La relativa ventaja de los tontos es que
no saben que son tontos. Cuanto más tonto es alguien, menos se da
cuenta de lo tonto que es. Es el caso de la vicepresidenta del gobierno.
La cantidad de tonterías que lleva dichas y hechas esta ratita
hacendosa en su interminable mandato daría para llenar bibliotecas
enteras.
Y ahí sigue, tan ufana, pensando que asombra al mundo con sus
profundas ocurrencias. La última, anunciada ayer, es la intención de
"regular" (léase suprimir) la libertad de expresión en la red porque,
afirma esta lumbrera de la ciencia jurídica, "estamos absolutamente desprotegidos en digital".
Ni
en digital ni en femoral o intestinal. No estamos "absolutamente"
desprotegidos. Ni siquiera "relativamente". Si lo que esta pedante
quiere decir es que en el ámbito digital hay más libertad para difamar,
calumniar, atentar contra el honor, el buen nombre, etc, es falso de
toda falsedad. Para eso está el Código Penal, tan vigente en lo digital
como en lo no digital. Si esta señora cree que se mancilla su buen
nombre (a la hora de reprimir y censurar los franquistas siempre están a
vueltas con el honor y el buen nombre) solo tiene que acudir a los
tribunales.
La
desprotección frente al infundio, la calumnia, etc en relación al
derecho al honor es mentira. Lo que estos franquistas quieren -como
siempre- es censurar la esfera pública, impedir la libertad de
expresión, criminalizar las opiniones políticas que no les gustan y que
son todas excepto la de "Una, grande, libre", "Arriba España" y "Viva
Franco", lo que llevan en el corazón. Quieren suprimir la libertad de
expresión no en asuntos privados y particulares sino en el ámbito
general: que nadie pueda criticar el gobierno o al rey o disentir de sus
habituales monsergas. Quieren eliminar la discrepancia, la objeción, la
crítica.
Quieren legislar el silencio.
Dice la enmienda 1ª de la Constitución de los Estados Unidos (ese país que los carcundas del PP tanto dicen admirar) que "El
Congreso no aprobará ley alguna que establezca una religión, ni
prohibirá la libre práctica de la misma; ni limitará la libertad de
expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las
personas, ni el de solicitar al gobierno una compensación de agravios".
Si los tribunales españoles aplicaran esta sabia doctrina, todos los
gobernantes del PP estarían en la cárcel, empezando por la ratita
hacendosa, siguiendo por la señora Cifuentes y terminando en ese
prodigio de veneranda tiranía callejera que es Fernández Díaz.
"Ninguna
ley que limite la libertad de expresión y de prensa" quiere decir
exactamente eso: ninguna ley que limite la libertad de expresión y de
prensa. Ninguna. Y esa Constitución lleva casi dos siglos y medio en
vigor sin necesidad de otra, sin que el país, "absolutamente
desprotegido", haya padecido jamás dictadura alguna como las que han
soportado repetidas veces los "protegidos" españoles y la última, si
Prometeo no lo evita, la que quiere implantar el PP, considerado por
algún juez como una asociación de delincuentes.
De ahí se sigue que, como tantas veces se ha dicho, la mejor ley de prensa es la que no existe.
Ni
en lo virtual, en lo digital o en lo celestial. La libertad de
expresión no se puede limitar bajo ningún concepto salvo en los casos de
conflictos de derechos entre personas privadas. Pero no es esto lo que
estos franquistas quieren, sino que pretenden reprimir la libre
expresión de las ideas, como han hecho siempre, como hicieron sus
antecesores desde la Inquisición, organismo por el que sienten verdadera
pasión.
No
se conforman con la protección jurídica ordinaria que con tino y
eficacia brinda el Código Penal. Quieren que se prohiban todas las
manifestaciones públicas no solo los infundios, injurias y calumnias a
los particulares, sino aquellas otras que los "ofendan" en sus
convicciones políticas y religiosas. Quieren volver a condenar a la
gente por faltar al "respeto a la autoridad" o por "blasfemar" o por
burlarse de los sacrosantos símbolos de la Patria, la bandera o el
chundarata ese que llaman himno nacional.
Es decir, como siempre, quieren restablecer la dictadura que es lo que les mola.
Porque la cabra tira siempre al monte. Sobre todo, la de la legión.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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