El reciente aviso de Obama de prepararse para una gran tormenta solar en un plazo de cuatro meses, junto con los avisos previos de varios países de acumular comida y agua, no hacen sino confirmar la sospecha de que los científicos esperan algo gordo para la primavera de 2017.
Ya
hubo una fuerte tormenta solar en 1859 conocida también como evento
Carrington por el astrónomo inglés Richard Carrington, primero en
observarla, que se considera la tormenta solar más potente
registrada en la Historia.
En
el año 1859 se produjo una gran expulsión de masa coronal o
llamarada solar. A partir del 28 de agosto, se observaron auroras que
llegaban hasta el norte de Colombia. El pico de intensidad fue el 1 y
2 de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en
toda Europa y América del Norte.
Los
primeros indicios de este incidente se detectaron a partir del 28 de
agosto de 1859 cuando por toda Norteamérica se vieron auroras
boreales. Se vieron intensas cortinas de luz, desde Maine hasta
Florida. Incluso en Cuba los capitanes de barco registraron en los
cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas cerca del
cenit.
AURORA
BOREAL EN MADRID
En
aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado
a funcionar en 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y
cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa
como en Norteamérica. Se observaron auroras en zonas de latitud
media, como Roma o Madrid, incluso en zonas de baja latitud como La
Habana, las islas Hawái y la población de Montería (latitud
8°45′N) en Colombia entre otras.
Fue
la interacción más violenta que nunca se ha registrado entre la
actividad solar y la Tierra. La acción del viento solar sobre la
Tierra el año 1859 fue, con diferencia, la más intensa de la que
se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas
manchas solares, y entre los días 28 de agosto y 2 de septiembre se
declararon numerosas áreas con llamaradas.
El
1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada. Sólo
diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a
la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. El campo
magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la
entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, donde
provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de
telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
EFECTOS
ESPIRITUALES
Nos
han informado hasta la saciedad de las consecuencias que puede tener
una tormenta solar para las redes eléctricas y todo el tinglado
electrónico en el que se basa el funcionamiento de nuestra sociedad,
pero apenas nos han informado sobre los cambios físicos y
espirituales que producirá en cada ser humano la llegada de esta
poderosa energía.
La
ciencia empezó a tomarse en serio este asunto a partir de los años
noventa. Ya desde la década de los ochenta una gran cantidad de
investigaciones psicológicas venía demostrando que las tormentas
geomagnéticas tienen un profundo efecto en los estados de ánimo y
por tanto influyen en el comportamiento humano y en la manera de
abordar conflictos y problemas.
Un
hallazgo importante de estos estudios es que se suelen atribuir los
sentimientos y emociones a la fuente equivocada, dando lugar a
juicios incorrectos. Y de ahí la importancia de conocer el origen
del malestar para poder controlar el modo en que actuamos.
En
un estudio de 1994 realizado por la Clínica Westbank en
Stirlingshire, Reino Unido, se comprobó que existía un incremento
estadístico significativo en la admisión de pacientes con algún
tipo de trastorno mental en los días de tormentas solares. Según
esto, el aumento de ingresos por depresión superaba la media en un
36,2% durante las dos semanas siguientes a un evento geomagnético de
importancia.
Se
ha podido analizar la relación entre la glándula pineal, un órgano
atrofiado y gran desconocido que los científicos apenas alcanzan a
asociar con la segregación de melatonina y con cierta capacidad
fotosensible, y los campos magnéticos.
LOS
PERSAS LO SABÍAN
Pero
este proceso de transformación lo tenía mucho más claro la antigua
religión de Persia de Zoroastro el Mazdeísmo, y lo llamaba
claramente ‘Frashokereti’.
El
Frashokereti es el plazo en el idioma persa para la doctrina
zoroástrica de una renovación final del universo, cuando el mal
será destruido, y todo lo demás será a continuación, en perfecta
unidad con Dios (Ahura Mazda).
Dentro
del contenido religioso del mazdeísmo, Zoroastro describió con gran
detalle la llegada del Frashokereti o juicio final con el último
enfrentamiento entre Ahura Mazda (el Bien) y Angra Mainyu (el Mal),
que produciría grandes catástrofes y aceleraría la llegada de un
salvador, descendiente del linaje del propio Zoroastro, quien sería
el encargado de llevar a la victoria a las fuerzas del Bien.
En
el juicio final se decide el destino de la Humanidad y la
reconciliación entre una parte de ésta y Ormuz (el Bien), que
conlleva el fin del Mal.
Las
premisas doctrinales son:
-
El bien prevalecerá sobre el mal finalmente.
-
El mundo será restaurado a la perfección original de la Creación.
-
La salvación de cada persona depende de su karma positivo o negativo.
-
Por lo tanto, cada ser humano tiene la responsabilidad por el destino de su propia alma, y al mismo tiempo participa de la responsabilidad por el destino del mundo.
-
La Humanidad vivirá sin comida, sin hambre ni sed, y sin armas (ni posibilidad de daño corporal).
-
La sustancia material de los cuerpos será tan ligera como para emitir ninguna sombra.
-
Toda la Humanidad va a hablar un solo idioma y pertenecen a una sola nación sin fronteras.
-
Todos compartirán un único propósito y objetivo, unirse con lo divino para una exaltación perpetua de la gloria de Dios.
CHINA
E INDIA
En
China, al introducir el culto al buda Maitreya también se introdujo
en esta religión un componente escatológico, del cual en los
tiempos futuros, decaerá de gran manera que propiciaría el regreso
de Maitreya para iniciar una nueva época de paz y esperanza.
Hay
una escatología de los universos materiales, que se destruyen
cíclicamente. Existe una destrucción parcial del universo, que
sucede cada final del «día» de Brahmā (cuando este dios se
duerme, al final de cada uno de sus largos «días») y existe una
destrucción total de todos los universos, cuando Vishnú los
«aspira» como moléculas de su respiración, al final de la vida de
Brahmā (que dura exactamente cien de sus «años»).
(*) Periodista