El inefable Rajoy quiere hacer en cuatro
días lo que no ha hecho en cuatro años. Por la mañana ahueca la voz y
hace tremenda aparición en escena mandando sus emisarios del Tribunal
Constitucional a avisar a los rebeldes catalanes de que serán réprobos
si se obstinan en desobedecer la ley.
Él mismo amenaza con no mirar
"para otro sitio" en caso de desobediencia, o sea lo que antes se
llamaba con más gracia "no hacer la vista gorda". No es como Argos, que
tenía cien ojos (aunque tampoco le sirvieron de mucho), así que empleará
a fondo los dos de que dispone para que la ley caiga con todo su
peso sobre quienes la quebranten. Faltaba más.
Por
la tarde mueve el Rey en el tablero hispánico y lo envía a amonestar a
los catalanes sin mentarlos. Lo mete así en un lío político fenomenal,
al hacerle leer un papel con su apelmazada doctrina, y adoptar una
posición de partido, muy lejos de la función moderadora que se le
supone. Y en un estilo amenazador, como el del presidente, muy impropio
de las circunstancias: "la Constitución prevalecerá", dice la cabeza
coronada, "que nadie lo dude." Y ¿por qué no puede dudarse cosa
tan opinable? ¿Está prohibido? Es el estilo típico de la derecha
autoritaria. Ni dudar se puede.
Los
secesionistas catalanes no solo son secesionistas sino también
republicanos, cosa que no suele resaltarse. Pero debe. Pretenden
establecer una República catalana independiente. Con esto, la función
moderadora se desvanece por entero ya que el monarca es parte interesada
en el conflicto. Que se juega la Corona, en verdad. La elegancia le
obligaba a no pronunciarse porque lo que está diciendo es que va a ir
con la ley y la Constitución en la mano a imponerse sobre los
sentimientos de casi dos millones de personas de su reino que no lo
quieren de rey.
Contra el independentismo catalán vale todo: el Monarca se pone hosco, según vemos y muy poco en su función, Fitch rebaja la deuda de Cataluña a bono basura, El País sigue con sus editoriales de combate, como ese de Cataluña, humillada
con una prosa cada vez más parecida a la del ABC,y el Financial Times
reparte leña por igual entre el gobierno central, al que acusa de inepto
y el de la Generalitat, al que pide que dé un paso atrás.
Como
siempre en la actividad política de Rajoy, el movimiento ha sido un
desatino. Al emplear al Rey como su fiel infantería, ha quemado su
último cartucho. Tampoco es muy grave pues, aunque lo hubiera
conservado, los republicanos no iban a variar su actitud pero, en todo
caso, quemarlo en una salva de fogeo, cara a la galería, es
completamente estúpido.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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