Con casi cuarenta años de retraso, como de costumbre, llega la revolución neoliberal. La trae C's que, según las encuestas, devora al PP y podría ser partido de gobierno. Esta
perspectiva ha despertado la curiosidad por el nuevo (que no es tan
nuevo) partido, cuyos perfiles están muy borrosos y sus acciones no
ayudan a clarificar.
Sobre este tema publica hoy Palinuro un artículo en el periódico vasco Berria, con ánimo de contribuir al conocimiento de la organización y su posible impacto en el sistema político.
La
intención parece clara: sustituir al viejo partido franquista por una
nueva formación más ágil y acorde con los tiempos. En el PP se acomodan
muchos neoliberales, desde luego. La señora Aguirre, por ejemplo, para
quien Franco era socialista, lo que demuestra que es tan profunda
psicóloga como honrada gobernante. Pero el neoliberalismo del PP es a
la española, trufado de caciquismo, clientelismo y corrupción. Es un
neoliberalismo pasado por la trituradora del nacional catolicismo.
A
su vez, el fresco neoliberalismo de C's también es a la española. La
imagen tecnocrática de broker exitoso que pretende trasmitir tiene
acusados perfiles joseantonianos con un arbitrismo empresarial que la
Falange ha detectado de inmediato, por lo que pide el voto para C's.
Ese
perfil joseantoniano se trasparenta en la ambigüedad ideológica y el
pronunciado nacionalismo español basado casi exclusivamente en el odio a
lo catalán. C's es un partido catalán anticatalán que practica una
especie de catalanismo político a la inversa: Cataluña gobernada desde
España. En realidad, nada nuevo.
Aquí la versión castellana:
El otro sorpasso.
Aunque
partido veterano en Catalunya, C’s adquirió relevancia estatal a la par
que Podemos, a partir de las elecciones europeas de 2014. Por
afinidades formales, los dos se presentaban como la renovación del
herrumbroso bipartidismo. Podemos consiguió cinco eurodiputados y C’s,
dos, resultados halagüeños. A partir de entonces se mantuvo el
paralelismo a distancia. C’s era el Podemos del PP al que aspiraba a
sustituir como Podemos aspiraba a sobrepasar al PSOE, aunque con más
esperanzas que aquel.
Los
resultados electorales de C’s, en las dos generales desde entonces han
sido discretos, pero no desdeñables y le han dado capacidad de maniobra,
tanto en el centro como en las autonomías. Pero el resultado
espectacular está en Catalunya. Partido más votado, ha subido de 25 a 36
escaños, reduciendo a la nada al PP. Si de sorpasso va, Catalunya es la
prueba. C’s es el partido hegemónico de la derecha. Allí en donde
nació, cuando se llamaba Ciutadans y el portavoz del PP los llamaba
ciudatans.
Esto
solo tiene valor para los equilibrios internos de la derecha. Es
imaginable una situación en España parecida a la alemana, CDU para la
federación (en este caso, España) y CSU para Baviera (aquí, Catalunya).
La especulación es libre.
La
cuestión, como siempre, es si los resultados catalanes son
extrapolables al resto del Estado. Y aquí es donde se formulan las
preguntas sobre C’s y se echa mano a los conceptos de populismo para
considerar de qué tipo de derecha exactamente se trate ahora que parece
posible gobernante. Se descubre entonces que es poco lo que se sabe de
un partido que se hizo visible públicamente con un desnudo de su
fundador y hoy máximo dirigente, Albert Rivera.
Su
indefinición ideológica conjuga las fórmulas más crudamente
neoliberales con alianzas y apoyos a la derecha tradicional cuya
corrupción consiste en la patrimonialización del Estado. Y, por
supuesto, la Iglesia, ni mencionarla. Tan gentil flexibilidad le ha dado
unos resultados excelentes. C’s tenía a su vera el partido de Rosa
Díez, UPyD, como Podemos tenía a IU. Los dos absorbieron al otro, aunque
con muy distinto sino. De UPyD no queda nada salvo los tuits
desaforados de Rosa Díez. IU sigue siendo un agente vivo en el
conglomerado de UP.
Si
de populismo va, a primera vista el gran peso de C’s en Catalunya trae
ecos de lerrouxismo, bastante exótico por los pagos castellanos porque
era un discurso anticatalán en Catalunya. La cuestión es si, como
sucedió con Lerroux, la acción en Cataluña catapulta al poder en Madrid.
Y obviamente, el discurso anticatalán tiene mucha audiencia en España.
La
cara de C’s en el Estado trae más reflejos de la cara al sol de los
falangistas. Una de las falanges, no recuerdo cuál, pidió el voto
expresamente para C’s en las elecciones del 21D. Se supone que lo pide
para los suyos. Los que hablan de España en tonos joseantonianos y
supeditan las relaciones laborales a esa idea de España como país de
amplia diversidad y un solo contrato laboral.
El
tercer aspecto que suele señalarse en C’s es la imagen broker
desenfadado, que puede encandilar el voto de la derecha moderna, deseosa
de avanzar y progresar y harta de ir a remolque de una derecha
reaccionaria, estatista, clientelar; y cree que puede hacerlo de la mano
de estos dirigentes con experiencia en la banca, las compañías de
seguros, las financieras. El dibujo es el de cantera de tecnócratas.
Lo
que no aparece por ningún lado en este discurso es el gasto social, los
recursos destinados a los más débiles, los emigrados, las inmigradas,
los parados, las jóvenes, las mujeres, las científicas, los dependientes
y los jubilados. Pavor produce un gobierno con este discurso y este
silencio.
El
anticatalanismo, el falangismo, el espíritu tecnocrático y el vacío
social dan fórmula si no ganadora, con lugar sólido en la derecha. Otra
cosa es el apoyo electoral para un partido que quiere ser atrapalotodo.
Después de diez años de crisis arrasadora, aparecer muy vinculado a la
banca puede ser un arma de doble filo.
EL
nombre C’s no está mal pero, si hubieran de acogerse a uno clásico de
partido, podría ser el de Partido Liberal, que tampoco compromete a nada
pues liberales son los liberales alemanes y los neonazis austriacos.
La
esperanza del sorpasso de la derecha reside en la transferencia del
voto del franquismo sociológico a la aventura modernizadora. Se trata de
volver los votos franquistas a un partido de centro. De ahí que Rivera
tirara en algún momento de la imagen de Suárez, en quien se juntaron por
primera vez falangismo y liberalismo, añadiendo él luego el toque
neoliberal, práctico, a la par que patriótico pero comprensivo con la
necesidad de contribuir a la estabilidad cerrando filas con el PP en lo
relativo a los asuntos de corrupción. Los finiquitos en diferido toman
forma de adelantos a cuenta. Y se llaman Razón de Estado.
Por
lo demás, en un contexto multipartidista, el significado concreto de la
acción de un partido tan flexible programáticamente dependerá de la
correlación de fuerzas en cada momento. Y a los demás les sucede lo
mismo. Seguirá habiendo PP y seguirá habiendo PSOE y Podemos. Lo que
está por ver es en qué relaciones políticas y, por supuesto
parlamentarias se encuentren. Ya ha habido un pacto PSOE C’s. Puede
haber otro C’s- PP y, es poco probable, pero no imposible, con UP. Este
trata de aliarse con el PSOE en una curiosa relación de tira y afloja y
el PSOE no descarta una alianza con el PP. De hecho ya la tiene.
Lo
anterior, con ser desconcertante, se complica si queremos meter en el
cuadro el proceso catalán que tiene al español en estado de choque, como
pudo apreciarse en el rostro del Monarca el 24 de diciembre.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED