Y se fueron. Sin más explicaciones. Ante el silencio cómplice de los muñidores del artículo 155 de la Constitución. En un furgón de mudanzas, después de varias horas embalando las 44 piezas del Museu Diocesà y en
medio de un operativo policial que precisó de los Mossos d'Esquadra, la
Guardia Civil e incluso de tiradores de élite apostados en el tejado
del edificio.
Hubo protestas, muchas. Pero Sijena ya tiene sus piezas de
arte y Aragón un triunfo político de aquellos que cambian gobiernos.
Molesta que se diga que fue un expolio o un saqueo lo que ha pasado este
lunes en Lleida y se argumenta que había una sentencia del juzgado de
instrucción de Huesca. Lo que no se dice es que era recurrible y que
había maneras para retardar y quizás impedir que sucediera. También para
exigir que, ante la ausencia de un Govern que pudiera defender los
intereses de Catalunya, aquellos que hacen las veces desde Madrid se
comportaran como un gobierno en funciones y retrasaran todo hasta que
hubiera un Govern después del 21-D.
Pero, como en otros casos, no se trataba de sentarse a hablar. La
fuerza no está repartida, solo está en un bando. Lo importante era la
exhibición, el botín. No hay duda de que ha sido un atropello y de que
las quejas servirán de poco. Es más, seguramente no habrá ni efecto Sijena en
las encuestas. Como señalaba un experto en demoscopia, nadie cambia su
voto y pasa a votar independencia por cuatro obras de arte.
Y quizás, el
experto, tenga razón. Pero ha sido un atropello con todas las de la ley
y que abre un precedente grave ya que la titularidad de las piezas que
la Generalitat había comprado estaba de sobra documentada. Hay obras
del Monasterio de Sijena en otros lugares, en Madrid o Nueva York. En la
capital de España, en el Museo del Prado, la representación de la
Natividad, en un óleo sobre tabla de principios del siglo XVI. En Madrid
está y en Madrid se quedará. Pero no debe ser guay reclamar una pieza
del Prado para acabar en Sijena. Debe ser provinciano.
Madrid ha mandado un aviso: los efectos del 155 son inagotables.
Depende tan solo de la tecla que se quiera apretar: personas, partidos,
entidades, asociaciones, fundaciones, colegios profesionales, museos,
clubs deportivos. No es algo etéreo, como se encargan de propagar, a
diario PP y PSOE. Ciudadanos no hace falta que lo diga ya que nadie duda
de su posición. Daños colaterales como el del alcalde de Lleida, Àngel Ros, presidente del PSC,
forman parte de algo que se considera muy menor. El fuego amigo no
cuenta las pérdidas en Catalunya sino las ganancias en el resto del
Estado.
Además, todo forma parte de esta campaña que busca dejar sin oxígeno al independentismo
por la via de los hechos o con advertencias cada vez más severas. La
campaña del miedo no solo consiste en cambiar a votantes de bando, cosa
difícil, sino también en desmovilizar a electores independentistas ante
un reto que, por activa y por pasiva, se repite que es inalcanzable en
diarios de papel, radios y televisión. Sijena fija una foto y una manera
de hacer. Luego, los destinatarios que no se den por enterados.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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