De esta especie de tormenta perfecta desatada con la
aprobación en Consejo de Gobierno del decreto para supuestamente
solucionar el ecocidio del Mar Menor, tres cosas han quedado
meridianamente claras, aunque habría muchísimas otras que destacar.
La
primera, que el ejecutivo de López Miras ni negocia ni consensúa, por
mucho que se empeñen sus portavoces en proclamar que lo han hecho con
todas las partes interesadas e implicadas.
La segunda, que el poder del agro en la Región sigue y seguirá vigente por los siglos de los siglos mientras siga gobernando el partido podrido.
Y la tercera, que Diego Conesa
ha perdido un tiempo precioso para presentar una moción de censura en
la Asamblea Regional y provocar la catarsis necesaria para salir de pozo
en el que estamos.
De la primera, no hay más que repasar lo dicho en las
horas siguientes al anuncio del decreto para constatar que el paripé
gubernamental ha encontrado un rechazo notable, precisamente por la
ausencia de negociación con ecologistas, científicos independientes,
vecinos, partidos de de la oposición e, incluso, algunos grupos de
agricultores. Solo Vox y grupos empresariales nucleados por las
dirigencias sectoriales y sindicales de la agroindustria lo han apoyado,
como era de esperar.
La conclusión obvia es que los muchachos del
triunvirato Miras-Luengo-Celdrán han hecho lo que sus apoyos les pedían:
plegarse a los intereses de los causantes del ecocidio. Con lo cual
queda establecida la segunda cosa meridianamente clara, que quienes
manejan el agro seguirán haciendo prácticamente lo mismo que venían
haciendo hasta ahora.
También queda expuesto que el
ejecutivo actual ni negocia ni consensúa con nadie que no esté
previamente de acuerdo con sus postulados. Para los actuales gobernantes
eso de la negociación y el consenso equivale al "pase usted por aquí,
siéntese cómodamente y fírmeme sin rechistar esto que le tengo
preparado". Como en los mejores tiempos de Valcárcel.
Políticamente,
solo Ciudadanos, que ya no se sabe muy bien qué es ni cuántos partidos a
la vez lo componen, parece ––pero solo parece–– apoyar el paripé
gubernamental. Y solo parece, digo, porque aún está por llegar la noche
de cuchillos largos para esos falsarios regeneradores. Esa posibilidad
es en la que el líder (?) socialista Diego Conesa debía quizá haber
confiado e intentado precipitarla presentando "su" moción de censura,
tantas veces hablada y tantas veces aplazada.
Lo mismo
que ahora parece que Conesa está obligado a hacer después de que el
ejecutivo le haya dado con la puerta en las narices es lo que podría
haber hecho hace dos meses. Ya entonces estaba claro que el partido
gobernante iba a ser incapaz no solo de reconocer sus propios malhechos y
desidias que desde hace 25 años han propiciado el ecocidio, sino
también que tampoco serían capaces de acabar con el desastre por ellos
provocado en connivencia con determinados sindicatos agrarios, grupos exportadores y organizaciones empresariales.
Los
cálculos electorales de los socialistas para retrasar la moción de
censura han resultado fallidos: en el Estado vivimos la misma situación
de bloqueo que hace dos meses, aunque, cierto, esta vez haya más
posibilidades de que no veamos otra repetición electoral. Pero estamos
en las mismas. Por eso los dos meses transcurridos desde que Conesa
habló por primera de moción de censura han sido una pérdida de tiempo
que solo ha beneficiado al mantenimiento del paripé sobre el ecocidio.
Igualmente,
no parece que la disensión interna en Ciudadanos vaya a tener una
salida a corto plazo, a no ser que un factor externo la precipite y
obligue a esa noche de cuchillos largos sin necesidad de esperar otros
tres meses a que la dirección partidaria en Madrid resuelva hacia dónde
van.
Por eso también, el PSOE debía haber presentado
entonces la moción y haber forzado la crisis. Así al menos sabríamos a
ciencia cierta y sin posibilidad de error si alguna de las facciones de
Ciudadanos guarda en lo profundo alguna intención regeneradora de la
vida política y, de paso, del Mar Menor.
Estaríamos
lejos, en cualquier caso, de la perpetuación del paripé que pretende el
trío Miras-Luengo-Celdrán con los apoyos ya citados. Puede que ese sea
el destino de la Región, pues no hay que perder de vista los resultados
electorales de las últimas generales: Vox, PP y Ciudadanos sumaron
441.277 votos, el 61,93%; PSOE, Podemos y Más País, 252.610 sufragios,
el 35,45%.
Resultados muy similares a los mejores tiempos del imperio de
Valcárcel, cuya sombra, como se ve, es muy alargada. Vean, si no, cuál
es el origen político de la mayoría de prebostes de los tres partidos
ganadores. Vale.
(*) Periodista
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