Lo primero o lo segundo o tercero que ha
hecho Trump ha sido suprimir el castellano o español de la web de la
Casa Blanca. El asunto incide directamente en la política interna de los
EEUU y su trato a las minorías. Pero tiene también una repercusión
internacional porque el español es una lengua que se precia de ser
universal.
El paso al monolingüismo inglés en los EEUU es un desaire a
ese vehículo de cultura de la lengua española. Dada su habitual
gallardía, las autoridades españolas dan por buena la explicación de la Casa Blanca de que la web en español no se ha suprimido; simplemente, está en construcción. Como el muro.
Por
acá, la supresión de la web de la Casa Blanca se ha leído en clave
interna. Los nacionalistas españoles ponen el grito en el cielo ante el
atropello lingüístico de Trump y los de las otras naciones del Estado
recuerdan que esa es la situación en España desde hace más de
trescientos años. El Estado español es tan monolingüe como el gringo con
Trump. Un caso patente de paja en ojo ajeno y viga en el propio.
Y
justamente cuando las diferencias parecen suavizarse y van
entendiéndose las cosas aparece el presidente español y proporciona un impromptu
que deja a las audiencias boqueando como los peces. En su pintoresca
comparecencia del Casino de Madrid, Rajoy afirmó, usando esa retranca
tan suya que ya le gustaría a él (un demócrata como la copa de un pino)
que la web de la Generalitat estuviera redactada en castellano, idioma
que, según le consta, hablan más de siete millones de personas en
Cataluña. Resulta que la web catalana está también en castellano. Rajoy
en estado puro. ¿Y la europea?
No
solamente la web de la Generalitat está en castellano sino que la que
no está en catalán es la de La Moncloa. Como tampoco está en las demás
lenguas del Estado. Sí lo está en inglés. ¿No es el momento de cerrarla y
decir que está en construcción?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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