Los teóricos políticos se pasan la vida
tipificando clases de liderazgos y de políticos, categorías, estilos:
políticos autoritarios, populistas, liberales, democráticos, xenófobos,
etc. Está bien, para moverse con comodidad en el abigarrado y confuso
mundo de la política. Pero eso es hasta que descendemos a tierra y nos
encontramos con los políticos reales, esos bípedos intrigantes
supuestamente racionales que hacen trizas todas las clasificaciones
analíticas.
Por
ejemplo, es imposible encontrar categoría en la que encaje la gárrula
Esperanza Aguirre. Si le hacemos caso, será demócrata, liberal, católica
y patriota española. Si atendemos a otras opiniones veremos que hay
gente que la considera autoritaria, dogmática, beata y vendepatrias. Una
ególatra consentida a la que nadie se toma en serio pero que tampoco
está acostumbrada a que la critiquen o, incluso, que la traten de "tú" a
"tú". Necesita sumisión total y abyecta. Telemadrid tenía que estar a
su absoluto servicio, cantar sus glorias, que era ninguna, y ocultar sus
errores o desaguisados. La función de Telemadrid no era informar de la
realidad sino inventársela de arriba abajo, en un ejemplo de
comunicación tipo Potemkin. Y el que no etuviera de acuerdo con esto,
con ser un agente de agit-prop en vez de un periodista, se iba a la
calle ipso facto. Y con la señora diciendo que ella es liberal.
Su liberalismo es patente en el proyecto de la Ciudad de la Justicia,
un desastre de 105 millones de euros del que la liberal Aguirre quiere
responsabilizar en último término a los jueces mismos que, deseosos de
lucir y lucirse presionaban para que se realizaran las obras. Obras, no
se hicieron muchas, pero había una legión de jefes sin tropa, aunque
ganando una pasta. Cuando ya no se pudo ordeñar más a la vaca del
Estado, se decretó el cierre de la empresa que, por cierto, era una
fundación pública (recibía la pasta del Estado) pero de gestión privada,
obviamente para saltarsse todos los cauces y precauciones.
Habiendo
sido derrotada (aunque el suyo fuera el partido más votado), se ha
negado a aceptar la derrota y busca por todos los medios desplazar de la
alcaldía de Manuela Carmena. Habiéndole salido de maravilla el Tamayazo,
cree que debe tentar a aquellos que, como Carmona, puedan tener algún
agravio con su partido, llevándolo al transfuguismo. No está claro si se
ha dirigido a los otros concejales socialistas. Podría ser, pero sería
extraño, porque esos contactos son pura dinamita, sobre todo si te los
graban y en el PP se graban hasta los soliloquios. El fondo del asunto,
sin embargo, está vivo: cree que, como lo consiguió una vez, puede
conseguirlo de nuevo porque, para ella, todo el mundo tiene una precio.
Sin duda ella misma también. Una posición perfectamente liberal. Todo se
compra, todo se vende. Carmona, sin embargo, no solo no se vende, sino
que hace burla de la eventual compradora.
Curiosa
lección de una vida liberal, desempeñando cargos públicos para ir
contra lo público sistemáticamente. A sus más de sesenta años, casi
todos ellos dedicados a la política, cabría presumir en ella cierta
experiencia y habilidad para no andar haciendo de Mefistófeles de
pacotilla, tratando de comprar las almas de la gente sin conseguirlo. A
sus más de setenta años, casi todos ellos dedicados a la judicatura,
Carmena ingresa en la política sin experiencia y se afirma frente a la
sexagenaria. Toda la experiencia de esta no impide que se le abran
varias cuestiones especialmente resbaladizas de las que no es seguro que
salga con bien y consiga sobrevivir políticamente. Sobre todo porque, a
estas alturas, quienes desean ardientemte que se calle y deasaparezca
para siempre son los de su partido.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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