Están los autónomos en pie de guerra, con toda la razón del mundo,
por la decisión del gobierno español de negarse a suspender la cuota
que han de ingresar a Hacienda correspondiente a los meses de marzo (a
pagar el día 31) y de abril (el día 30).
Una decisión que, más allá de
la verborrea gubernamental y de lo declarado por la ministra
María Jesús Montero van a pagarla sin excepción -tampoco se acepta el
aplazamiento de impuestos hasta el mes de julio- tengan o no tengan
dinero en caja.
Suena incluso a sarcástico que no se demoren las
cotizaciones y se habiliten créditos vía avales gubernamentales para poder pagar a hacienda.
No es esa la medida más costosa ya que estamos hablando de que el
gobierno español dejaría de ingresar alrededor de 1.000 millones en
marzo y una cantidad idéntica en abril. No lo es para aquel discurso grandilocuente de Pedro Sánchez el día que decretó el estado de alarma anunciando que se movilizarían 200.000 millones de euros es tan solo el 2%.
En cambio sí es, seguramente, la que simboliza como ninguna otra la
sensibilidad gubernamental ante la preocupación social y económica por
el coronavirus. Sobre todo, porque el volumen de autónomos en España se
eleva por encima de los tres millones de personas.
Otros gobiernos europeos ya lo han hecho pero el
tiquet Calviño-Montero está en la ortodoxia que impone Bruselas y en la
que la ministra de Economía cree a pies juntillas. La sensibilidad de un gobierno se demuestra con medidas y no con discursos,
acudiendo a manifestaciones o con grandes proclamas patrióticas.
De
estas tres últimas cosas el ejecutivo de Sánchez e Iglesias va más que
sobrado en el poco tiempo que lleva al frente. A caballo
de proclamas como "este virus lo paramos unidos" se
mantiene un relato que es cualquier cosa menos seguir los consejos de
los científicos. Es más, se desata una campaña de desprestigio enorme
cuando uno de ellos se sale del frame que se ha planificado en La Moncloa.
La acumulación de errores puede llevarse este gobierno por delante
y sinó que le pregunten a José Luis Rodríguez Zapatero y a aquel
ministro de Trabajo que se llamaba Celestino Corbacho que, un buen dia,
proclamó en 2007, en televisión, que España no llegaría nunca a los
cuatro millones de parados y en el 2011 dejó el Ministerio con más de
seis millones de personas sin empleo. Todo por no saber ver la dimensión
de la crisis que llegaba y equivocar la receta.
(*) Periodista y director de El Nacional
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