No sabemos si algún día seremos capaces de modificar los regímenes de
precipitación a nuestro antojo, pero a día de hoy no es posible. Muchos
científicos lo han intentado, y se sigue investigando en el tema
tomando como base la microfísica de nubes y realizando tareas conocidas
como siembra de nubes. El fundamento físico de partida es sencillo. Las
nubes están formadas por millones de pequeñas gotas o núcleos de hielo
dependiendo de su temperatura. Para que se forme cada una de estas gotas
se necesitan núcleos de condensación además de una atmósfera
sobresaturada.
El método consiste en aportar núcleos de condensación
(NC) artificiales que favorezcan dicho proceso (normalmente, ioduro de
plata). Para que llueva, esas gotas deben crecer hasta alcanzar un
determinado tamaño, y ahí el factor fundamental es el aporte continuo de
humedad a la nube. Aportar más NC podría producir distintos efectos.
Que haya más NC puede significar más competencia por el agua y que el
tamaño final del hielo sea menor. Esta es la hipótesis con la que
trabajan los famosos cañones antigranizo. En otras circunstancias podría
facilitar la formación de gotas y finalmente de precipitación. Y en
otras, que retrasara o cambiara de lugar la precipitación.
Esto es la
teoría, que ya de por sí tiene muchas variantes en función de la
temperatura, del tipo de nube, de las condiciones de estabilidad y de la
disponibilidad de humedad. Aun teniendo todos esos factores
controlados, los estudios indican que implementar un sistema que sea
capaz de controlar esto a gran escala es prácticamente imposible, la
incertidumbre y la controversia científica es muy grande. Imaginen los
volúmenes de aire, las cantidades de agua, y una sola avioneta o varias
controlando esto. Imposible. Es lo que muestran muchos investigadores,
cuyo deseo inicial era poder controlar la lluvia.
Otra cuestión es el sonido de las avionetas. Puede ser cierto que se
oigan más en situaciones nubosas y estables. Algo que la física puede
explicar por la relación de las condiciones atmosféricas con la
atenuación y la refracción del sonido en la atmósfera. Además, si se
oyen es porque la atmósfera está estable y así es difícil que llueva.
Otra razón es que vuelan más bajo por las condiciones de campo visual.
La credibilidad de la teoría de las avionetas antilluvia podría ser
similar a las rogativas pro-pluvia (procesiones religiosas para que
llueva).
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