Cuando leo o escucho estos días declaraciones de políticos o
intelectuales unionistas reclamando una Diada de todos, siempre pienso
que son declaraciones hechas desde el desconocimiento, desde la mala fe o
simplemente desde las ganas de montar un pollo. Porque el 11 de
Setembre es la Diada Nacional de Catalunya, una jornada
por su propia naturaleza reivindicativa; no es el día de Sant Jordi,
caracterizado por el libro y la rosa y con otras coordenadas mucho más
festivas.
Es lógico que a los que no consideran que Catalunya es una
nación no les gusta que haya una Diada Nacional de Catalunya, y eso solo
ya hace que una parte de la ciudadanía no viva como propia la jornada,
más allá de que a todo el mundo le gusta un día de fiesta en el
calendario.
No hay, no puede haber, reivindicaciones del 100% de la sociedad y
menos en la tensión política existente en la Catalunya de hoy. Los
partidos están en su derecho de no participar de los actos
institucionales de la Diada, como no participan muchos partidos, entre
ellos los independentistas catalanes, en la festividad del 12 de Octubre en
el Palacio Real. Ni acuden desde hace años los presidentes de Catalunya
y el País Vasco, entre otros. Y no por eso se celebra un 12 de Octubre
de todos, ya que todas las sensibilidades no caben bajo el paraguas de
una única bandera, una única cultura, una única lengua y un único
pueblo.
Pero es que, además, el 11 de Setembre es una protesta contra el juicio del Tribunal Supremo,
una denuncia de un juicio injusto, un grito universal contra la injusta
prisión provisional y el exilio de los miembros del Govern que dirigía
Catalunya en 2017, y una reclamación del derecho a la autodeterminación.
¿Cómo no va a ser así en la Diada Nacional de Catalunya? ¿Acaso hay que
hacer como si no pasara nada? ¿Como si no se hubiera suspendido la
autonomía de Catalunya, como si no se hubiera actuado con violencia
contra los que acudieron a votar el 1 de octubre y como si no se
hubieran vulnerado libertades individuales y colectivas y se hubiera
practicado la represión más salvaje desde la democracia?
Por todo ello, a medida que se acerca la jornada del 11 de Setembre y
pese a que es el inicio de un otoño con un guión aún por escribir, los
que a principios de agosto se frotaban las manos con que este año sí que
el 11 de Setembre iba a pinchar llevan camino de acumular un nuevo
fracaso y repetir su erróneo vaticinio anual. Hay motivos para no
quedarse en casa, no solo para aquellos que desde hace semanas que
organizan su viaje a Barcelona o se han inscrito en los diferentes
tramos de la concentración.
Los hay también para los que aun no lo han
hecho, por pereza o por enfado contra alguno de los partidos
independentistas o las entidades. El miércoles por la noche se ofrecerán
unas cifras de asistentes y entre los que no estén allí contados no
habrá separación ideológica posible. Es una lástima que una vez más Ada
Colau haya escogido quedarse junto a PP, Cs, Manuel Valls y PSC porque
no se siente llamada a participar. Es una opción, pero así se entienden
más los acuerdos para la alcaldía.
Como cada año, la Diada será un termómetro, no de los partidos, no de
las entidades, no de las instituciones, será un medidor de la pulsión
de la sociedad catalana. De todos y cada uno de nosotros.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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