El dinero del Estado que a la Región de Murcia debiera corresponderle
por financiación lo recibimos como préstamo. Es algo así como si la
empresa para la que usted trabaja, al ingresarle su nómina, le
advirtiera de que se trata de un préstamo que más tarde ha de devolver.
El Gobierno central, con cargo al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), ha
tenido a bien conceder 430 millones de euros a la Comunidad para el
pago de facturas, y encima tendremos que aplaudir el gesto y mostrar
agradecimiento.
Pero la realidad es que la deuda autonómica sigue
creciendo, y ya casi dobla el presupuesto. Da igual si crece a mayor o
menor ritmo que en el periodo álgido de la crisis. El caso es que crece,
y no hay modo de frenarla. Nos manejamos con unos 4.000 millones de
presupuesto, y esto poniendo alguna imaginación sobre los ingresos que
habrán de producirse, mientras que el debe, acerca del que no hay
ninguna imprevisibilidad, va ya por los 7.000 millones o por ahí. Es
obvio que jamás de los jamases se podrá devolver la deuda. Si la
Comunidad Autónoma cerrara desde el próximo 1 de enero hasta el 31 de
diciembre de 2016, dejara de prestar todos sus servicios, clausurara
escuelas, universidades y hospitales y sus miles de empleados se tomaran
el año sabático a su propia cuenta, a la vuelta nos encontraríamos con
que aun después de haber ahorrado 4.000 millones seguimos debiendo casi
otros 4.000. Y esta posibilidad, claro, es de política-ficción.
¿Hacia
dónde vamos? No hacia la ruina absoluta, puesto que ya estamos en ella.
La Comunidad de Murcia es inviable técnica y económicamente con las
cifras que se manejan. Y lo es hasta el punto de que si mañana mismo se
actualizara el modelo de financiación, seguiría siendo inviable a no ser
que se realizara una quita que eliminara la deuda con el Estado que
desde hace años se viene cebando. No hablamos ya de la ´deuda
histórica´´ „nunca satisfecha, y menos reconocida, porque el Gobierno
del PP murciano sólo la reclamaba cuando en España gobernaban los
socialistas„, sino de la ´deuda posthistórica´, la que ahora mismo
estamos acumulando.
La normalización del sistema de financiación
habría sido posible en la actual legislatura, con un Gobierno de mayoría
absoluta „da igual que sea del PP, pero con autoridad para hacer una
distribución justa sin apaños para ajustar la hegemonía parlamentaria„,
pero esa oportunidad ha pasado. Y el futuro es incierto. Muy incierto.
Es obvio que la cuestión catalana, si todavía pudiera parchearse, sería a
cuenta de privilegiar financieramente a ese territorio respecto a los
que menos políticamente pintan en el conjunto del Estado. Pero, además,
los Presupuestos Generales, no están para bromas, y hay que contemplar
que entramos en una fase en que los capítulos militar y de seguridad van
a arrebatar cualquier tentación a la alegría.
El camino por el
que nos llevan no conduce a la normalización del sistema de
financiación, sino a una perspectiva de mayores y más feroces recortes.
Vendrán tras el 20D, y no hace falta ser agorero. Esta Comunidad, que
recibe una financiación muy inferior a lo que le correspondería y que ha
de mantener sus servicios, especialmente la Sanidad, gracias a los
préstamos del Gobierno central con que intenta compensarse el desajuste
de manera provisional, no puede ni podrá cuadrar sus cuentas. Vive
técnicamente del aire, en el préstamos infinito. Pero los préstamos hay
que devolverlos. Puede llegar un momento, y no muy lejano, en que si
esta manera de huir hacia adelante no se frena, sólo habrá dinero, si lo
hay, para pagar la deuda. La deuda se lo comerá todo. Incluso a pesar
de que el FLA llega al cero por ciento de interés, pero no está
garantizado que esto sea eterno, pues las fluctuaciones en los mercados
internaciones y los cambios en los mecanismos de regulación de EE UU o
de Europa, a expensas de todas las eventualidades imaginables, pueden
eliminar esa idealidad de un día para otro.
Nada es seguro. O mejor, lo único seguro es que ante cualquier convulsión la deuda será lo único que persista. Esto lo sabe cualquiera en la vida cotidiana, Pero en política, que se lo pregunten a los griegos, por ejemplo.
Cada
murciano, incluyendo los bebés de pecho, los apolíticos y los
mediopensionistas debe unos 5.000 euros, pero si nos remitimos tan sólo a
la población activa la cifra puede alcanzar a los 20.000 por cabeza.
Sí, usted que tiene un empleo y también su mujer o marido, debe 40.000
euros y no lo sabe. Alguna vez alguien se lo querrá cobrar y lo hará en
los servicios para los que ya paga sus impuestos. Empezando por la
calidad de esos servicios hasta la supresión de muchos de ellos.
Esto
es consecuencia de los años de pasividad de unos políticos que han
estado pensando en donde colocar su culo en vez de trabajar por el
interés general, y que en vez de reivindicar ante Madrid una adecuada
financiación han utilizado sus contactos en su partido y en el Gobierno
para proveerse de una jubilación a placer. Al actual Gobierno le ha
caído esta herencia inmanejable, y esto a pesar de que el equipo
económico, empezando por el consejero de Hacienda, es de una
incontestable solvencia y capacidad. Pero lo que no pueden pretender es
que aplaudamos que el Gobierno del partido al que pertenecen nos coloque
como deuda aquello que nos debe por financiación. Es decir, que nos
robe por partida doble. ¿Cuándo lo van a denunciar?
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