Había un pulso. Entre Ciudadanos y Vox.
¿Quién cedería primero y en qué? Ciudadanos esperaba que el PP, ya que
el objetivo común consistía en salvar a López Miras, resolviera
unilateralmente la resistencia del tercer socio necesario. Pero éste,
Vox, insistía e insiste: no habrá 'sí' ni abstención a la investidura si
no se firma a tres manos un 'pacto programático' seguido de una
participación 'proporcional' en el Gobierno.
De ahí no los sacas. Y Ciudadanos, ayer, bajó la guardia. Hizo dos cosas. Primera, romper la alternativa PSOE, el 'sanchismo radical' de Diego Conesa, según Isabel Franco, y esto a pesar de que el líder socialista califica el texto del pacto PP-Cs como «un punto de partida» para el que podría firmar él con los naranjas. Ni caso.
De ahí no los sacas. Y Ciudadanos, ayer, bajó la guardia. Hizo dos cosas. Primera, romper la alternativa PSOE, el 'sanchismo radical' de Diego Conesa, según Isabel Franco, y esto a pesar de que el líder socialista califica el texto del pacto PP-Cs como «un punto de partida» para el que podría firmar él con los naranjas. Ni caso.
Y otra
más. Ciudadanos envió ayer a una mesa en la que ya se sentaban PP y Vox a
su negociador, Miguel Garaulet, a quien los de Abascal han bautizado
como el 'pequeño Pétain', es decir, a quien tienen por un
'colaboracionista' del PP. En una mesa capitaneada por el gran hacedor
del pacto tripartito andaluz, Teodoro García, se trajinaron durante
cinco horas varios documentos: el del pacto PP-Cs, y los que habían
intercambiado Vox y PP bilateralmente.
Se
trataba de hacer dos columnas con las coincidencias y las disidencias
para procurar, según Vox, un resumen que pudiera ser firmado por los
tres partidos, hasta que, al borde de la hora del almuerzo, las alertas
de los móviles trajeron titulares de la prensa digital: varios
portavoces de la cúpula de Ciudadanos, además de la murciana Isabel
Franco, matizaban que en esa larga reunión no se estaba produciendo
algún tipo de negociación, sino que se informaba a los de Vox del
alcance del pacto firmado entre el PP y Cs, como si los de Vox
carecieran de comprensión lectora; se trataba, en definitiva, de 'tomar
café', un café extralargo debía ser, dada la duración de las
conversaciones. En ese preciso instante se produjo la ruptura. Vox se
levantó de la mesa.
Lo que
ocurrió durante la tarde, antes del inicio de la última sesión del pleno
de investidura es extraordinariamente confuso, porque hay versiones
para todos los gustos. Pero tanto PP como Cs, según declaraciones de
Teodoro García y de Isabel Franco, estaban convencidos de que Vox se
abstendría y revalidarían la presidencia de López Miras.
Un
papel con diez puntos de prácticamente una línea cada uno y de
enunciados tan genéricos que podría firmar hasta Podemos (ejemplo:
«Apoyo a nuestra cultura y a nuestras tradiciones») pretende atestiguar
la existencia de un pacto entre PP y Vox que podría haber sido validado
implícitamente por Cs. De hecho, tanto Franco como el propio López Miras
tenían preparadas sus intervenciones dando por supuesto que la
investidura quedaría salvada, y tuvieron que eliminar ciertas frases de
sus respectivos discursos casi en el último momento.
Isabel
Franco asegura que el responsable del supuesto 'paso atrás' de Vox
tiene un nombre, Luis Gestoso, quien según ella engañó no sólo al PP y a
Cs sino a su propio grupo parlamentario ocultando a su portavoz,
Liarte, y al resto, las indicaciones de un acuerdo nacional que
implicaría al propio líder de Vox, Abascal; al secretario general del
PP, Teodoro García, y a la plana mayor de Albert Rivera: Hervías y
Villegas.
Gestoso se lo toma a broma. Asegura que durante la negociación de ayer se mantuvo en todo momento junto a Enrique Cavanas, vicesecretario general de la presidencia de Vox, número dos del partido en el ámbito nacional, y todas las posiciones del día, incluido el 'no' a la investidura, fueron tomadas de pleno acuerdo.
Gestoso se lo toma a broma. Asegura que durante la negociación de ayer se mantuvo en todo momento junto a Enrique Cavanas, vicesecretario general de la presidencia de Vox, número dos del partido en el ámbito nacional, y todas las posiciones del día, incluido el 'no' a la investidura, fueron tomadas de pleno acuerdo.
Pero
todo esto es, en el fondo, anecdótico. Lo relevante es que ayer
Ciudadanos entró en negociación con Vox, por mucho que aquél lo niegue,
pues negociación es compulsar los respectivos documentos programáticos
para detectar las coincidencias. Y como resultas de ese análisis, los
propios protagonistas emitieron declaraciones involuntariamente
escandalosas.
Garaulet, de Cs, aseguró que PP, su partido y Vox coinciden en un 85%, porcentaje que fue elevado por el portavoz parlamentario popular, Segado, al 90%. Esto es algo que no sabían hasta ahora los electores: el centro y la derecha coinciden con la ultraderecha casi al cien por cien, por mucho que como marcas partidistas se repelan. Si esto es como dice Garaulet, este señor podría militar indistintamente en Vox o en el PP, como también Segado podría hacerlo en Vox o en Cs.
Garaulet, de Cs, aseguró que PP, su partido y Vox coinciden en un 85%, porcentaje que fue elevado por el portavoz parlamentario popular, Segado, al 90%. Esto es algo que no sabían hasta ahora los electores: el centro y la derecha coinciden con la ultraderecha casi al cien por cien, por mucho que como marcas partidistas se repelan. Si esto es como dice Garaulet, este señor podría militar indistintamente en Vox o en el PP, como también Segado podría hacerlo en Vox o en Cs.
Pues
bien, como resultas del meneíto de ayer y de la 'prueba-error' que
resultó del mismo, Cs parece decidido a retraerse a una estrategia de
presión a Vox mucho más efectiva que la de sentarse a negociar: la de
proclamar que seguirá insistiendo a favor de López Miras, sin atender ya
al tercer socio necesario, hasta que éste se rinda en el horizonte de
unas elecciones autonómicas anticipadas. Puede que a Cs no le interese
realmente ese destino, pero sabe que menos le interesa a Vox. Y este es
el nuevo pulso silencioso para que rindan armas.
(*) Columnista
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