entonces por Pedro García, se
dispararon de una forma exponencial. Con él como líder del PP
valenciano, la televisión autonómica se implicó en primera persona en la
difusión de su imagen como líder político.
De su etapa al frente del
Gobierno valenciano es también la contratación de Julio Iglesias como
una suerte de embajador de la Comunitat. O esa suerte de declaración del
pádel como nuevo deporte autóctono. También la utilización de las cajas
de ahorro -se modificó la ley- bastante más allá de lo que se había
hecho hasta entonces.
Zaplana sabía lo que
quería hacer y dónde quería llegar. Y a eso se puso. Sabía que lo
primero era reforzar un PP valenciano hasta entonces desunido y
languideciente. Y así lo hizo sumando a todo el partido bajo su
liderazgo, con la única excepción de la exalcaldesa de Valencia, Rita
Barberá, y del entonces todopoderoso presidente de la Diputación de
Castellón, Carlos Fabra. Zaplana toleró esos liderazgos -la relación con
la exalcaldesa nunca fue fluida y al exlíder del PPCV nunca le gustó
que la entonces primera edil siempre apareciera en las encuestas como
más valorada que él mismo-.
El deseado salto a la política nacional
Zaplana
no finalizó su segunda legislatura como presidente de la Generalitat.
En 2002, José María Aznar lo llamó como ministró de Trabajo y Asuntos
Sociales. Era, sin duda, una cartera con menos empaque de la que él
mismo y su entorno esperaban para el dirigente valenciano. Pero sí que
era la oportunidad que estaba esperando para dar el salto a la política
nacional.
Cuentan algunos de sus colaboradores en aquella etapa -nombres
como Miguel Barrachina, Antonio Lis o Luis Santamaría colaboraron con
Zaplana durante su etapa en el Ministerio- que el entonces ministro
reunió a su llegada a los altos funcionarios de su departamento para
explicarles los principales objetivos de su mandato.
Y tras detallarlos,
puso en valor el hecho de que ese departamento hubiera logrado llevarse
el reconocimiento de los medios de comunicación por ser el que más
facilitaba la labor a la prensa. «Eso está muy bien, pero desde hoy se
ha acabado», aseguran algunos cargos que dijo Zaplana entonces.
El
aterrizaje de Zaplana en Madrid estaba destinado a disfrutar del máximo
protagonismo tras las elecciones de 2004. Así parecía a la vista de la
confianza que Zaplana exhibía en el dirigente popular -lo nombró
portavoz de su Gobierno en septiembre de 2003-. Pero los atentados del
11-M contribuyeron a darle la vuelta a las encuestas y el PSOE de
Zapatero se alzó con la victoria. En la legislatura entre 2004 y 2008
Zaplana ocupó la portavocía del PP en el Congreso. La gestión de los
populares no recuperó la senda del poder y Zaplana optó por apartarse de
la primera línea de la actividad política.
Sin complicidad con Barberá ni con Camps
Durante
su etapa como referente del PP valenciano, Zaplana construyó grandes
amistades -la nómina de empresarios investigados por la operación Erial
así lo demuestra-, pero también destacadas rivalidades internas, como la
que mantuvo con Barberá o como la que construyó tras su salida de la
presidencia de la Generalitat con el que fue su sucesor en el cargo,
Francisco Camps.
Zaplana, como líder de los
populares, fue el encargado en 2002 de decidir que José Luis Olivas le
sustituyera de manera temporal -apenas unos meses- como jefe del Consell
y que Camps fuera el candidato de los populares a la presidencia de la
Generalitat en 2003. En la decisión de Zaplana influyó, muy
probablemente, el convencimiento de que al entonces joven dirigente
popular lo podría controlar a distancia, desde su nueva responsabilidad a
Madrid.
El convencimiento resultó fallido y aquel Camps, apoyado en
Juan Cotino y su entorno político, optó por marcar distancias casi desde
el primer día con la gestión de su antecesor. El primer asunto: la
fusión que Zaplana impulsó de Bancaja y la CAM, y que su sucesor frenó
de inmediato.
La relación con Camps nunca
se ha reconstruido. El expresidente del Consell, en su declaración como
testigo en el juicio por la financiación irregular del PPCV, llegó a
sostener incluso que fue Zaplana el responsable de la llegada de Orange
Market, la empresa de Álvaro Pérez, a la Comunitat. Zaplana lo negó de
inmediato.
Zaplana dejó la primera línea
política, pero en ningún caso el protagonismo político. Fichado por
Telefónica como alto directivo de la empresa, el ya exministro se dejó
ver en numerosos actos sociales así como en conferencias de responsables
de su partido. Nombrado también responsable del Club Siglo XXI, su
cercanía a José María Aznar siempre ha sido reconocida en el seno de su
partido y, al igual que éste, su progresivo desplazamiento de ese
partido, y su acercamiento a Ciudadanos. En 2015 tuvo que ser sometido a
un trasplante de médula en La Fe, víctima de una extraña variante de
leucemia.
Su proximidad a Ciudadanos
Zaplana
no guarda ninguna relación oficial con el partido que lidera Albert
Rivera -y así lo quiso volver a reiterar ayer esta formación ante los
intentos de otros partidos de cargarle el caso a C's. Pero no es menos
cierto que el expresidente del PP veía cada vez con mejores ojos el
protagonismo político de Rivera, y que algunos de los cargos más
destacados de C's en la Comunitat -como el diputado autonómico Emigdio
Tormo- tienen su origen en el entorno político de Zaplana. Desde el
propio PPCV se consideró ayer que Zaplana participó en primera persona
en la consolidación política del partido de Rivera en la Comunitat.
Salpicado por grabaciones de Púnica y Lezo
Zaplana
fue detenido con la Operación Erial. Pero su vinculación con casos de
corrupción se había visto reforzada en los últimos meses. Un informe de
la UCO de noviembre de 2017 atribuyó a Zaplana un supuesto delito de
malversación de caudales en el caso Púnica, por haber mediado para que
la exalcaldesa de Madrid Ana Botella contratara los servicios de
empresas de imagen y reputación online investigadas en este
procedimiento. En 2015 la Cadena Ser reveló unas grabaciones de 2004 en las que
Zaplana transmitía a Alejandro de Pedro, que «lo de Elche está hecho,
te van a recibir».
En el marco de la
operación Lezo, que investiga al expresidente de la Comunidad de Madrid
Ignacio González, la UCO también logró unas grabaciones en las que
Zaplana trasladaba a González que «Aznar está con un odio africano a
Rajoy». En una conversación publicada por La Vanguardia, interceptada, Zaplana relataba un encuentro con el
expresidente del Gobierno Aznar, con quien mantiene relación.
«Aznar me
dijo, 'mira macho, el único acto que hago, al que no le puedo decir que
no, es a Jaime Mayor. Lo que me pida le tengo que decir que sí (...)».
Mientras que, sobre Rajoy, Aznar le habría comentado, según las palabras
del propio Zaplana: «Este no puede continuar. Este Rajoy es imposible.
Esta legislatura no puede durar. Yo jamás voy a hacer nada que puedan
decir que he jodido el PP. Pero eso sí, cuando llegue el momento que
éste caiga, poner claramente cuál es mi posición y que yo con éste no
tengo nada que ver. A ver si cuando éste caiga nos va a arrastrar a
todos».
Ayer, el que acabó cayendo fue el propio Zaplana, detenido por los agentes de la Guardia Civil.
(*) Periodista