Si les atrae el vértigo, no busquen en youtube los vídeos de Philippe Petit
pasando de una a otra de las hoy desaparecidas Torres Gemelas de Nueva
York a través de un fino alambre tensado desde ambas cúpulas. Mejor se
detienen en las crónicas sobre el congreso regional del PP celebrado
ayer. Un prodigio de equilibrios múltiples montado en el aire con extraordinaria sangre fría a pesar de que la sangre debiera estar y está muy caliente.
Cuando la estabilidad del PP
en el poder parece quedar expuesta al vuelo de una mosca, el partido se
permite hacer piruetas acrobáticas con las que aspira, y lo consigue, a
dejar boquiabiertos a propios y a extraños. Ohhh... El
gran espectáculo de ayer tenía que atender, no sólo a la sociedad
murciana, dado que el PP es el partido que gobierna, sino también al
propio interior de la organización, ya que ésta es la que se tenía por
protagonista.
Sobre el escenario planeaba un nutrido comando de drones
alados con armamento judicial aparentemente mortífero, pero su zummm era
apagado por las estruendosas salvas de aplausos a los oradores, todos ellos completamente ajenos a la teoría sobre el efecto de las alas de mariposa.
La rutinaria exhibición de poderío no
cedió ante el peligro exterior, absolutamente ignorado, a pesar de la
duplicidad de frentes. Uno, el que constituye la oposición política, que
aunque varada por sus incompatibilidades internas, sus reservas y sus
consideraciones tácticas respectivas sobre la oportunidad de un ataque
frontal al Gobierno, nadie podría jurar que de la noche a la mañana no
encuentre pretexto o fórmula para ingeniar una rápida operación derribo
si entierra todas las prevenciones sobre las consecuencias de futuro.
Y
dos, todavía más grave, si la Justicia detectara comportamientos
impropios en el escaneo escrupuloso que ha de hacer sobre la gestión
municipal en Puerto Lumbreras del ya líder regional del PP, las luces
del congreso popular se apagarían de un solo golpe. Plofff.
Todo esto estaba ayer inevitablemente en el subtexto de los discursos,
la música, los ademanes y los abrazos. Pero la cosa transcurrió como si
nada.
Sin ´por si...´ Ni siquiera en el mismo resultado del
congreso se percibe que el partido haya tomado la precaución de
procurarse una red a cuenta de un ´por si...´. El ´por si...´ no cuenta.
De tal manera que la crónica de este congreso aparentemente
convencional, pero sobre el que no se puede evitar el reojo a la
situación excepcional, podría escribirse como otro cualquiera de los que
el PP acumula a la búlgara.
Es más. El diseño del primer equipo
orgánico de PAS no contiene el más mínimo signo de
inquietud; por el contrario, parece un escuadrón pensado para acometer
la remontada electoral en 2019 sobre el suave bache cavado en 2015. Lo
primero que se observa es que no hay número dos de reserva preparado
para incidencias fatales.
Bien pensado, de haber otorgado la secretaría general a una diputada como Patricia Fernández
todo el mundo habría percibido una señal de debilidad, de cautela o de
previsión. Pero apartar a Fernández de la dirección también habría
significado un indicio de recelo, alimentado por el hecho de que
Valcárcel ha estado inflando el ego de la de Archena para
ponerla en función de sucesora. Patricia se queda donde estaba, en la
vicesecretaría de Comunicación, aunque hasta ahora haya comunicado poco,
y menos todavía en favor de PAS, en cuya defensa no se le ha escuchado
una palabra, bien raro en una secretaria de Comunicación del partido
dirigido en la práctica por PAS.
Mejor dentro que afuera, pero en su
justo lugar, y si no se arranca a ´comunicar´, ya comunicará Víctor Martínez, nuevo portavoz (del partido y del Grupo Parlamentario, a la soviética) por ella.
Maruja. La bomba es el nombre de la secretaria general, Maruja Pelegrín.
PAS lo tenía claro desde hace semanas, pero sólo dejó que su entorno
filtrara que la número dos sería una mujer. Tal vez a sabiendas de que
el juego de adivinaciones no daría con la protagonista, pues ni ella
misma lo sabía.
En efecto, a primera vista parece raro que PAS se
respalde con quien durante años fue a su vez la número dos de Miguel
Ángel Cámara en el ayuntamiento de Murcia. Un municipio, Murcia, en el
que PAS, incluso cuando ejercía funciones de secretario de Organización,
tenía prohibido entrar por orden de Cámara.
¿Qué quiere el nuevo presidente del PP de Pelegrín? Parece
claro: que le abra las puertas de Murcia. La pregunta inmediata es si
esto está en manos de la nueva secretaria general. Su potencia es obvia,
a pesar de su escasa exposición mediática, algo habitual en quienes
trabajan para adentro.
Cosas que caracterizan a Pelegrín: ha sido leal a
Cámara, pero nunca ha participado en los supuestos chanchullos de éste,
es decir, saca habitualmente dinero de los cajeros automáticos; es
capitana de pedáneos, pero ajena a sus cumbres y conspiraciones
machirulas; es de Beniaján, lo que para PAS tiene
especial importancia, ya que habla como la gente normal, es decir, es un
agente político impagable; dispone de un mapa perfecto de las pedanías de Murcia y
conoce a la perfección al partido en ese ecosistema electoral
principalísimo; en la política municipal ha trabajado con mayores y en
servicios sociales, lo que la ha dotado de una imagen popular y
populista.
Y lo curioso es que a pesar de su efectividad política para el PP al margen de los focos, nunca fue demasiado considerada por sus jefes,
pues hasta la llegada de PAS a la secretaría general del PP no tuvo un
cargo en la dirección regional.
