En su segundo intento para lograr la investidura hemos visto a un
Mariano Rajoy bien distinto al de su anterior gobierno ‘absolutista’ y
abierto al diálogo, la negociación y al pacto para lograr, en la
legislatura que ahora comienza, un gobierno ‘estable, sólido y
tranquilizador’.
Estos son otros tiempos que, como dijo Rajoy, ‘no tienen precedente’
en la transición española y todos han de colaborar, empezando por el
presidente del Gobierno y siguiendo por el primer partido de la
oposición, el PSOE, que ha dado -pagando un alto precio- muestras
suficientes de conciliación con su anunciada ‘abstención’ en la
investidura, por la cuenta que le trae a España y también a ellos si se
celebraran unas nuevas y terceras elecciones generales en el plazo de un
año.
El sábado Rajoy volverá a ser investido presidente del gobierno y el
PSOE, tras la embestida que les espera por parte de Podemos y mientras
redoblan los tambores podemitas por las calles de Madrid, iniciará un
lento y largo proceso de ‘refundación’ no sin antes haber sufrido en la
votación final de su anunciada abstención la ruptura de su grupo
parlamentario, especialmente por el flanco catalán del PSC.
No habló Rajoy de su disposición a una reforma de la Constitución
como algunos lo esperaban, máxime después que el Rey Felipe VI comentara
-a algunos de los líderes que participaron en la última ronda de
consultas- que esa cuestión no debía ser considerada un tabú, sobre todo
cuando el Rey sabe que urgen normas nuevas como un ‘estatuto’ para la
Corona y arreglar los derechos sucesorios al trono de la Infanta Leonor.
Pero Mariano Rajoy es como es y la cuestión constitucional no figura
entre sus prioridades entre las que sí ha destacado ofertas de reformas
para las pensiones, el bienestar social -priorizando el paro-,
educación, financiación autonómica y corrupción. Estos son los cinco
dedos de su mano tendida al PSOE y C’S y cabe esperar que ambos partidos
acepten el diálogo, al que Rajoy pretende añadir los Presupuestos
Generales de 2017, aunque sabe que sobre eso el PSOE ahora no hablará.
Todo, pues, a su tiempo. Primero la investidura, luego el diálogo
social y más tarde los Presupuestos. Porque si los socialistas no
quieren elecciones no van a tener más remedio que colaborar, a sabiendas
por otra parte que el coste de la investidura de Rajoy se puede ampliar
un poco más y que nada nuevo les pasará.
En todo caso, vamos a ver cómo se bandea hoy el portavoz socialista
Antonio Hernando, que ha pasado del no a la abstención con facilidad. La
misma con la que, meses atrás elogiaba y denostaba a Podemos según le
iba a Sánchez -el ayer convidado de piedra del Congreso- la negociación
para su imposible investidura que Pablo Iglesias nunca quiso y la vetó.
Y es este nuevo Iglesias más aguerrido y ‘amedrentador’ el que
asumirá hoy -Rivera está algo fuera de juego- el rol de jefe de la
izquierda y la oposición acusando al PSOE y C’S de haber fundado su
‘Santa Alianza’ al servicio de los ‘poderes palaciegos’ que según
Iglesias -que escuchó campanas pero no sabe dónde- han liderado el golpe
de mano contra Sánchez, sin reconocer el líder de Podemos que el
primero que lo empujó hacia el precipicio fue él.
Hoy, pues, segundo acto y primera votación del ‘no’ a Rajoy. Luego,
por la exigencia del Reglamento de la Cámara, 48 horas de receso y al
final, el sábado de gloria bendita para Rajoy -el insumergible- votación
final en la que Rajoy, el mismo al que Sánchez llamó ‘indecente’ ante
toda España, saldrá investido presidente del gobierno con el apoyo de
C’S y CC y la abstención de un dividido y abatido o meritorio -según se
mire-, PSOE. Así acabará el tercer acto del drama político nacional, con
el cadáver de Sánchez en el escenario, y luego caerá el telón.
(*) Periodista
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