Hay personajes que no se olvidan y José Ignacio Wert
es uno de ellos. El ministro de Educación entre los años 2011 y 2015
disfruta de un retiro de lujo en París gracias a su nombramiento como embajador de España ante la OCDE,
uno de los cargos más apetecibles de la carrera diplomática y un caso
más que evidente de como la política puede ayudar
al reagrupamiento familiar.
Primero se fue su mujer, la ex secretaria de
Estado de Educación Montserrat Gomendio, como directora general adjunta
de Educación de la OCDE a propuesta española, y, meses más tarde, su
señor marido. Desde su lujosa vivienda de más de 500 metros cuadrados de
la renombrada Avenue Foch, Wert puede disfrutar del premio de haber
sido el primero en haber introducido un concepto que cuando lo dijo por
primera vez sonaba raro y que ahora ya forma parte del lenguaje habitual
de políticos españoles y medios de comunicación: hay que españolizar a los alumnos catalanes.
Poner en marcha la respuesta a la vieja obsesión de que las escuelas y TV3, o TV3 y las escuelas, son las responsables del adoctrinamiento
de alumnos, profesionales liberales, trabajadores públicos,
sindicalistas, artistas, educadores, empresarios y así hasta más de dos
millones de catalanes.
Y si la semana pasada Rajoy y la ministra Cospedal situaban
a los medios públicos en la diana de situaciones a revertir en un
futuro e incluso el presidente del Gobierno se quejaba de que no había
podido aprovechar la aplicación del 155 para tomar el control por la
oposición del PSOE, esta semana de lo que se habla es de aprovechar la
preinscripción escolar que empezará en primavera para romper el modelo
educativo actual. ¿Cómo? Introduciendo una casilla en el cuestionario
que permita escoger el castellano como lengua vehicular.
Dudo mucho de que se llegue a producir ya que por aquellas fechas
estoy convencido de que ya habrá Govern en Catalunya y, aunque el 155
continúe en parte vigente, la comunidad educativa no permitirá una
astracanada como esta.
Aunque Ciudadanos nació, fundamentalmente, para
tumbar el modelo educativo catalán y su discurso ha contagiado y
acomplejado al PP y parcialmente al PSC, no hay nada como la defensa de
la lengua propia que aglutine a sectores más diversos de la sociedad
catalana. Hasta el extremo de que cualquier ataque que pueda producirse
acabaría siendo un bumerán para quien lo llevara a cabo.
Se cumplen este viernes cuatro meses de la entrada en prisión de los Jordis,
un tiempo infinito y una situación que no tiene explicación posible.
Sànchez y Cuixart sufren la represión de un Estado que les mantiene en
prisión preventiva sin razón alguna. Vale la pena volver a recordar el
papel pacífico de ambos durante estos años desde dos organizaciones como
la ANC y Òmnium.
Y como los Jordis, con generosidad y con
determinación, evaluarían la situación política actual. Sumando,
aglutinando y defendiendo la lengua como un bien común que no solo no
puede ser aplastada en la refriega política sino que tiene que ser el
nervio alrededor del cual se reúna todo un país. Y a este proyecto
colectivo todo el mundo tiene que ser convocado, hable la lengua que
hable.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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