«Es una mujer normal, trabajadora, con
tiempo para dedicarse intensamente al partido, y con una actitud
colaborativa que ha impresionado al presidente en el tiempo en que han
coincidido en la dirección», se dice para justificar esta elección.
Un
apunte curioso es que esa disponibilidad de tiempo que se aduce se debe a
que las responsabilidades que le ha endosado el alcalde de Murcia, José Ballesta, son de tono menor para las que tuvo, ya que le fue impuesta en su lista por el núcleo camarista; de hecho, hay quien observó un respingo en el alcalde,
que presidía el congreso, cuando escuchó que Pelegrín sería la dos de
PAS. «Confío plenamente en ella», ha dicho PAS a quienes le han mostrado
abiertamente sorpresa por esta elección.
El huevo de PAS. Y, por si acaso, ahí está Fernando López Miras,
para hacer en Murcia el papel de Maíllo, con quien curiosamente
comparte patronímico. El lorquino López Miras es un huevo del nido PAS,
un producto a su imagen y semejanza, aunque hay quienes aprecian que
está todavía algo verde. Pero quien lo advierte recibe esta respuesta de
PAS: «El día a día de la política espabila a cualquiera. A torear se
aprende toreando». Quien habló, lo sabe. Hasta ahora, empleado en la
delicada tarea de Organización, López Miras ha debido bandearse con
políticos veteranos irreductibles, que veían en él a un voluntarioso
enviado de PAS a quien se le podía echar un pulso. Sin éxito, porque su
fuerza venía de arriba.
El flamante presidente del PP le
recomendó ayer que cambiara de coche: «Vas a hacer kilómetros por un
tubo». Lo que, al parecer, no le ha aconsejado es que cambie de
peluquero, pues debe irle bien acudiendo al mismo que Puigdemont.
El
tándem Pelegrín/López Miras es un reflejo de Cospedal/Maíllo,
aunque aquí con las funciones más especificadas. Y en cualquier caso,
ambos conforman el símbolo de la dialéctica ´continuidad-renovación´ que
PAS quiere imprimir para mitigar la rebelión de la vieja guardia,
todavía molesta, y a veces capitaneada a lo bajini por el propio Valcárcel, por el apartamiento de los Cámara, Bascuñana y otros etcéteras, y ahora también Sánchez Carrillo,
el invisible conseguidor que, aunque sin duda seguirá rondando, ya lo
hará sin título. Aun así, el incombustible Filardi, una extraña sombra
de Valcárcel, guardián de secretos profundos del PP murciano, sigue
apareciendo en la amplia junta directiva, señal de que hay mundos inamovibles.
También sobrevive Pedro José Pérez
como coordinador parlamentario nacional, un eterno que antes llevaba
las maletas a Valcárcel y que, con sus nuevas atribuciones y algún
regalo más, PAS ha conseguido atraer para que no pulule por los
extrarradios. La presencia en la dirección de la diputada Isabel Borrego, esposa de Vicente Martínez Pujalte,
debe ser la cuota de agradecimiento del viejo aparato, o del nuevo,
quién sabe, por las visitas extemporáneas del de los cafelitos a la
Fiscalía del Estado.
En el alambre. En las
vicesecretarías generales, hay algo que no se le podrá negar a PAS,
aunque es probable que no se trate de una decisión prediseñada, y es que
de las cinco, tres están a cargo de mujeres, en línea con el dato de
que en su Gobierno haya seis mujeres y tres hombres. Es probable que no
sea aplaudido por esto, pero conviene señalarlo porque es algo inusual.
De entre éstas, destaca la elección de María Robles,
secretaria general de Presidencia, y nueva en esta plaza. Esta captación
para el partido, dicen los allegados, constituye un guiño al segundo
escalón de la Administración, una muestra de que PAS está atento a quien
se desempeña bien en el banquillo. El mérito se paga, sería el mensaje.
La concesión de la presidencia de honor a Valcárcel,
un político cuya ejecutoria ha ofrecido tantos beneficios para el PP
como envenenadas herencias para la Región ha dejado, es un gesto de
transaccionalidad. Ya se verá si como jarrón chino, Valcárcel ejerce a
lo Aznar, en plan revoltoso y coñazo, o a lo Manuel Fraga Iribarne, o
sea, distante y a lo suyo, que para eso va confortablemente aviado.
Por lo demás, cabe observar que el PP, a pesar de su actual encrucijada,
sigue convocando a una parte significativa de la sociedad civil
murciana, que se retrata en sus cónclaves con toda naturalidad. Esto
debe reforzar la fe en el destino natural de este partido, que no
concibe que en su camino se interpongan imponderables de superior
naturaleza.
Y aunque Rajoy no estuviera en el congreso, PAS escuchó su voz a través del móvil de Maíllo,
que se lo enchufó para que el presidente nacional lo felicitara. «Ha
sido una conversación muy agradable», dicen que dijo el nuevo presidente
del PP al colgar.
PAS sigue prendando a la cúpula, y por ahí no hay
drones amenazantes. Su primera indicación a los nuevos ejecutivos
populares es que restaurará los maitines de los lunes, para que se vea
que hay partido. La vista ya está puesta en 2019, y eso que mañana mismo
pueden empezar a pasar cosas raras.
Pero esa posibilidad ni se
contempla. La fiesta del PP se celebra en un alambre suspendido en el
aire, donde se danza con una desenvoltura y alegría como si el cable
estuviera tendido en suelo firme. Pero lo cierto es no hay ni red.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/03/19/funambulismo-red/814811.html
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