Parece mentira, pero es verdad. Mucho
15M, mucho asaltar los cielos, mucha nueva política, vieja casta,
círculos, asambleas, transversalidad, para que, al final, venga este
buen hombre, pecio de todos los fracasos, a impartir las órdenes.
Fracasó con el Partido Comunista de España; fracasó con Izquierda Unida y
solo tuvo éxito con la pinza de los años noventa, con lo que España
disfrutó de ocho años indecibles de la derecha de Aznar que, gracias a
esa alianza negada por los comunistas, pudo nombrar a Blesa presidente de Caja Madrid y, así arruinar el país.
Parece
mentira, pero es verdad. Durante los primeros tiempos de Podemos, sus
dirigentes rechazaban toda idea de unidad con los comunistas de IU a los
que, con arrogancia fuera de lugar, llamaban "amargados", "pitufos
gruñones" y lindezas semejantes porque los consideraban, con razón, unos
fracasados. Tanto era así que muchos militantes de IU, seguramente los
más ambiciosos o menos escrupulosos, se cambiaron de barco. (Por cierto,
habrá que ver cómo se toman estos ahora la llegada de sus viejos
colegas pitufos gruñones en este arco iris de la verdad y la novedad en
marcha). Se abrigó la esperanza de que en Podemos hubiera la capacidad
intelectual y el vigor teórico para articular una nueva izquierda
incontaminada del anquilosado comunismo revanchista y la aburguesada
socialdemocracia.
Esperanza
defraudada. Bastaron unos resultados electorales mediocres el 20 de
diciembre del año pasado y unos sondeos que pronosticaban descenso de
Podemos para que la organización corriera a ponerse a la órdenes de
Anguita merced a las zalemas de Garzón. De nueva elaboración teórica
aquí no hay más que unas nebulosas quimeras populistas sin fuelle. Ahora
ya la duda se reduce a saber si de verdad pretendieron hacer algo nuevo
y no pudieron o, en el fondo, sabían que estaban mintiendo y engañando
desde el principio a la gente que esperaba esa innovación.
En
realidad, esta izquierda solo tiene de nueva el hecho de que así la
califica porque le da la gana y sin ninguna base de apoyo el señor
Anguita. El mismo señor que los técnicos de imagen de Podemos quisieran
mantener oculto pero a quien su enorme ego e infinita vanidad impiden
quedarse en segunda fila e impulsan a la primera para que todo el mundo
se entere de quién vuelve a mandar aquí. Porque basta con que Anguita
formule un deseo, como que esta izquierda tenga mayor unidad tras el 26 de junio para que sus doctrinos en Unidos Podemos, Garzón e Iglesias, que cada vez se parecen más a Tweedledum y Tweedledee obedezcan al pie de la letra, hablando de una alianza estable para después de las elecciones.
A
Anguita no le ha movido nunca otra cosa que un odio profundo al PSOE,
el único partido de izquierda que ha gobernado en España en esta tercera
restauración borbónica. Habrá gobernado bien, regular, mal o
rematadamente mal, eso va en juicios de cada cual. Pero ha gobernado,
cosa que no han hecho los comunistas de Anguita jamás, con lo cual
pueden (y, de hecho, es lo que hacen) afirmar que ellos son "la
verdadera" izquierda, la izquierda "transformadora", con tanto crédito
como si dicen que son querubines con el alma transparente.
El
único objetivo del verdadero estratega de Unidos Podemos es que no haya
unidad de la izquierda. Consiguió cargarse el posible gobierno de
coalición hace un par de meses y ahora mantiene la guardia para que no
flaquee el propósito del sorpasso, de ganar al PSOE con el falaz
argumento de que solo ganándole será posible una coalición; algo
rotundamente falso. El único objetivo es liquidar al PSOE, es la
revancha para este hombre que vive anclado en el pasado. Basta con
escuchar sus obsesiones en esta entrevista,
en donde sigue diciendo que el Partido Comunista debe continuar
funcionando como motor de esta fábula porque los comunistas son los
mejores. Quede claro. Es el único objetivo que tiene. No tiene programa
(lo de "programa, programa, programa", bien claro está hoy, era un
cuento); no tiene experiencia de gobierno; no tiene crédito; no tiene
más que la intuición de que, con la nueva fórmula, ahora sí cabe engañar
a la gente.
La fórmula consiste en que él pone el concepto y Pablo Iglesias la telegenia que, con todas las televisiones a su disposición, se le da de miedo.
Puede
que esta vez le salga (en realidad, está desesperado porque sea así, ya
que es su última oportunidad) pero también es posible y hasta probable,
que de nuevo los de Podemos estén vendiendo la piel del oso antes de
matarlo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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