Dicen los directores financieros de las empresas que la cuenta de
resultados es una opinión mientras que la caja es un hecho. Las famosas
PyG’s lo aguantan casi todo en el papel. Son como una fotografía borrosa
de previsiones sobre la que luego opinan auditores internos y externos,
dando finalmente su visto bueno, con o sin salvedades. Pero lo que
precipita el cierre de una empresa no es tanto el desequilibrio en el
cumplimiento de sus cuentas como la falta de liquidez. Es el dinero
existente en la caja el principal indicador del estado de salud
financiero de toda institución.
Los Presupuestos de la Comunidad no son
formalmente distintos a los de una empresa. Aunque se proyectan para
mantener los servicios públicos y la Administración regional al servicio
de la ciudadanía, que es una diferencia de fondo sustancial, se basan
también en proyecciones de gastos e ingresos con alto grado de
incertidumbre. Una vez aprobados son revisados por el Ministerio de
Hacienda y la Autoridad Independiente Fiscal y Financiera (Airef), que
acaba de opinar sobre la marcha de nuestras finanzas públicas.
Según cree la Airef, cuatriplicaremos en 2016 el objetivo de déficit,
asignado injustamente por igual a todas las comunidades (ricas y
pobres, bien y mal financiadas), lo que, sumado a la deuda pública,
suscita riesgos en el medio o largo plazo para nuestra sostenibilidad
financiera. Es solo una opinión, la de un organismo independiente,
aunque sin duda tiene su peso. La ventaja del sector público es que el
Estado hará lo que sea para evitar la quiebra de cualquier Comunidad
(detrás de los números hay personas y servicios esenciales), pero a
cambio del cumplimiento de la ley de estabilidad presupuestaria.
Es
razonable la exigencia a Murcia del ministro Montoro, el único que no
está en funciones porque el Ejecutivo europeo no lo está, de que la
Comunidad pague en tiempo a quienes compra o contrata. Tan importante
como el cumplimiento del déficit es el pago a los proveedores en el
plazo fijado por ley (30 días), lo que obligará al consejero Andrés
Carrillo a preparar un plan de tesorería que reduzca a la mitad la
demora media (52 días). Si continuamos con un alto déficit el
crecimiento económico será inestable, no se podrán bajar impuestos,
perdurará el fantasma de nuevos ajustes, se tardará más en invertir en
obra pública, se ahuyentará a los inversores porque percibirán una
Administración poco fiable y se dejará una deuda mareante.
Lo difícil es
hacerlo cuando ya apenas hay grasa y se toca hueso, o acometerlo a un
ritmo que puede ser asfixiante para los ciudadanos y los servicios
públicos. Todo es más complicado si además la Administración tarda en
pagar más allá de lo razonable y lo legal, porque continuará metiendo en
serios apuros a las empresas proveedoras, muchas de las cuales cerraron
en estos años de crisis porque, si bien en sus cuentas se preveían
ingresos suficientes, en sus cajas había solo telarañas a causa,
frecuentemente, de los retrasos de las administraciones públicas.
El problema no tiene hoy las dimensiones de los años más duros de la
crisis, pero no todos los proveedores tienen la misma capacidad de
resistencia en este contexto económico de ralentización. El plan de pago
a proveedores y el fondo de liquidez autonómica, dos de los aciertos en
el particular balance del controvertido ministro, aún son
imprescindibles porque a corto plazo seguirá sin modificarse el modelo
de financiación autonómica que perjudica a la Región.
Al consejero
Carrillo no le va a resultar fácil cumplir con los dictados del
Ministerio de Hacienda, habida cuenta además de que las enmiendas de la
oposición han descuadrado parte de los Presupuestos y debe ajustar a
pulmón, esto es, con mejor gestión y reformas, sin recortes del gasto
público y facilitando medidas de activación económica que mutipliquen
los ingresos.
De hecho, ya ha solicitado audiencia urgente con Montoro
para advertirle de que no podrá hacer lo que le pide: la no
disponibilidad de nuevo gasto, un techo para el gasto farmacéutico y un
plan económico-financiero que debe presentarse en quince días. En el
tiempo de descuento, el mismo ministro que fue muy laxo antes del año
electoral, porque había muchos votos en juego, ha sacado el látigo, uno
muy parecido al que Bruselas descarga sobre él en los últimos días.
(*) Periodista y director de La Verdad
http://blogs.laverdad.es/primeraplana/2016/04/10/cuidar-la-caja/
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