Cuando escribo este artículo, una persona muerta, ocho heridos de diferente gravedad y una persona desaparecida es el balance de la explosión de una empresa química de Tarragona.
Las impactantes imágenes de la tragedia y la zona donde se produjo
provocaron momentos de alarma entre la población ya que, en un
principio, se desconocía si se había producido una nube tóxica, cosa que
no se pudo descartar hasta que no se supo que el componente concreto
era óxido de etileno.
Tampoco se pudo levantar hasta entonces,
progresivamente, el confinamiento de la ciudadanía en sus casas, que en
algún momento de la tarde afectó a siete poblaciones. Bomberos,
servicios de emergencia y autoridades analizarán a partir de ahora las
consecuencias del incendio, si hubo algún error en la manipulación de
los productos químicos o si fue otra la circunstancia causante de la
explosión.
Será importante y obligado conocerlo. Pero la gran pregunta a la que
se debería dar respuesta con urgencia, y debería ser muy fácil de
contestar, es la formulada en cientos de quejas que vecinos de la zona
han hecho por todo tipo de canales -desde radio y televisión hasta por
las diferentes redes sociales- interrogándose sobre por qué no habían funcionado las sirenas.
Este es siempre el primer aviso para que la población se percate de que algo muy grave está sucediendo. El propio alcalde de la Canonja,
el municipio donde se produjo la explosión, desconocía por qué no se
habían activado y se mostraba indignado. Y tiene razón, ya que las
sirenas juegan en estos sucesos un papel fundamental y si el líquido
quemado hubiera sido tóxico estaríamos hablando de una tragedia muy
diferente y mucho más dolorosa en cuanto a víctimas.
¿De qué sirven tantos ejercicios de prevención y simulacros si, a la
hora de la verdad, no se da aviso a la población? Alguien debería dar
respuesta a esta pregunta tan sencilla. El aparente clima de deshielo entre el gobierno español y el catalán, que incluso propicia situaciones como la de este martes, en que Pedro Sánchez parecía urgir a Quim Torra
a reunirse con él, facilitó una armonía y colaboración entre las dos
administraciones desde el primer momento y que el presidente del
Gobierno se pusiera a disposición del de la Generalitat para lo que
hiciera falta.
Bienvenido sea este nuevo clima que necesitará una
materialización efectiva sobre compromisos reales y pasar de las
palabras a los hechos. Pero siempre es mejor escuchar de la boca del
presidente del Gobierno que ha hablado con el president de Catalunya que
ninguneos como los que se vivieron en el pasado reciente.
(*) Periodista y director de El Nacional
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