Ha pasado ya más de una semana desde que viejos nostálgicos del aznarismo
y de la última gran ilusión ciudadana quedaran encantados con su
intervención bronca en una comisión que ha creado el Congreso para
investigar si el PP se financió ilegalmente. Bien está. Nadie es dueño de sus pasiones.
Aznar solo puede provocar nostalgia. A los que se
tomaron en serio que su llegada iba a completar lo que quedó sin
resolver en el 78. Al menos. Llamó a eso, ahora sabemos que en un eficaz
ejercicio de márketing, La Segunda Transición, y Espasa Calpe vendió varias ediciones de aquel libro-programa, que se tradujo luego a varias lenguas y que fue manual de políticos como Shevardnadze.
Desde 1982, España no vivía un fenómeno similar de fascinación política. El de 1996, sin embargo, lo abanderó el sector más ilustrado de profesionales liberales
de la sociedad civil y sólo cuatro años después logró permear en el
resto de capas sociales. Para entonces, se habían puesto de manifiesto
sus límites. Y el de la democracia de partidos que se inauguró en 1977.
Los casi 14 años de lo que se llamó entonces el rodillo socialista,
habían hecho aflorar un descontento que se tradujo en la creación de
una alternativa liderada por Aznar, sí, pero que pretendía ser
transversal. Y lo fue.
Pero no consiguió
implantar el programa de regeneración que había prometido. Los problemas
crónicos quedaron sin resolver, aparcados y ocultos tras el espejismo
del crecimiento económico de sectores que pronto se revelaron como burbujas.
No se creó un modelo productivo diferente, ni se fijó el diseño
territorial que la Constitución había dejado inacabado; los partidos
políticos continuaron con su financiación irregular, el Poder Judicial siguió sometido al Ejecutivo,
Barrionuevo y Vera fueron indultados, ETA continuó matando, los
'papeles del Cesid' volvieron al cajón y aquella 'beautiful' socialista
fue sustituida por otro grupo de amiguetes a los que se puso al frente
de las empresas privatizadas.
"Después
de vivir la primera transición y de asentar y consolidar la
democracia", escribió, "nos adentramos en un momento clave para el
desarrollo de nuestro futuro: la segunda transición culminará y
determinará nuestro modelo de convivencia y el papel de España en el
marco internacional".
España venía de lo peor: González. Y lo peor volvió tras Aznar: ZP, Rajoy, Sánchez. Eso salva su imagen y distorsiona lo que fue.
(*) Periodista
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