Hemos asistido en el Congreso de los Diputados al primer acto de una
Ópera Bufa donde el tenor, en este caso Mariano Rajoy en el rol de
candidato a una investidura que nunca existirá, hizo gala de su desidia
habitual con un discurso romo y aburrido a cuyo término agradeció la
atención prestada por los diputados de la Cámara sin percatarse que se
habían dormido mientras el les cantaba una nana.
Ayer ninguna novedad, ni épica, ni carácter, ni llamamiento al PSOE
cerril en pos de una España soberana- hizo bien al aludir a las Cortes
de Cádiz- unida y decidida a salir de la crisis institucional, económica
y social en la que estamos inmersos. Rajoy lo daba todo por perdido, y
si en la noche del 26-J de su victoria electoral fue incapaz de
articular un discurso frente a sus militantes entregados, pues imaginen
la desgana con la que preparó su discurso de investidura cuando se sabe
abocado al fracaso.
Incluso siendo malo el armazón de su disertación, Rajoy podía haberla
adornado con humor -‘vengo sonriente a este patíbulo’- o con pasión. Y
si ese no es su estilo para eso de escribir bien y barnizar los
discursos deberían de estar las decenas de asesores que tiene en la
Moncloa. Y si no tiene ninguno que le sirva pues que Rajoy este mismo
fin de semana le pida a Barack Obama uno de sus escribanos, que son muy
buenos, en la cumbre del G-20 en Hong Kong.
¿Qué ha dicho Rajoy? Pues que agradece mucho a C’s y CC sus apoyos,
pero sin entrar en detalle en cuestiones tan serias como la reforma del
Poder Judicial. Y ¿que le ha dicho a Sánchez? Casi nada, que se inmola
en la investidura porque no hay alternativa mientras le pregunta si hay
en la Cámara alguien que busca unas terceras elecciones. Eso fue todo al
margen de una arenga sobre la unidad de España para que el sopor no
invadiera los escaños del PP.
La decepción sobre el discurso de Rajoy fue generalizada. Algunos de
sus colaboradores lo justificaban diciendo eso de ‘Mariano es así’, lo
que no explica semejante actuación que puede ser una de las últimas de
alcance en su carrera política. Sin embargo en su ‘claque’ los mas
aduladores confían que Rajoy mejore durante el debate en cara a cara
con Sánchez e Iglesias. Aunque eso resulta difícil de imaginar, al
menos en lo que se refiere a Sánchez, porque si hoy los portavoces del
PP presumían de un discurso ‘conciliador’ ello les impide imaginar que
Rajoy saque carácter con Sánchez. Salvo que el líder del PSOE lo vuelva a
insultar, como ocurrió en aquel debate electoral.
Ya sabemos que esta investidura está fracasada y que el debate no va a
servir para nada y por lo tanto no se debió celebrar, ni el Rey -visto
lo que pasó con la investidura de Sánchez- nunca debió encargar a Rajoy
ni a ningún otro candidato sin apoyos someterse a una investidura que no
conduzca al éxito. Un procedimiento anormal que nadie entiende en
Europa ni en ninguna democracia consolidada del mundo occidental.
Pero ya que estamos en semejante y absurda situación los políticos al
menos deberían esforzarse por ofrecer un espectáculo de calidad y un
horizonte de esperanza o entreabrir las puertas del pacto para una no
lejana ocasión.
Eso es lo que pretende hacer Rivera con un discurso que, como le
gusta decir, querrá ser ‘de Estado’. Mientras Sánchez irá con saña a
justificar su ‘no es no’ sobre todo ante su partido y después ante el
conjunto de los españoles, porque si además del no, Sánchez no presenta
ahora una alternativa o salida a este infernal laberinto acabará siendo
el malo de esta opereta en la que Pablo Iglesias hará lo imposible por
inundar las pantallas de la televisión.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario