En la noche del 25 de noviembre de 1956, hace ahora sesenta años,
Fidel Castro acompañado de su hermano Raúl Castro, el Che Guevara, Juan
Almeida y Camilo Cienfuegos y ochenta guerrilleros cubanos, embarcó en
el río Tuxpan (México) a bordo del yate Granma que siete días después
arribó a la playa de Las Coloradas de Cuba para iniciar la guerra y la
revolución que, tres años después, puso fin a la dictadura de Fulgencio
Batista, el 2 de enero de 1959.
Fidel Castro, líder y Comandante en Jefe de Cuba, tenía 30 años y
ahora acaba de morir cuando ha cumplido los 90 y presentía su final
diciendo hace poco que todo se acaba pero que ‘las ideas del comunismo
cubano permanecerán’.
Puede que eso sea así pero por poco tiempo. Porque la muerte de
Fidel, que es sin duda un acontecimiento político mundial, pone fin al
mito y al símbolo en América de la revolución marxista y numantina
cubana frente al poder de Washington y el embargo que impusieron a Cuba
los EEUU, tras la crisis de los misiles que la URSS instaló en Cuba en
1962, y que fueron desmontados tras la amenaza de guerra del ex
presidente John F. Kennedy.
La revolución cubana no sobrevivirá mucho tiempo tras la muerte de
Fidel, como ocurrió en España con Franco o con otras dictaduras. Y ojalá
que ello ocurra con un proceso de ‘transición a la española’ en pos de
la libertad, la democracia y la reconciliación del pueblo cubano. Porque
la alternativa de revueltas sociales y políticas tendrían en su inicio
un alto coste en vidas y libertades a la vista del férreo control del
poder que ejerce Raúl Castro en el país.
El tiempo de dictadura en Cuba, demasiado largo y doloroso para su
pueblo, acabará por mas que Raúl Castro mantenga el control, pero
también con algunos gestos de apertura que se culminaron, bajo el
mandato del presidente Obama, con el restablecimiento de las relaciones
entre Cuba y USA, cumpliéndose una vieja profecía de Fidel quien dijo
que esa relaciones se restablecerían ‘cuando en USA hubiera un
presidente negro y en el Vaticano un Papa latinoamericano’, lo que
finalmente ha pasado con Obama y Francisco.
Una apertura diplomática, que tiene pendiente el final del embargo de
Washington al régimen de La Habana, lo que ha constituido un error de
los Estados Unidos y una discriminación injusta y singular que USA no
aplicó a regímenes comunistas, incluso mas represivos que el cubano.
Un Régimen con el que España siempre mantuvo buenas relaciones,
incluso durante el franquismo, al menos hasta que José María Aznar –‘el
caballerito’ lo llamaba Fidel- llegó al Gobierno desde donde impidió que
los Reyes de España visitaran oficialmente Cuba, lo que le tocará hacer
al Rey Felipe VI y cuando antes mejor.
Adolfo Suárez fue el político mas audaz en la relación de España con
Cuba al visitar oficialmente la isla el 10 de septiembre de 1978 para
convertirse en el primer gobernante occidental que rompió el bloqueo a
pesar de la presión de Washington que intentó impedir ese viaje en el
que el pueblo de Cuba, siempre enamorado de España, se volcó en las
calles de La Habana para dar la bienvenida a Suárez.
Lamentablemente, el gobierno de Rajoy perdió el tren de la apertura
de las relaciones diplomáticas de Washington y La Habana, en la que
colaboraron las diplomacias del Vaticano y Canadá. Pero si la muerte de
Fidel permite el inicio de una vía hacia la democracia España debe estar
presente en esa transición y colaborar.
Lo que no será fácil con Donald Trump en la presidencia de los EEUU y
una vez que en su campaña electoral se mostró contrario a mejorar esas
relaciones. Pero incluso con Trump en la Casa Blanca ese proceso de
mejora entre Washington y La Habana tampoco se debe descartar.
Máxime ahora que la muerte de Fidel también pone fin a la referencia
de la Cuba numantina y anti norteamericana que alentó el renacer de
regímenes populistas y de izquierda en Latinoamérica con el liderazgo de
Chávez –también fallecido- en Venezuela y el triunfo de opciones
similares en Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia, Uruguay y Nicaragua.
Fidel Castro ya está en la Historia y a su hermano Raúl le toca ahora
poner en marcha la transición democrática en el mundo nuevo, global y
comunicado en el que Cuba ha quedado marginada y relegada. Fidel no
quiso ni supo superar el final de ‘la guerra fría’ ,que en su tiempo
justificó su régimen como parte emblemática de uno de los grandes
bloques ideológicos. Pero ahora esos bloques no existen y las tensiones
internacionales son de otro signo político, económico y confesional y
Cuba debe avanzar hacia un modelo democrático y con plena libertad.
(*) Periodista
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