Es muy probable que a estas alturas ya haya más países que han
cerrado sus fronteras o aplicado medidas para disuadir el tráfico de
pasajeros que aquellos que las tienen absolutamente permeables para la
circulación de personas.
Desde países con una dimensión pequeña como es
el caso de Noruega, con 5,2 millones de habitantes, Portugal (10
millones) o la República Checa (más de 15 millones) a los de una
dimensión intermedia como España o Italia y el más poblado de la UE,
Alemania, que no ha cerrado pero aplica severos controles en todos sus
puestos fronterizos.
Rusia lo hará este miércoles y las mantendrá
cerradas hasta el 1 de mayo. La Unión Europea ha dado un paso más imponiendo un cierre de fronteras exteriores durante los próximos 30 días que afectará a más de 500 millones de habitantes.
En Sudamérica, la mayoría de los países del Mercosur han adoptado
medidas similares después de que Uruguay lo decidiera y le siguieran
Argentina y Paraguay. Colombia las ha cerrado hasta el 30 de mayo y en
Centroamérica han hecho lo propio El Salvador y Honduras.
Estados
Unidos no ha cerrado sus fronteras pero ha suspendido durante 30 días
todos los vuelos internacionales provenientes de zonas afectadas por el
coronavirus. Canadá, en cambio, sí las ha cerrado para quienes
no sean residentes permanentes en el país, salvo los ciudadanos
estadounidenses.
Solo es un pequeño repaso de cómo están actuando los diferentes estados, que debería acabar con la estúpida frase de que el virus no entiende de fronteras
ya que todos las están cerrando. Los pequeños, los medianos y los
grandes, más pronto o más tarde, pero la dirección es la misma. Cierre
de fronteras y un confinamiento poroso o total, en función de lo
drástico que los gobiernos hayan querido actuar. Si eso es tan evidente,
¿por qué se le ha negado al Govern la opción de extender su decisión impuesta en Igualada a todo el territorio catalán?
¿Por un convencimiento del gobierno español de que la decisión era
equivocada? No, porque se ha impuesto el confinamiento en toda España.
¿Porque va en contra de los criterios de la OMS? Tampoco, porque es
justo sobre lo que la OMS viene insistiendo y le ha reprochado la lentitud a Pedro Sánchez.
¿Por ser un territorio con poca población y por ello, es mejor
abordarlo de una manera macro? Menos aún.
El sentido común lleva a
pensar que es más fácil parcelar Madrid, Catalunya, País Vasco o
Valencia que aplicar una única decisión en toda España ya que las puntas
de contagio serán diferentes y las decisiones tampoco pueden ser las
mismas.
En consecuencia solo cabe pensar que se ha primado la única frontera
que en Madrid tienen en la cabeza antes que la máxima seguridad del
conjunto de ciudadanos. Lo mismo sucede con el plan económico del gobierno para luchar contra el coronavirus. Se busca una frase que quede más o menos bien -200.000 millones de euros-
y no hay manera de saber cómo se van a conseguir hacer aflorar para el
enorme drama que se avecina para cientos de miles de personas.
¿No sería
mejor haber pedido a los diferentes territorios cuáles son sus
necesidades económicas para atender a sus ciudadanos? El modelo
autonómico más descentralizado de Europa, según dice el guion
oficialista, debería tener esto, al menos, en cuenta. La cooperación.
(*) Periodista y director de El Nacional
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