Por fin irá a la Asamblea Regional el proyecto de Cartagena Provincia, gracias a la presión del actual alcalde José López, de Movimiento Ciudadano, sobre el partido socialista, en virtud del pacto ´de princesa a reina´, dos años uno y dos el otro.
El
PSOE se ve en la obligación de cumplir primero todos los acuerdos, para
que después cumplan sus socios de gobierno, como ratificó el otro día
el alcalde, mi héroe de Cavite, que él votará dentro de un año a Ana Belén Castejón para que sea alcaldesa. Biprovincialidad y alcaldía, lo uno por lo otro, como debe ser.
Estas dos cuestiones, la biprovincialidad y el relevo en la Alcaldía, van unidas de forma inseparable, si la una no va para la Asamblea, la otra podría peligrar. Así que las dos p´alante.
Que
la biprovincialidad es beneficiosa, es ya más que consabido, pero
¿están todos los implicados de acuerdo con el proyecto? Veamos.
El PSOE se ve forzado a pedir una biprovincialidad regional sin
el apoyo de los habitantes de todos los municipios que, en teoría,
conformarían la nueva provincia, a cambio de la segunda alcaldía
regional por orden de importancia, eso sí, rezándole a San Miguelín de Ciudadanos
para que se abstenga en las votaciones y que sea el PP el que cargue
con el peso de tener que rechazarla, que es lo que, presumiblemente, va a
ocurrir.
Y digo que será rechazada porque para que haya provincia cartagenera falta un requisito tonto y sin importancia, como es que los
ciudadanos de Mazarrón, La Unión, Los Alcázares, San Javier, San Pedro
del Pinatar, Torre Pacheco y Fuente Álamo, quieran pertenecer a ella,
renunciando a llamarse murcianos para ser llamados cartageneros.
Y
es que a pesar de la buena voluntad de un grupo de cartageneros,
totalmente cargados de razones, bondades y beneficios para el proyecto
de la nueva provincia, me huelo que éstos no han tenido en cuenta que
los ciudadanos colindantes también opinan y juegan.
Si a esto le sumas la campaña de desprestigio que
algún que otro político está haciendo del nombre ´murcianos´,
asemejándolo a un insulto o vergüenza; solo puede acarrear que los
murcianos limítrofes a Cartagena que se sienten orgullosos de serlo, rechacen el cartagenerismo.
Porque
pretender imponerle a los habitantes de los municipios enunciados una
denominación de origen, atacando las raíces que tienen y han tenido
durante toda la vida, y la de sus antepasados. Es un innecesario flaco favor al proyecto biprovincial.
Lo
primero que habría que hacer es saber cuántos municipios apoyan la idea
de la segunda provincia, y dentro de ellos cuántos ciudadanos la
respaldan.
Si todos manifiestan su apoyo a la creación de la segunda provincia, el proyecto será un éxito...,
pero, si los cartageneros se quedan solos, mejor sería empezar de nuevo
y por el principio, creando primero la provincia económica que una en
un proyecto común todos los intereses de los municipios que, de manera
voluntaria, deseen formar la nueva provincia.
Hay que hacer
faustos de unión intermunicipios, con intercambio de proyectos, fiestas,
servicios, ligas deportivas..., y todo aquello que una ideas,
sentimientos y fines. Hay que crear una riqueza conjunta y compartirla.
Y tras cientos de miniproyectos en común, una vez consolidado el
proyecto de que todos juntos son uno solo, es cuando se puede llevar a
la Asamblea la biprovincialidad.
Porque, aun en el supuesto de que
la idea o proyecto sea aprobado por la Asamblea Regional, si es
rechazada por los municipios a los que se pretende cambiar el nombre de
murcianos por cartageneros, ¿de qué va a servir?..., como no sea para
terminar de hundir al PSOE en los municipios que se puedan sentir
molestos, no creo que sirva para otra cosa. Bueno sí, para asegurarle la
Alcaldía a mi Ana Belén Castejón..., aunque el mérito siempre
será de mi héroe de Cavite y de otros valientes cartageneros que luchan
por esta tierra contra la marginación sufrida durante ya demasiados
años.
Así que, en esta aventura de la biprovincialidad
-que comparto- y del aseguramiento de una futura alcaldía -de la que
dudo-, me da el tufo de que ambas ni fú ni fá.
De la primera
bastante me he mojado ya, a sabiendas de las críticas que voy a recibir;
y de la segunda ya hablaremos que aún falta mucho tiempo..., que es
como aquel trato entre un avispado y una reina, consistente en enseñar
hablar a un burro en diez años a cambio de buena vida durante ese tiempo
y si no lo conseguía podían cortarle la cabeza. Alguien sensato le
susurró al hombre avispado que el burro nunca hablaría y que su cabeza
sería cortada, a lo que este le respondió: «En diez años, ¿no ha de
morirse el rey, el burro o yo?».
Lo dicho, un año para la Alcaldía es mucho tiempo y
la decisión final no estará en las manos de mi Pepe Cavite, sino en las
de Pilar Marcos, de Podemos, y a esta política los ninguneos baratos,
como los que les están metiendo, les sientan muy mal y no los olvida.
¡Ojo! que todavía podemos ver de alcalde a Paco Espejo, si no habla el burro.
(*) Empresario
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