El analista no puede atender a todos los frentes. La realidad es tan
confusa, abigarrada y variopinta que se necesitaria un equipo compuesto
por un Dickens, un Balzac y un Galdós para dar cuenta de ella. Ayer
contraía matrimonio un figura del partido del gobierno y hasta el último
instante se mantuvo el suspense sobre si el presidente asistiría a la
boda. ¿Motivo? Es una boda de dos hombres y el partido que preside tiene
recurrida ante el Tribunal Constitucional la norma que la permite. De
triunfar el recurso, la boda sería nula y la presencia de Rajoy también.
O sea, como de ordinario, pero más. Hasta cabría decir que Rajoy no
estuvo en donde estuvo. Algo que lo caracteriza porque también suele no
decir lo que dice ni hacer lo que hace. Y al revés.
Bueno,
se consuela el recién casado, en el fondo, el recurso de mi partido es
una pura cuestión nominal. El PP no se opone a que los homosexuales se
junten, se unan y hasta se fusionen en un solo cuerpo, siempre que a eso
no se le llame "matrimonio". Parece una tontería. Y, efectivamente, lo
es. Porque se llame como se llame esa unión, por ejemplo, juntazgo,
tiene que tener los mismos derechos que el matrimonio. Incluido,
lógicamente, el de llamarse matrimonio porque, si no fuera así, no
tendría los mismos derechos. No se sabe qué decidirá el alto tribunal en
esta pintoresca cuestión de los universales. Sería de desear que no
decidiera nada en contra de la recta razón.
Mientras
Rajoy se personaba en la boda, según algunos por cálculo electoral, las
patronales de la banca española daban a luz una declaración institucional. Pretextando la inseguridad jurídica
que se generaría en Cataluña en caso de una independencia debido a la
presunta salida de esta de la UE y el euro, los banqueros amenazan con
marcharse de Cataluña. Algunos empresarios también amagan con la huida.
No es algo que parezca muy relacionado con la oposición del PP a los
matrimonios homosexuales porque esta pertenece al ámbito ocuro,
irracional, de los sentimientos y tendencias sexuales mientras que el
comportamiento de la banca y la empresa está guiado por criterios
estrictamente lógicos y racionales de análisis de costes-beneficios.
Pero algo tiene que ver. En concreto, su incongruencia.
¿Retirarse
de la parte del país que produce el 26% de su PIB y representa el 16%
de su población? ¿Dejar de hacer negocios con el lugar más próspero y
productivo de España por razones políticas? Es poco creíble. Este nuevo
frente de millonetis es parte del despliegue estratégico del
nacionalismo español para frenar el independentismo. Carente de toda
política al respecto, tan privado de ideas como de objetivos, el
gobierno anda instando por doquier declaraciones contrarias a la
secesión catalana. Al igual que los neuróticos colocan sus obsesiones a
todos los que tienen la desgracia de toparse con ellos, los gobernantes
piden una declaración antisecesionista a todos los que van
encontrándose por ahí. Los militares, los empresarios, ahora los
banqueros, mañana los intelectuales. Merkel, Cameron y hace un par de
días, Obama, se manifestaba dispuesto a trabajar con una "España fuerte y unida",
una declaración que las malas lenguas españolas consideran es la
contraprestación norteamericana a la cesión de la base de Morón de la
Frontera.
Pero
no es eso lo más llamativo, con serlo mucho, sino la nueva
incongruencia del Rey de España. Muy contento Felipe VI de haber
escuchado al gringo lo de "fuerte y unida", fue a hacer una ofrenda
floral al monumento a George Washington, padre de la nación
estadounidense a través de una declaración unilateral de independencia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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