Sin querer, como Aguirre cuando destapó la Gürtel, el titular de Público
da con la clave de la endemoniada situación española. Cuando un Estado
sitúa la Fiscalía, que es el órgano encargado de velar por el interés
público, en la cloaca es porque él mismo es una cloaca.
La Operación Cataluña,
urdida , al parecer, desde el ministerio del Interior es otro canal de
aguas fecales. Y aguas fecales, aunque mezcladas de aromas diplomáticos,
las dádivas del ministerio de Exteriores para conseguir voluntades
mundo adelante en contra del independentismo catalán. Cloacas asimismo
las vías por las que los gobiernos de la derecha sobornan a los medios
de comunicación y a los comunicadores para tenerlos a su servicio.
Fondos de reptiles, vamos.
Pero
esta presunta vía de injerencia del gobierno en la administración de
justicia a través de la instrumentalización de la Fiscalía es ya de todo
punto intolerable. La oposición quiere que Catalá comparezca. Claro que
también quiere que comparezca Rajoy a explicar los usos y costumbres de
la cloaca madrileña. Catalá comparecerá y, con el aplomo que lo
caracteriza, manifestará que el gobierno jamás ha interferido ni
interferirá en la acción de la justicia. Y se acabó. Hasta la próxima.
Puede
que, en un alarde de sentido democrático, comparezca también Rajoy a
decir que no le consta que los señores González y Granados estén en la
cárcel. ¿Y Granados hace ya tres años? ¿Qué me dice usted? ¿Que hay 800
cargos de mi partido investigados, imputados, procesados o condenados
por corrupción? No puede ser. Eso es una campaña contra el PP. O se
tratará de otro partido. Mire usted en el PSOE porque, como muy bien
dijo Aznar no hace mucho, "El PP es incompatible con la corrupción".
Profunda idea porque eso quiere decir que el PP es incompatible consigo
mismo.
En
ese Estado-cloaca, lugares emblemáticos, como la Villa y Corte, han
sido -y son- hervideros de corrupción, patios de urdidores y logreros
que, trasmutados en políticos de orden y probada religiosidad, han
procedido a esquilmar metódicamente los fondos públicos. Puro salvaje
Oeste del robo y el trinque en el que es más fácil enumerar qué delitos
no han cometido las autoridades que los cometidos.
La
reina de este quilombo, la presumida, rechulapa Grande de España que
venía llorada de casa, aparece ahora lloriqueando, como una muñeca rota,
antigua figura desvencijada de la que se reían quienes a su sombra
delinquían. Y lo más gracioso es que, cuando Aguirre dimitió hace tres o
cuatro años, probablemente por un chivatazo del gobierno sobre la
calaña de sus hombres de confianza, algún genio de la empresa la
contrató como "cazatalentos". Lo que demuestra que los dioses reparten
la estupidez con admirable ecuanimidad.
Parte
poco conocida del Estado-cloaca es la de la oposición. La maniobra que
acabó en el golpe de mano del 1º de octubre en el PSOE para defenestrar a
Sánchez llevaba meses preparándose con los viejas glorias del partido y
otros figurones igual de retardatarios y la connivencia del gobierno. O
sea, pura cloaca, en donde también se "defiende al Estado", según
Felipe González.
No en balde el entonces SG, Rubalcaba, había sido
ministro del interior. Con tal golpe, los conjurados querían conseguir
dos objetivos: a) impedir un acercamiento del PSOE a Podemos y al
independentismo catalán (cosa absolutamente imaginaria) y, por tanto un
posible gobierno a la portuguesa y b) permitir que gobernara el partido
de la derecha en la esperanza de que, de algún modo, fuera capaz de
neutralizar el "desafío catalán".
Lo
que no tuvieron en cuenta fue que no daban paso a un partido de la
derecha sin más, sino a una asociación de presuntos malhechores,
imputada ya en algunos procesos penales. No han dado paso a un gobierno,
sino a unas gentes solo interesadas en seguir aforadas, utilizar sus
puestos para defenderse en los procedimientos que se les siguen y
mantener las llaves de los despachos de las administraciones públicas
para ocultar la información sobre sus fechorías o destruir las pruebas
incriminatorias.
Desaparecerán los registros de los ministerios, los
discos duros de las direcciones generales, los ordenadores de los
despachos. Quedarán los pasillos vacíos. Al abstenerse, el PSOE no
contribuyó a la estabilidad de España y mucho menos a controlar al
gobierno, sino a proteger y encubrir a la asociación presuntamente
criminal.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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