El endiablado resultado de las elecciones generales del 20-D mantiene
atrapados a todos los partidos políticos en sus trincheras y al día de
hoy sin que se vislumbre un posible acuerdo. Sin embargo en el PSOE el
mal resultado electoral está desembocando en una seria crisis por el
control y liderazgo del partido entre el actual secretario general Pedro
Sánchez y la presidenta andaluza Susana Díaz. Una descarnada lucha por
el poder socialista que tiene como telón de fondo la posibilidad de un
adelanto de nuevas elecciones generales en la próxima primavera.
Y esa y no otra es la primera incógnita que los dirigentes del PSOE
han de desvelar antes de lanzarse a especular sobre posibles pactos para
formar gobierno. Y algo parecido le ocurre a Podemos, que se oculta
tras la pantalla del derecho de autodeterminación que les impone Ada
Colau, pero que, a igual que el PSOE, están estudiando las ventajas y
los inconvenientes de acudir a una segunda vuelta electoral.
De manera que si los socialistas no desean nuevas elecciones porque
temen que Podemos los superen gracias al cerca del millón de los votos
de IU, coalición que está en plena decadencia y camino de desaparecer o
de unirse a las huestes de Pablo Iglesias, entonces ¿por qué ha roto
Pedro Sánchez tan pronto sus relaciones con el PP?
Pues por dos cuestiones que son más personales que políticas: porque
Pedro Sánchez llamó deshonesto a Rajoy en el debate final electoral, y
ahora no puede pactar con quien considera que carece de honestidad. Y
algo parecido le ocurre en lo personal a Susana Díaz porque ella no le
perdona al PP que no se abstuviera durante su investidura en la Junta de
Andalucía.
De manera que si en el PSOE excluyen definitivamente al PP y a solas
con Ciudadanos no pueden gobernar, y también excluyen un acuerdo ‘a
tres’ de PP, PSOE, Ciudadanos como lo propone Albert Rivera, entonces
¿qué les queda? Pues solo un pacto con Podemos para el que también
necesitan a Ciudadanos y sobre todo necesitan que Pablo Iglesias esté a
favor de aparcar el debate soberanista catalán, que este domingo se va a
clarificar cuando se conozca la decisión final de la CUP para ver si
por fin apoyan a Artur Mas para presidente de la Generalitat.
Si eso ocurre este país se puede encontrar con un gobierno
soberanista catalán y un gobierno en funciones español, lo que sería un
desastre para el interés general de España. Aun puede que también un
acicate para que el PSOE rectifique sus posiciones y acepte algún tipo
de pacto con el PP y Ciudadanos, lo que no les vendría nada mal porque
si van a las elecciones anticipadas los socialistas lo pueden pasar muy
mal.
E incluso verse sometidos a una nueva batalla interna porque, en ese caso, todo apunta a que Susana Díaz optaría en ‘primarias’ a ocupar la cabeza del cartel socialista, partiendo en dos el PSOE y enfrentada al secretario general.
El laberinto político en el que está inmersa la gobernabilidad
española es diabólico porque no parece tener salida, al menos a corto
plazo. En realidad solo falta por averiguar si Podemos no quiere
elecciones –a lo mejor espera conseguir antes una reforma de la ley
electoral-, y si Ada Colau le deja a Pablo Iglesias apartar el
referéndum catalán.
Porque no parece que el PSOE quiera nuevas elecciones y porque los
que no las quieren son los de Ciudadanos que se temen una recaída en
beneficio del PP, sobre todo si Podemos se perfila como primer partido
de la oposición, con lo que al final va a resultar que la posibilidad de
una nueva ronda electoral solo la desean PP y Podemos.
Pero quien peor tiene la situación es el PSOE que, de la mano de
Pedro Sánchez, ha empezado a decir no a todo el mundo, al PP, Ciudadanos
y a Podemos, tiene en su interior una descarnada lucha de poder y temen
la convocatoria de nuevas elecciones. Algo que debieron de aclarar en
el día después de las elecciones y antes de rechazar los pactos con los
demás. De ahí la tensión y el desconcierto que impera en la víspera de
la reunión que los socialistas celebrarán este lunes en su Comité Federal.
(*) Periodista
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